La música se detuvo en Italia durante las primeras horas de la mañana de ayer con el anuncio del fallecimiento de Claudio Abbado, el célebre director de orquesta milanés, reconocido en el país como un artista "revolucionario" con la música clásica como instrumento para llegar a los más jóvenes.

Tras una larga enfermedad, que comenzó en 1999, fecha en la que le detectaron un cáncer de estómago que nunca le separó de la batuta, Abbado murió ayer "serenamente, en su apartamento de Bolonia" (centro), señaló en un comunicado su familia, que además pidió a las personas que quieran honrar la memoria del director que no envíen flores sino que hagan un donativo para recaudar fondos para el hospital de Hematología y Oncología pediátrico boloñés.

Y es que el nombre de este director, que pasaría por los principales templos de la música clásica del planeta, está íntimamente ligado al mundo de los jóvenes y de la infancia. Fue el fundador de la Joven Orquesta de la Comunidad Europea en 1978 y durante su dilatada carrera, no cejó en su empeño de llevar la música clásica a cárceles y hospitales pediátricos porque, a su juicio, "la cultura permite superar todos los límites", por lo que siempre se mostró muy crítico con los recortes a la cultura.

De padre violinista y madre pianista, Abbado nació y creció en la tierra de Giuseppe Verdi, en la región italiana de Emilia Romagna en 1933 y, después de pasar por los templos de la música clásica más importantes del planeta, se convirtió en una reputada figura cultural tanto en Italia como en el extranjero. Fue director de uno de los templos de la lírica, el teatro de la Scala de Milán, entre 1979 y 1989, una institución que hoy reconoció que Abbado "permanecerá por siempre en el teatro". También dirigió la Ópera del Estado de Viena (1986 a 1991) y la Filarmónica de Berlín, siempre con su estilo ágil y brioso, tal y como recordó ayer el cineasta Roberto Benigni.

"Pequeño, frágil, delicado. Le bastaba subirse en el podio y, al primer movimiento de batuta en el aire, ocurría el milagro. Todo se hacía inmenso, incorruptible e inmortal", recordó el actor y cineasta italiano. Abbado era también senador vitalicio, "por sus méritos en el campo artístico", nombramiento que recibió el pasado 30 de agosto del presidente italiano, Giorgio Napolitano.

Pero el músico no dudó en destinar su sueldo de senador a la Escuela de Música de la pequeña localidad de Fiesole (centro), en lo que se consideró su último gesto para promocionar la música clásica. Muy presente en la vida cultural latinoamericana, dirigió en 2010 la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, que implica actualmente a cerca de 400.000 jóvenes del país y que supone uno de los proyectos musicales más importantes del continente.

Su pérdida, después de casi 81 años de vida, supuso ayer una oleada de reacciones en Italia, donde la mayoría de las autoridades políticas y culturales expresaron sus propias palabras de condolencia.

"Con su talento, su abnegación, los excepcionales resultados alcanzados a nivel nacional e internacional en el curso de su dilatada carrera, ha sido y continuará siendo un punto de referencia para todo el país. El mundo de la música pierde un protagonista absoluto", señaló el primer ministro italiano, Enrico Letta.

Napolitano quiso sumarse a los homenajes "no solo como antiguo amigo y admirador, sino como representante de la colectividad nacional". "Fue un hombre que encumbró en Europa y en el mundo la gran tradición musical de nuestro país, contribuyendo con su gran talento y su profunda sensibilidad civil a la apertura de nuevos caminos para un rico desarrollo de la relación entre la cultura y la sociedad", aseveró.

La plaza en la que se sitúa la basílica de San Stefano de Bolonia, que acogerá desde hoy su capilla ardiente, se llenó ayer de flores y mensajes, al igual que las puertas de su apartamento, en las que, a primera hora de la mañana ya lucía una rosa blanca que alguien dejó en señal de pésame.