La longevidad se considera uno de los grandes logros de la sociedad del bienestar aunque también existan voces, como la del viceprimer ministro y titular de la cartera de Finanzas del Gobierno japonés, Taro Aso, que opinan que las personas mayores suponen una carga social y económica. El político nipón, que tiene 72 años, culpó esta misma semana a los ancianos de costar "millones de yenes" al Estado y les invitó a "darse prisa y morirse". Las palabras de Aso han causado conmoción no solo en su país, que junto con España es el que tiene una esperanza de vida más alta, sino en el resto del mundo.

"Son palabras incomprensibles en un político. Japón, es una sociedad muy tradicional en lo cultural y las costumbres que tiene un gran respeto por la figura y el papel de las personas mayores. Por eso no se entiende cómo ha invitado a morir a los mayores para no gastar recursos públicos", afirma Benxamín Porto, sociólogo gallego.

Sin embargo, no le sorprende esta visión teniendo en cuenta el perfil del protagonista. "Es hijo de la elite político-empresarial nipona, católico, con vínculos con la familia real, desempeñó importantes cargos en la política japonesa y es miembro del derechista Partido Liberal Democrático. Estas características pueden ayudar a explicar su matriz de ideología individualista y su darwinismo social", recuerda Porto, para quien primar la rentabilidad económica sobre las necesidades de las personas es un peligro. "No olvidemos que la ideología de la racionalidad condujo a experimentos sociales traumáticos como han sido los totalitarismos comunistas, fascistas y nazis", argumenta.

En su opinión, recortar las prestaciones sociales tal y como sugiere Aso supone además, alterar el paradigma socioeconómico de la sociedad y entrar en un escenario de inseguridad. "Si el sistema político público es incapaz de garantizar la seguridad para satisfacer nuestras necesidades básicas en la vejez (salud, pensiones...), se deslegitima a sí mismo. Si no nos ofrece prestaciones públicas nos obligaría a ahorrar, si podemos, para hacer frente a las contingencias vitales, y se retraería el consumo, la actividad económica y se profundizaría la recesión alterándose todo el sistema socioeconómico", expone este sociólogo gallego que, sin embargo, no cree que los ancianos sean considerados una carga social, al tiempo que recuerda que en estos momentos, son uno de los grupos que más consumen. "Disponen de ciertos recursos que sirven de colchón en épocas de crisis económica como esta", apunta.

En similares términos se expresa Miguel Cancio, profesor de Sociología de la Universidade de Santiago, que tildo de "hitlerianas" las declaraciones de Aso. "Una sociedad que defiende eliminar a los más débiles es absolutamente inhumana y declaraciones como las del ministro japonés no son más que el resultado de una sociedad basada en el hedonismo, en la que todo lo viejo, enfermo, incapacitado, incluso lo feo, no sirve", opina Cancio, que añade que esta misma teoría es la que alimentó el nacionalsocialismo de Hitler.

En opinión de Cancio, la sociedad se guía cada vez más por un modelo material relativista, por lo que cada está cada vez más deshumanizada y advierte del peligro del darwinismo social. "Cuando se pierde lo esencial y se sustituye por lo insignificante viene la barbarie", alerta este profesor de Sociología en Santiago, quien añade que la sociedad no debe permitir que la dimensión humana sea sustituida por la material.

Un estudio reciente de la Obra Social de La Caixa cifraba en 300.000 hogares españoles los que vivían gracias a la pensión del abuelo. Pero el colchón económico que supone los ingresos de los pensionistas no es el único beneficio que reportan a la sociedad. Como recuerda José Piñeiro, presidente de la Confederación Gallega de Organizaciones de Mayores (Cogama), los jubilados hacen de canguros de los nietos y muchos dedican buena parte de su tiempo al voluntariado. "Somos el apoyo de la familia. ¡Cuánta gente nos necesita a nosotros!", reflexiona en voz alta Piñeiro, para quien las declaraciones del ministro japonés son "indignas". "Tengo 86 años y me encuentro fenomenal. Me levanto todos los días con las mismas ganas de hacer cosas y de luchar por los derechos de los mayores", asegura y reconoce que se siente valorado por la sociedad.