La drogadicción de los padres, el maltrato o directamente el abandono constituyen las principales causas por las que la Xunta mantiene bajo su tutela a 1.448 menores de edad. Su día a día pasa por dos opciones si no entran en el programa de adopciones: vivir en una residencia o con una familia de acogida, la mejor opción para los especialistas porque ofrece un contacto personal al niño cercano a un entorno normalizado. Sin embargo, la crisis ha provocado que la creciente solidaridad se haya frenado quizás por las penurias económicas de algunas familias dispuestas a acoger. Los niños tutelados bajo esta modalidad se han reducido en torno a un 30%, pasando de los 1.793 de 2010 a los 1.268 de este mes de noviembre.

La Consellería de Traballo e Benestar desvincula estas cifras de la recesión económica que ha elevado el paro de manera continuada desde 2009 a pesar de la diferencia entre ambas cifras y alega que la cifra de menores bajo su cuidado -1.448- es un 3,9% menor a la de 2010. El presidente de la Asociación de Familias Acolledoras, José Luis Álvarez, reconoce su impacto. "Obviamente si la crisis te afecta, con paro o descenso de sueldo, hace que no sea el mejor momento para un acogimiento. Si no tienes un equilibrio económico, te puede crear mucha ansiedad", explica con una experiencia de dieciocho años en este tipo de programa.

A pesar del desconocimiento del programa, las cifras muestran un incremento de la solidaridad, pues son ya 353 las familias apuntadas a un proceso en el que durante un tiempo asumen el cuidado de un niño. "Los tratas como tus hijos, son uno más, pero no son tus hijos ni es una adopción. Cuando llega el momento y sus padres han resuelto sus problemas, se van con sus familias biológicas", define Álvarez, quien reclama más ayudas desde la administración.

En la actualidad 353 familias están apuntadas al programa por 276 de 2010. Sin embargo, solo 112 están acogiendo ahora por las 148 de entonces -un 24% menos-, pues los padres acogedores pueden solicitar una suspensión temporal en su participación en el programa en función de su situación personal o económica.

Benestar concede entre 240 euros y 600 -para casos de bebés- al mes para que las familias cubran los gastos de cada niño, cifra que para Álvarez apenas cubre gastos. "Si fuese por ese dinero no lo harías", comenta antes de defender la "ayuda al que tienes cerca" frente a la solidaridad que despiertan tragedias en otros lugares del mundo.

En la actualidad, viven 643 menores en residencias, por 148 en acogimiento de familias ajenas y 1.120 en familias extensas (parientes que voluntariamente asumen esta tutela).

El caso de Fernando López resulta una anomalía. Primero, porque no es habitual que un soltero se apunte al programa de acogimiento. Segundo, porque en abril se cumplirán diez años desde que se hizo cargo del cuidado de un pequeño de 7 años y que ahora va a cumplir 17. Tercero, porque durante este proceso también ha adoptado a una niña que ahora tiene 13. "Siempre quise ayudar, especialmente con los niños, y cuando conocí el programa me apunté. Y hasta ahora", justifica.

Su caso resultó complejo desde el principio. "Me explicaron que el niño, que tenía 7 años, era un caso difícil y sería un acogimiento largo porque sus padres no podrían hacerse cargo de él, lo asumí, pero la verdad es que no fue fácil", relata.

"Somos especialistas en dar cariño, pero necesitamos ayuda de la administración porque estos niños arrastran muchos problemas: hiperactividad, agresividad, déficit de atención. Siempre desconfían y te ponen a prueba y además no entienden la mentira como algo malo. Aunque en casa es más fácil, el colegio es siempre el lugar donde más problemas hay. No saben comportarse y fracasan. Y ahí nos falta ayuda", añade.

El niño a su cargo, del que no quiere ni dar el nombre ni que se le reconozca en la fotografía, solo solucionó sus problemas escolares cuando se le diagnosticó déficit de atención. "Se empezó a medicar y todo mejoró. Quiere ir a la universidad y probablemente cuando tenga 18 años siga conmigo", cuenta Fernando con orgullo, pero no sin antes defender las posibilidades que ofrece el acogimiento frente a las residencias de menores. "¿Cuántos chavales que están en centros se plantean llegar a la universidad? En un centro son carne de cañón", alega antes de reclamar a la Xunta un esfuerzo para favorecer la acogida.

Tras vencer la resistencia de su familia biológica, Fernando concede una anécdota. "A veces me presenta como su padre, su tío o su educador. Según le convenga", ríe. "Por cierto, quiere estudiar Terapia Ocupacional", añade.