A pesar de los deseos de los padres de pasar más tiempo junto con sus hijos, "la falta de costumbre" puede convertir las vacaciones en jornadas de continuos conflictos familiares, que generan un desgaste en la convivencia y hacen que el descanso estival sea una pesadilla.

Aplicar flexibilidad en los horarios y en los hábitos, pero mantener unos mínimos en las rutinas y en las normas de convivencia son algunas de las claves para intentar afrontar estas situaciones, según explican expertos en pedagogía y psicología, que recomiendan ir preparando poco a poco el regreso a las aulas.

"Paradójicamente, cuando más horas pasan juntos padres e hijos es cuando más aumentan los conflictos", sostiene el pedagogo Jerónimo García, quien explica que en la mayoría de los casos se debe a la falta de costumbre de compartir el tiempo libre entre padres e hijos.

A pesar de que las vacaciones son una oportunidad para que los hijos puedan disfrutar con intensidad de los padres, no estar acostumbrados durante el año -sobre todo en las grandes ciudades- a estar juntos tantas horas "facilita" el conflicto.

"Otras veces ocurre por no saber encajar los tiempos o porque cada uno quiere aprovechar las vacaciones de manera diferente", indica.

El consejo que propone este experto, tutor de "superpadres.com" -un programa educativo online dirigido a padres-, es flexibilizar hábitos y horarios.

"Manteniendo la convivencia familiar, es importante para que no surjan conflictos flexibilizar los tiempos, las costumbres o los horarios a la hora de comer o de salir, sin olvidar lo importante que es hacer actividades de manera conjunta", añade.

Flexibilizar no significa que "cada uno haga lo que quiera", advierte, sino que tienen que ser los padres los que siempre "marquen los mínimos, que ayuden a no romper las costumbres y los hábitos de las familias".

El pedagogo insiste en que "no se pueden mantener los mismos horarios que todo el año", aunque aconseja recuperarlos poco a poco según se aproxima el inicio del curso escolar.

También la psicóloga María Luisa Sánchez propone invitar a los niños a que vayan haciendo algunas tareas académicas y a que ajusten su horario, aproximándolo poco a poco al del curso escolar, que comienza en dos semanas.

"No hay que imponerles de repente los deberes, pero sí sugerirles la lectura de libros que a ellos les gusten y aprovechar para hacer redacciones, dictados u otros trabajos", explica.

La psicóloga expone que un buen comienzo del curso marca positivamente la evolución del niño a lo largo del periodo escolar.

"Hay que evitar que empiecen a remolque y que no cojan el ritmo hasta octubre", propone.

Los expertos coinciden en los beneficios de aplicar una agenda de verano, en la que se incluyan el mayor número de actividades conjuntas.

"Consiste en programar actividades sencillas durante el día, como ir a la playa, pasear o montar en bicicleta; no hay que buscar actividades raras, hay que recuperar lo sencillo por lo que aporta en la convivencia familiar", explica García.

En verano, también debe haber tiempo "para el aburrimiento, y eso no es malo", apunta la psicóloga.