En noviembre de 1992, Pedro Duque estaba en la Ciudad de las Estrellas de Moscú. Entonces tenía 29 años e iniciaba la formación de astronauta que le llevaría a embarcarse un total de 19 días en dos misiones, la primera, en 1998, como tripulante del Discovery, y la segunda, en el 2003 como ingeniero de vuelo en la Estación Espacial Internacional (EEI).

En aquella etapa rusa, Duque conoció a su actual mujer, Consuelo Femenía, entonces funcionaria diplomática y hoy embajadora en Letonia, con la que tiene tres hijos. Entre tanto se ha hecho famoso: dos institutos de enseñanza media, uno en Madrid y otro en Alicante, llevan su nombre, y ha recibido atención mediática y condecoraciones, pero sigue siendo el mismo deportista peso pluma, afable y algo tímido.

Su paso por la Agencia Espacial Europea (AEE) suma ya 25 años, con cinco de excedencia en la empresa aeroespacial Deimos €que puso en órbita el primer satélite privado español€, de la que fue primero director y luego presidente.

Como todos los astronautas, sueña con regresar algún día al espacio, pero las oportunidades son exiguas, ya que hay varios en la cola de aspirantes europeos, y los presupuestos en tiempos de crisis no son boyantes. Europa está perdiendo la carrera espacial, advierte Pedro Duque.

Su trabajo en el Centro Columbus consiste en coordinar horarios, actividades y acceso a aparatos de diferentes empresas y soberanías: la NASA, japoneses, europeos de la AEE, rusos.

-Si la estación tuviera una soberanía unificada, ¿sería más simple?

Claro que sí, pero en solitario, sin cooperación internacional, la EEI no podría haberse creado.

-¿Es complicada la relación con Rusia?

Lo es, porque cuando Rusia entró en el proyecto, ya lo teníamos diseñado, y sus aparatos no son estándar. Ellos son buenos en el transporte de las tripulaciones y en la automatización de estaciones espaciales, nosotros lo somos en experimentos. Se ha llegado a un acuerdo por el que Rusia hace sus experimentos sin contacto con los nuestros, que sí los intercambiamos con japoneses y americanos.

Duque muestra la sala de control de su centro, un gran panel con la trayectoria de la Estación Espacial Internacional y conexión por televisión. Explica que, en una ocasión, la tele se conectó cuando no tocaba y apareció un astronauta cambiándose. Ahora hay seis hombres arriba, ninguna mujer.

¿La presencia de personas de los dos sexos puede crear problemas logísticos?

Si se están cambiando, da igual que sea un señor o una señora, la pifia está hecha. En la convivencia es otra cosa. Hay que organizarla. Si hay una mujer, es necesario dejarle más espacio, organizar cierta separación para la higiene, cambios de ropa, etcétera; para eso se crea un protocolo: de tal hora a tal hora, un sector es para las chicas. Son cuestiones personales que organizan los que están arriba. Desde aquí no se hace nada.

¿Cómo huele la Estación Espacial Internacional, espacio exiguo sin posibilidad de ventilarse?

Cuando se abre la escotilla y entras a la EEI desde una cápsula de transporte Soyuz, es un alivio, porque después de pasar 48 horas encerrado con otras dos personas en un lugar tan pequeño y con filtros simples, el ambiente está más que cargado. Cuando abren la escotilla es como si abrieran la ventana y estuvieran ventilando. Comparada con la Soyuz, la estación tiene un aire limpio.

También se debe de haber ganado mucho en comodidad comparado con los tiempos de la estación soviética Mir.

Es verdad que a veces quieres estar solo; si te ocurre en la oficina, te vas al baño, pero en la cápsula ves todo el tiempo a las mismas personas; aunque la Mir era bastante cómoda, el baño estaba bien (es el mismo que hay en la parte rusa de la actual estación) y con el oxígeno no tenían grandes problemas, hasta que ya pasado su periodo de servicio comenzaron a estropearse cosas. Valeri Poliakov estuvo allá catorce meses sin problemas. Es verdad que ahora la estación es muy grande, puedes moverte más y a veces no hay nadie más. El tiempo está muy ­programado.

Duque muestra en la pantalla seis rayas paralelas de colores, una por tripulante. Cada color indica una actividad: el blanco es descanso; el rojo actividades, que están todas programadas por los europeos, la NASA y los japoneses. Hay un programa informático donde cada uno introduce lo que quiere y se ajusta, pero hay que ser muy sistemático, dice.

¿Cómo se organiza la jornada?

Vivir no es difícil, puedes ir donde quieras flotando; trabajar es más pesado. Manejas un aparato y las piezas se te escapan por el aire, todo eso es incómodo, aunque está muy estudiado por la comunidad médica. Se sabe que la tensión que se acumula trabajando es mucho mayor que la de un empleo normal. La diferencia entre la noche y el día depende de cuándo apagues la luz. Con el tiempo, se llegó a la conclusión de que era conveniente unificar los horarios, el de Moscú, el de Houston, para evitar tensiones y organizar una convivencia de comidas donde charlar, comunicarse y conocer las tensiones del otro para ayudarle. Hoy es inimaginable una situación como la que se produjo en la tercera misión del SkyLab, donde los tripulantes estallaron: el control de Tierra les decía que hicieran esto y aquello, pero no daban abasto. Se sobrecargaron, y los tres astronautas americanos apagaron la radio y dijeron: "Ahí os apañáis". No recuerdo si estuvieron desconectados un día o dos.

¿Y el tiempo libre?

No puedes ir al bar, pero hay otras distracciones: flotar, dar vueltas, hacer equilibrios imposibles y contemplar la Tierra.

Un entretenimiento que, al parecer, fascina a todos los astronautas.

Cada minuto pasa algo; se pone el Sol, la atmósfera cambia, la ionosfera azul brilla, las diferentes capas, los reflejos. Aunque estuvieras mirando lo mismo seis meses seguidos, no te aburrirías. Sabes que la Tierra es redonda y has visto fotos, pero desde el espacio resulta fascinante. Los recuerdos no se borran, y en algunas situaciones, cuando tienes un problema, puedes retrotraerte allí con la mente, refugiarte en aquella imagen.

¿Sueña con regresar?

Desde luego, Fue una experiencia sin nada negativo, muy favorable, todo salió bien. El problema no es la disponibilidad sino que Europa participa con un 8,3% en el sector estadounidense de la estación, así que hay para ella y sus astronautas un 8,3% del tiempo de tripulación. Ahora está allí André Kuipers y no toca otro astronauta europeo hasta dentro de dos o tres años. Y tenemos seis nuevos; el próximo será un italiano; luego, un alemán, y hasta dentro de seis años más no habrá un hueco. La decisión sobre quién irá entonces se tomará dentro de cuatro años. Además, ahora los vuelos son mucho más largos, con lo que hay menos relevo.

¿La edad es un problema?

No hay tope oficial de edad, pero sí un código no escrito: vas pasando pruebas médicas todos los años, y cada vez hay más matices negativos, hasta que llega un momento en que te quedas fuera.

¿Qué experiencia fue más interesante, la del Discovery o la segunda en la EEI?

Las dos. La primera, porque era la primera y por estar en EE.UU. La segunda, porque ser ingeniero de operaciones y estar a cargo de la nave Soyuz fue un privilegio y un protagonismo imposible en Europa, donde no tenemos nuestra propia nave. Las dos culturas son admirables. Los americanos tienden más a la sofisticación mecánica, el sistema ruso se adapta a las novedades sin tanta renovación técnica.

¿Y la experiencia humana?

Bueno, la sociedad rusa es más acogedora que la de Texas. Los rusos son más parecidos a los españoles que los norteamericanos, y en Rusia te sientes más como en casa.

Para los que se marean en barco, estar en un sitio donde no hay techo ni suelo, ni noche ni día, ¿es desagradable?

La mitad de los profesionales que suben al espacio sufren algún tipo de mareo durante las primeras 48 horas, pero todos se adaptan por completo transcurrido ese plazo, lo superan y es una maravilla. Yo, que no me mareo, disfruto desde el primer momento: es muy cómodo, una vez has aprendido, vas flotando adonde quieres.

¿Qué pasa con los virus y las ­enfermedades?

Se intenta que nadie se los lleve arriba, las enfermedades normales se incuban en tres o cuatro días, y para eso se pasan las cuarentenas de una semana. Si pasado ese tiempo no te has puesto enfermo, pues subes sin virus. Y arriba no hay.

¿Cómo les afecta la crisis económica?

Los últimos presupuestos se hicieron en el 2008. Este año habrá una conferencia ministerial para decidir las inversiones de los próximos años y no sabemos qué pasará. Tendrán que pensar si se quedan igual o si se invierte para el futuro. En sus peores momentos, cuando su economía había caído un 25%, Japón mantuvo sus presupuestos. En Estados Unidos, la inversión de futuro es sagrada y si hace falta se incrementa el déficit, aquí veremos qué pasa.

¿Se quedarán los europeos pronto por detrás de China en lo espacial?

La inversión de China ya es bastante mayor que la europea. No es que los chinos sean más listos, al nacer son iguales que nosotros, ¿verdad?, pero se les da una buena formación y más presupuesto. A este nivel de inversiones europeas en investigación, la Unión Europea se quedará atrás, sin duda. No hay vuelta de hoja.

¿Podrán los chinos alcanzar a Estados Unidos?

Los chinos compraron la tecnología inicial de Rusia, de la misma forma que Estados Unidos la tomó en su día de Alemania. Es cuestión de poner a la gente lista a estudiar en las universidades apropiadas, de dedicar los presupuestos adecuados y de ciertas perspectivas vitales y libertades, cuanto más, mejor. El hecho es que Europa está muy por detrás: gasta una décima parte de lo que dedica EE.UU. €que se convierte en una vigésima parte si se incluye la inversión militar€.

Se habla mucho de la misión tripulada a Marte. Se dice que enviar hombres a la Luna fue carísimo e innecesario, que lo mismo se podía haber hecho sin tripulantes. ¿Tiene sentido lo de Marte?

Eso son tonterías impresionantes. Nada de lo que se hizo en la Luna se podía haber hecho sin hombres; no había tecnología, no había ordenadores €ocupaban habitaciones enteras€. Con Marte es lo mismo: si quieres examinar las piedras y cargar 25 kilos de muestras de forma automatizada, sale más caro que enviar a una persona. Se trata de que la humanidad se expanda y llegue a unos conocimientos, ¿no? No creo que el astronauta pueda ser sustituido por máquinas.

Valeri Poliakov dice que a Marte habría que enviar a gente mayor por la radiación. ¿Es serio?

Bueno, él es director de investigaciones biomédicas y sabe lo que dice. Su tesis es que hay que llevar a Marte a gente en forma, pero de edad avanzada. Primero, porque cuanto mayor eres, menor efecto tiene la radiación sobre ti, porque menos células de tu cuerpo están en proceso de división. Segundo, porque el riesgo de que en 20 o 25 años desarrolles un cáncer te importa menos si tienes 50 o 60, e incluso puede que nunca lo tengas.

Este año va a haber una gran actividad solar, ¿cómo afectará al laboratorio Columbus y a los astronautas?

La actividad solar tiene un ciclo de once años. En 1989 tuvimos un momento de máxima intensidad, ahora toca un poco más. El Sol afecta a todos los satélites, del sistema Galileo, por ejemplo. No tengo datos, pero por lo que he oído hay problemas con los ordenadores atribuibles a una mayor radiación. Es como si les entrara un virus y hay que reiniciarlos. No es que se fundan, pero de repente se cambian los ceros por unos y cosas así. Ahora eso ocurre con más intensidad que en otras épocas. También el fenómeno de las auroras boreales es más intenso.

Hay dos colegios que llevan su nombre. ¿Es más meritorio haber estado 19 días en el espacio que ser misionero en Nigeria o enfermera en Granollers? ¿Cómo lleva ese estrellato, le gusta, lo sufre?

Lo sufro más que otra cosa. En cualquier caso, no lo elegí yo, pero se aprende a manejarlo. Es importante el tipo de comportamiento que se fomenta entre los jóvenes; si se trata de estimular el estudio y la dedicación a los demás, esas cosas pueden no estar mal. Los medios de comunicación también tienen su responsabilidad en ese terreno.