Una expedición dirigida por militares a bordo del buque oceanográfico Ángeles Alvariño localizó el pasado mes de agosto posibles restos de un pecio a 50 millas al sur de las islas Cíes. Sumergido a más de 300 metros de profundidad, los expertos del Instituto Hidrográfico de la Armada en Cádiz llevan meses analizando y procesando las imágenes sonar captadas durante esas travesías frente a la costa sur gallega a fin de averiguar la antigüedad del naufragio. Fuentes conocedoras del hallazgo se muestran muy prudentes a la hora de avanzar sus primeras conclusiones, aunque admiten que "por su relieve y dimensiones" ven probable que pueda tratarse de un submarino nazi de la II Guerra Mundial.

El Ministerio de Defensa ha clasificado como "secreta" la misión bautizada como Ofión. En ella participan como entidades colaboradoras la Fundación Estatal para el Fomento del Mar (Fomar); la Real Academia del Mar; el departamento de Navegación de la Escuela Naval Militar de Marín; la Escuela Superior de Ingenieros Navales de Madrid; el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y el Instituto Hidrográfico de la Armada en Cádiz. Según las mismas fuentes, se prevé que entre septiembre u octubre se divulguen los resultados preliminares de la investigación sobre lo encontrado en aguas gallegas.

Inicialmente, los responsables de la misión Ofión pretendían emplear el buque del IEO Ramón Margalef, dotado con los más sofisticados equipos de investigación oceanográfica y submarina de Europa. Pero la erupción del volcán submarino en la isla de El Hierro provocó el repentino destino de este barco a Canarias, y los militares tuvieron que buscar otra alternativa. En ese momento surgió la posibilidad de embarcar en un buque gemelo del anterior e igual de equipado: el Ángeles Alvariño. Con apenas unos meses de vida, la nueva unidad del IEO todavía estaba ese agosto realizando pruebas de mar, una situación perfecta para la discreción pretendida por el equipo militar. Con las erráticas travesías que conllevan esta clase de maniobras, los recorridos a marcha lenta en busca de pecios no llamaría la atención pese a abarcar una zona controlada por las autoridades para evitar posibles prospecciones por parte de empresas cazatesoros.

Cuando el 2 de agosto de 2012 embarcaron dos militares uniformados ningún tripulante del Ángeles Alvariño conocía el motivo de su presencia. Durante los tres días que estuvieron navegando, los "invitados" permanecieron encerrados en una sala donde se visionan las imágenes captadas por los equipos de rastreo subacuático. Desde este habitáculo iban dando indicaciones al puente de la ruta que debía seguir, y el capitán aceptaba las órdenes sin rechistar. Esa primera jornada de rastreo concluyó con una parada en la bocana sur de la Ría de Vigo, entre las Cíes y Baiona. A ésta le siguió otra segunda parada efectuada en la madrugada del día 3 de agosto a más de 20 millas al oeste de Cíes. Desde este punto partieron directamente hacia el puerto de Vigo, adonde llegaron de noche. Durante los días posteriores el buque permaneció amarrado en la Estación Marítima sin registrar más actividad que la de los técnicos del astillero Armón, donde fue botado hace hoy un año. Pero el viernes 10 de agosto el Ángeles Alvariño volvió a zarpar con los mismos militares a bordo y de nuevo con otra ruta muy concreta: rumbo suroeste. Fue la más larga de las travesías cubiertas bajo mando militar por el oceanográfico. Y según las citadas fuentes, en un punto situado a 50 millas el sonar captó una serie de imágenes sorprendentes. Tanto es así que en el seno de la misión cundió el desconcierto: donde la documentación militar apuntaba la posible existencia del pecio del legendario galeón del siglo XVIII Santo Cristo de Maracaibo, ahora las imágenes dibujan lo que parece un submarino nazi.