La paleoantropóloga gallega María Martinón-Torres, directora del Grupo de Antropología Dental en el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (Cenieh), tuvo el privilegio de estar en el yacimiento de Dmanisi, en la República de Georgia (Próximo Oriente), aquel verano del año 2005 en que descubrieron la calavera más completa y antigua de un ancestro humano, de 1,8 millones de años de antigüedad, fuera de África. Una joya que, además, estaba en un estado impecable.

Después de cumplir el rito habitual (brindar con champán derramando un poco sobre la Tierra para honrar a los antepasados), el precioso cráneo, al que bautizaron simplemente como el Número 5, por ser el quinto encontrado en Dmanisi, fue llevado a la capital y su descubrimiento pasó a un inquietante silencio. Nadie proclamó haber descubierto el cráneo ni ninguna revista científica se hizo eco del hallazgo. "En nuestro mundillo sabíamos que el cráneo existía, pero a veces me tenía que reafirmar preguntando a otros compañeros '¿tú también lo viste, verdad?", recuerda Martinón-Torres.

El jueves, ocho años después del descubrimiento, se dio a conocer oficialmente el hallazgo en la portada de la prestigiosa revista Science en un artículo que reabre el viejo debate sobre la clasificación de especies del género Homo.

No fue una simple casualidad que la paleoantropóloga ourensana estuviera en Georgia en ese momento. La experta tiene su "base" en Atapuerca pero es asidua investigadora del riquísimo yacimiento de Dmanisi, donde participa desde 2003 en un proyecto de colaboración y estudio de sus fósiles; una investigación con la que han logrado poner sobre la mesa la posibilidad de que "el origen de los primeros europeos no es africano, sino asiático".

El cráneo número 5 se descubrió en dos etapas de la excavación: la mandíbula en 2000 y el cráneo cinco años después, pero los científicos están seguros de que casan a la perfección, que son del mismo individuo.

De hecho, la aportación gallega en este importantísimo hallazgo verá la luz muy pronto. La doctoranda de Martinón-Torres, Laura Martín Francés, es la primera firmante del artículo, ya aprobado y que publicarán en un mes, en el que ofrecen los resultados del análisis de los dientes de la preciada mandíbula.

"Demostramos que la tan singular morfología de la mandíbula y el tipo de desgaste tan particular que tiene en su dentición anterior no se deben a sus patologías, como se había pensado hasta ahora, sino que creemos que se trata de una especie humana adaptada a otro nicho ecológico", apunta Martinón-Torres, que firma el artículo junto a Laura, Elena Lacasa, Pilar Fernández, Ana Gracia y José María Bermúdez de Castro. El desgaste de los dientes, apunta María, se debe especialmente a la dieta, "a la ingesta de un alto contenido en alimentos de origen vegetal y fibras que requieren además trabajo de preparación o pre-masticatorio parecida a la de otros primates, como el chimpancé, que producen este tipo de desgaste".

De este modo, Martinón-Torres rechaza la idea de los científicos de la investigación del cráneo número 5, que apunta a que todos los fósiles del género Homo sean considerados como una única especie aunque con características físicas diversas. "Es difícil de mantener que pudiera existir una misma especie transcontinental que se mantuviese un millón de años sin cambiar a no ser que se congelase la biología", asegura convencida Martinón-Torres.

La experta apunta que tal vez el macho de Dmanisi y el resto de los homínidos fuesen en realidad dos grupos que pudieron vivir en el mismo lugar pero separados por más de 10.000 años. "No competían entre ellos porque su alimentación era diferente, así que era posible la convivencia", concluye.