Mario estudia y trabaja unas horas los fines de semana. Viste ropa de marca y no se despega de su smartphone de última generación. Tiene novia, pero no piensa ni de lejos en vivir con ella. Vive con sus padres, en una habitación en la que cuelgan pósteres de sus grupos de música favoritos, una actriz con poca ropa y la bandera de su equipo de fútbol. Sale por las noches y no avisa cuando no va a llegar a cenar. Mario podría ser un adolescente cualquiera de 15 o 16 años pero, en realidad, tiene 25. Y es un adolescente cualquiera.

Lo que hasta hace poco los especialistas solían llamar "adolescencia tardía", ahora la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define directamente como adolescencia, y extiende este periodo hasta los 25 años. Pese a que históricamente este organismo internacional limitaba esta etapa de los 11 a los 19 años -adolescencia temprana de 12 a 14 años y la adolescencia tardía de 15 a 19 años- ahora muchos de sus especialistas sostienen que esta etapa de la vida se prolonga hasta los 25 y no son pocos para los que la edad de la adolescencia puede superar los 30 años.

Los expertos gallegos consultados destacan que la crisis económica, sin duda, acentúa la dependencia de la familia, pero hay mucho más. "Los padres también contribuyen a demorar este proceso que va de la adolescencia a la madurez ya que les hemos infantilizado; les damos todo hecho a los hijos, los metemos en una burbuja, y eso favorece el retraso de su autonomía", destaca Manuela del Palacio, presidenta de la sección de Educación del Colexio de Psicoloxía de Galicia. Se trata de una especie de juego generacional entre padres e hijos de detención del tiempo: "Es como si ambos quisieran perdurar un poco más como padres de esos hijos tan deseados y ellos como hijos dependientes de esos padres", apunta la psicóloga.

A esto añade Del Palacio que muchos nuevos jóvenes encuentran cada vez más difícil definir su identidad al tener padres con rasgos adolescentes. "Son padres que tienen miedo a poner límites y que se sienten culpables si lo hacen y a veces se olvidan de que alguien tiene que ser el adulto".

La experta enumera algunas de las características que delatan al adolescente: "Tiene un carácter emocionalmente inestable, se rige más por sus caprichos y no es consciente de las consecuencias que su conducta puede generar; en realidad, el principio del hedonismo está tan en boga en la sociedad actual que muchísimos adultos tienen rasgos de adolescentes", recalca.

La sociedad compleja e incierta en que vivimos, donde a la crisis económica se une la de la familia y los valores, tienen también un peso clave en la prolongación de la etapa adolescente. Así lo remarca el catedrático de Sociología de la Universidade da Coruña José Romay. "Los humanos tienen la característica innata de la adaptación; la adolescencia es un periodo relativamente nuevo, nuestros abuelos pasaban de niños a hombres o mujeres sin nada intermedio; tenían esa necesidad para sobrevivir", recuerda.

Los adolescentes actuales, en cambio, incorporan la realidad de un modo distinto: "Tienen más temores, incertidumbres y menos expectativas que las generaciones anteriores; antes uno se formaba para una profesión y, al terminar, se ponía a trabajar y formaba una familia, que son los criterios de la adultez. Hoy a los 25 años muchos siguen con un trabajo muy precario y no se atreven a independizarse. No es extraño, que se planteen no apurarse en crecer y asumir responsabilidades de adultos", describe.

Los números corroboran estas sensaciones: según el Informe de la Juventud en España de 2012, el 29,8% de las mujeres y el 41,1% de los hombres siguen viviendo en casa de sus padres entre los 25 y los 34 años. Si se comparan estos datos con los referidos a jóvenes extranjeros se observa que éstos se independizan de la familia en mayor porcentaje que los españoles en todos los grupos de edad. De hecho, tan solo el 25,8% de los jóvenes extranjeros de 25 a 29 años viven con sus padres.

Por otra parte, la infancia cada vez es más corta: "Hay niños de 10 años que tienen ya rasgos de adolescentes", apunta Manuela del Palacio. Pero además, especialmente en el caso de las niñas, se une una causa física. La Asociación Española de Pediatría alerta del aumento de los casos de pubertad precoz en niñas que, en los últimos diez años han visto adelantado su desarrollo de los 10,8 años a los 9,8. También las últimas investigaciones señalan que el desarrollo cognitivo de los jóvenes continúa más allá de los 18 años y que su madurez emocional, imagen personal y el propio juicio se verán afectados hasta que la corteza prefrontal del cerebro se desarrolle completamente. ¿Y cuándo sucede? la psicóloga Graciela Moreschi lo resume así: "La adolescencia comienza en la pubertad y termina en la cultura".

La psiquiatra Graciela Moreschi es la autora del libro Adolescentes eternos (Ed. Paidós), en el que reflexiona sobre las causas y consecuencias de esta adolescencia cada vez más larga. En su opinión, influyen principalmente los valores del postmodernismo. "Vivimos en una sociedad más consumista que capitalista, donde los objetos y las marcas son los que posicionan socialmente; a eso se añade la sexualidad, que antes era uno de los motores de la independencia y hoy se vive sin problemas dentro del hogar familiar", apunta.

De este modo, destaca que la adolescencia eterna es más habitual en las familias de clase media y alta. "Los jóvenes eligen darse caprichos y no quieren renunciar al nivel de vida que tienen (coche, tecnología cara, salidas, ropa de marca...) a cambio de su independencia. Quieren irse de casa cuando puedan asegurarse todo esto y eso no es fácil en estos tiempos", subraya.

Esta situación, advierte la psiquiatra, "afecta y mucho" tanto a padres como a hijos: "Los padres se sienten invadidos, incómodos en su propia casa y culpables por las consecuencias que tendría decir "Basta, esta es mi casa". Y los hijos no pueden encarar compromisos afectivos más sostenidos. El padre que pone un límite es aquel que ayuda a su hijo a volar.