"Tengo 500 años". Con esta chocante revelación comienza la charla de Rafaela Santos, la psiquiatra granadina que preside la Sociedad Española de Estrés Postraumático. Santos acaba de publicar Levantarse y luchar, un libro sobre la capacidad de los seres humanos para superar los traumas. Esta doctora que en vez de quitarse años se pone siglos aconseja adoptar una actitud flexible ante las adversidades y propone revisar la relación entre padres e hijos. "Si se sobreprotege mucho a los niños se criarán adultos vulnerables al sufrimiento", avisa de forma enérgica mientras se mueve sin descanso de un lugar a otro en su clínica de Madrid.

-¡Menuda vitalidad tiene!

-¿Cuántos años me echa?

-Dígamelo usted.

-Tengo 500.

-Pues se conserva muy bien. Doctora, ¿no necesitará usted un psiquiatra?

-La vida es la experiencia acumulada y yo llevo más de 30 años escuchando los problemas de la gente que viene a mi consulta, así que tengo muchísima experiencia acumulada. Tengo tanta que podría cumplir 500 años.

-¿No se cansa o flaquea de escuchar tantos problemas?

-Los psiquiatras estamos entrenados para que no nos afecten los problemas, pero yo me involucro mucho con mis pacientes para que mejoren. También me involucro con sus familiares porque cuando uno enferma, enferma toda la familia. Intento hacerles sentirse mejor.

-¿Les atiborra a pastillas?

-No, no. Los fármacos en psiquiatría deben ser en dosis mínimas y el tiempo también mínimo.

-Con el objetivo de templar el alma, sobre todo para capear los temporales.

-Efectivamente. Nadie está libre de las adversidades, pero es importante estar preparado para recibirlas y gestionarlas de una manera que no te haga daño. Si tratas de cerrar la puerta a una adversidad, esta acabará entrando por la ventana.

-Las adversidades siempre son dolorosas.

-Sí, pero lo importante es la reacción que tengas ante esa adversidad. Si te echan del trabajo por un ERE es traumático, pero si tú sabes que eres válido y no te sientes fracasado será más fácil tu recuperación. Si te bloqueas te acabas hundiendo.

-¿Cómo se adquiere esa capacidad de superación?

-Solo un tercio de la población tiene esa capacidad innata. Se fijan más en la zona del qué tengo que hacer que en la de la preocupación. Todo se debe a un gen transportador de la serotonina.

-¡Qué mala suerte para los dos tercios restantes!

-La buena noticia es que esa capacidad de defensa ante las adversidades se puede desarrollar. Hay gente que tiene ese gen, pero si no se esfuerzan en ser más constructivos no les sirve de nada.

-¿Cómo se puede desarrollar esa protección ante el sufrimiento?

-Lo primero es conocerse a uno mismo. Esa excusa de 'es que yo soy así' ya no sirve porque todos podemos cambiar. Hay que ser positivo, conocer nuestras debilidades y nuestros límites igual que nuestras fortalezas. Todo está en el cerebro y el cerebro es muy moldeable. Si te esfuerzas y tienes una actitud positiva será ya un entrenamiento fundamental para afrontar cualquier adversidad. Eso es ser una persona resiliente.

-¿La resiliencia es similar a la resignación?

-La resignación es conformarse, sufrir y llevarlo lo mejor posible. La resiliencia es la capacidad de aceptar lo que nos viene con flexibilidad y salir fortalecido de la experiencia que nos ha tocado vivir. Miren a Irene Villa. ETA le quitó la piernas, pero no las ganas de vivir y ella lo hace con alegría porque ese terrible atentado la hizo muy conocida y se sabe muy querida. Ella es un ejemplo de resiliencia.

-¿Están las personas de fuertes convicciones religiosas más preparadas para afrontar y recuperarse de las situaciones traumáticas?

-No lo sabría decir con certeza, pero la gente con convicciones religiosas tiene un asidero más para tratar de superar esas situaciones y salir a flote.

-¿Hay traumas insuperables?

-No, depende de la persona. Lo que más daña a un ser humano no es lo que le pasa, sino no aceptarlo. Es entonces cuando entras en un bucle del que no sales. Eso es lo deprimente, cuando no haces más que preguntarte ¿por qué a mí? Hay que aceptar los problemas, la realidad. Ese es el primer paso para salir adelante.

-¿Y qué pasa con el dolor?

-Hay que aceptar la realidad no con resignación y hay que pasar también por el dolor. El dolor no destruye, sino no encontrarle sentido a ese dolor. Hay que decir: esto no tiene vuelta atrás y empezar a pensar cómo construir con la mirada puesta hacia adelante. Por supuesto que hay que sufrir el dolor y dar un tiempo prudente de adaptación cuando sufrimos un trauma.

-¿Ve usted a las generaciones nacidas a partir de 1970 preparadas para capear ese sufrimiento?

-Las veo poco preparadas. Los jóvenes de hoy son más vulnerables al sufrimiento porque los hemos sobreprotegido. Se crece en la adversidad. No es bueno darles a los hijos todo.

-¿Y es bueno tratar a los hijos igual?

-No. Aunque los hijos tengan los mismos padres, genéticamente son diferentes. Es injusto tratar como iguales a los desiguales y los padres deben adaptarse a las necesidades de cada hijo. Hay además que educarles para el fracaso y la frustración.

-Es que el fracaso y la frustración duelen.

-El éxito y el fracaso acompañan siempre al ser humano y te enseña mucho más el fracaso que el éxito porque ante una adversidad puedes crecer. Con el éxito sólo te crecen los aduladores. Hay que gestionar con optimismo el fracaso y ser flexible.

-Pues tienen mejor prensa las personas con fama de estrictas.

-Eso es un engaño. Las personas, cuanto más rígidas, más fuertes parecen pero son más vulnerables y son más propensas a las depresiones. Hay que ser como el junco: flexible y elástico para capear las distintas situaciones, sobre todo en épocas de crisis.

-Así que en momentos convulsos no hay que ser roble y hay que ser junco.

-Exactamente. En momentos de crisis no se puede ir con rigidez, hay que saber surfear las olas. Ya lo decía Darwin: no sobreviven los más fuertes, sino los que mejor se adaptan.