Soy minero. Yo fui minero... Jaime Peñafiel no fue cocinero, pero si minero antes que fraile. O lo que quiera que sea. Minero en las Hulleras de Sabero, León, mientras estudiaba Derecho. Lo cuenta en su blog royal que él llama republicano. Pero advierte de que hay mineros y mineros. "No puedo solidarizarme con quienes hace ya muchos años fueron mis compañeros". Trabajó, eso dice, durante dos años a 700 metros de profundidad, como ayudante de picador, lo que entonces se conocía como guaje. Fue minero pero no empatiza con los mineros asturianos. A lo mejor es que no empatiza con los asturianos en general. Y que también hay cortesanos y cortesanos. En una entrevista en Vanity Fair, narra con detalle cómo fue su encontronazo con la princesa Letizia, asturiana por cierto. O sea, que no era una leyenda urbana de esas. "¡Mírame a los ojos! ¿Estoy triste? Lo has dicho tú", cuenta él que le dijo ella, señalándole con el dedo, desde el otro extremo del salón. Él negó, claro, y salió por la tangente lírica. Qué ocurrencia, Peñafiel, recitarle a la Princesa el ojos claros, dulces, serenos, que de un dulce mirar sois alabados rematando con un ¿por qué si me miráis, miráis airados? Dice el cronista exminero que la Princesa se cabreó y él se sintió ofendido, pero que aquello ya pasó. ¿Pasó? A ver, elige: ¿Sidra o cava?

Icono gay. Belén Esteban se ha envuelto con la bandera arco iris. Bajo ella, como su madre, la abuela materna de la primogénita de Jesulín, la trajo al mundo. Toda excusa es buena para hacerse un Interviú. Pero se le ha torcido. El arco, digo. Los homenajeados se pasan a la Esteban y su posado por el ídem. Asociaciones de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales han advertido que ésta no es su princesa, por muy del pueblo que sea. Que no la quieren como icono. Y eso que ella lo intenta, trabaja codo a codo con Jorge Javier e incluso se transmutó en Madonna en unos carnavales canarios, no le salió la imitación tan resultona como ella quería, pero lo intentó al menos. Lo único bueno en todo esto es que Belén no escucha las críticas. No puede. A los de la revista se les fue la mano con el photoshop y en una de las imágenes la dejaron sin oreja. Nada que no pueda arreglar su cirujano.

Reverencias. Digan lo que digan, la sangre azul es la sangre azul y la roja, roja. La reina Isabel II ha actualizado la Orden de Precedencia en la Casa Real y ha dejado claro que la duquesa de Cambridge, Catalina de soltera, debe rendir pleitesía a las princesas de cuna siempre que no esté Guillermo presente. Cuando esté en plan consorte solo reclinará la cabeza ante el príncipe Carlos y señora, la reina y el duque de Edimburgo. Pero cuando esté sola deberá hincar la rodilla ante Alexandra y las hijas del duque de York, Beatriz y Eugenia, por muy horteras que vayan vestidas. Son princesas de sangre y Catalina, querida, por mucho que medres y aun sabiendo que puedes ocupar un día el trono, sigues siendo plebeya de origen. Por debajo solo queda Sofía, condesa de Wessex -casada con el príncipe Eduardo, hijo menor de la Reina-. Dirán que su majestad ya tomó medidas cuando su hijo se casó con Camilla. Claro, no quiere que a estas chicas se les suba la corona a la cabeza. Como le pasó a Diana.

Sin cruzar las piernas. ¿Hola, qué tal? ¿Buenos días? Isabel Pantoja y Julián Muñoz se saludan como dos primos lejanos en una boda familiar. Pasan del "¿tú me quieres, gitana?" al "este señor fue mi gran error" y al "buenas tenga usted" sin solución de continuidad. ¿Buenos días al tipo que la engañó, que la metió en un lío de narices sin saber ella lavar blanco porque ella es artista y no se ocupa de lo doméstico? Esta no es mi Panto, que me la han cambiado, que está más flaca y ya no sonríe con los dientes y se sienta en el banquillo sin cruzar las piernas. Una periodista lo explica: los abogados lo aconsejan, está mal visto cruzar las piernas ante su señoría. Vale. ¿Y lo del buenos días?

Discretas, discretísimas y no tanto. Lo que son las cosas. Le pierdo la pista a Carla Bruni nada, un instante apenas y me la encuentro con presunto bombo. Dicen que está embarazada por tercera vez, por segunda de Nicolás Sarkozy. No voy a caer en el tópico de que ha sido dejar el Elíseo y como el presidente ya no tiene que lidiar con Angela Merkel y la pobre Eurozona, como tiene menos estrés y más tiempo libre... No, porque bien liado estaba, que el parto le pilló con la canciller, y fue capaz de concebir a Giulia. Me entretengo con las primeras damas (con perdón, Valérie) y exprimeras damas francesas porque de Viri no tengo noticia. La vislumbré apenas cuando acompañó a su marido a la cumbre del G-20 en México y luego a Río de Janeiro. Viri es Elvira Fernández Balboa, la mujer de Mariano Rajoy, gallega como él. Si Sonsoles, la esposa de Zapatero, ya era discretísima, Viri es que es casi invisible. Y Valérie aspira a serlo y ni siquiera quiere que la llamen primera dama, ni casarse con Hollande. Así que no me queda más remedio que recodar los tiempos en que Carla se vestía como Jackie y le hacía mohínes a Nico.

Letizia va de rebajas y es noticia de portada. Y eso que no es nuevo. En enero la misma revista publicaba prácticamente las mismas imágenes. Los de Point de Vue lo vieron antes. La prensa francesa la bautizó princesa low cost como la sueca princesa cerilla, pero estos de buen rollo, no como los nórdicos que iban a mala idea. Y no como Catalina. A la británica, como es una recién llegada, ser un icono de moda le sale caro. Bueno, a ella no, le sale caro a su suegro el príncipe Carlos, que es de donde sale la manutención del hogar de los jóvenes tortolitos. Bueno, al príncipe Carlos, no, le sale caro a la reina Isabel II, que es de donde sale la manutención del hogar del hijo y heredero ya maduro. Bueno, a la reina no, le sale caro al común de los británicos comunes, que es de donde sale la manutención del hogar de su soberana y demás. Aunque, para ser justa, y precisa, allí no es como aquí, allí la reina se gana sus dinerillos a base de rentas y su hijo Carlos, a base de bolos y productos de sus campiñas y Guillermo tiene su sueldo de piloto. Así que a nadie le importa si Kate se gasta 44.000 euros en vestidos. O que Letizia se vaya de compras con la asignación del Príncipe, que viene del Rey, que procede, sí, de los contribuyentes. Pero en rebajas.