El David de Miguel Ángel, "El Grito" del noruego Munch o la Mona Lisa de Da Vinci son iconos de la historia del arte cuya popularidad han sabido aprovechar las empresas para utilizarlos como reclamo publicitario convirtiéndolos en un David obeso, un muñeco inflable o una Mona Lisa a lo Marge Simpson.

La resistencia de estas emblemáticas obras a la manipulación a la que han sido sometidas a lo largo del tiempo es el tema que analiza "De Mona Lisa a los Simpson" (Lunwerg) con la ayuda del crítico de arte Michele Robecchi y la historiadora de arte Francesca Bonazzoli.

"Las majas" de Goya; "La Madonna" de Rafael, la "Venus de Milo", el "Discóbolo"; "El beso", de Gustav Klimt; "El Guernica", de Picasso; "Noctámbulos", de Edward Hopper; "La persistencia de la memoria", de Dalí; o "Gold Marilyn Monroe", de Andy Warhol, son algunas de las obras que aparecen en la publicación, en la que se aportan detalles curiosos sobre la transformación de estos emblemas.

"Transformar una imagen de manera irreverente sirve de todas formas para consolidar su fuerza como símbolo", asegura en su introducción Francesca Bonazzoli, para quien un icono llega a convertirse en tal "porque resiste a su manipulación cuando pasa de un autor a otro, trátese de un artista, un publicista o un dibujante de cómics".

Para esta periodista e historiadora de arte, "la fuerza de una imagen se revela, precisamente, en el ir y venir de sus múltiples interpretaciones: de la mano de Dios que toca la mano del primer hombre en "La creación de Adán" de Miguel Ángel, pasamos a la misma mano copiada por Caravaggio" hasta llegar a Steven Spielberg, que lo recupera para el cartel de "ET el extraterrestre".

De esta forma el mítico David (1504) de Miguel Ángel perdió sus medidas perfectas en el anuncio publicitario de una cadena de restaurantes de comida sana, Freshii, en 2010, al aparecer con sobrepeso bajo el lema: "Muy mal, no ha comido en Freshii".

Pero esta no ha sido la única vez en que la famosa escultura ha aparecido como reclamo de los publicistas, que no han dudado en vestirla con un mono de Missoni para Vogue Fashion Night Out, o en hacer versiones irreverentes como la repetición "casi obsesiva" únicamente de su órgano genital que propuso Andy Warhol.

La Mona Lisa (1503-1506) de Leonardo Da Vinci protegida en una vitrina de seguridad del Louvre ha sido, quizás, una de las más versionadas, ya sea para promocionar una tarifa aérea de Lufthansa barata; para un fotomontaje de la icónica imagen ataviada de Marge Simpson; como anuncio de una agencia alemana de contactos por internet o para la cadena Pizza Hut con el lema "Prepárate para algo verdaderamente italiano".

El cuadro más famoso de Edvard Munch, "El Grito" (1893), imagen representativa del dolor, fue reproducido en forma de muñeco inflable para una exposición dedicada al noruego en 1998 en el Museo de Arte Moderno de Lugano, frente al cual se colocó el muñeco que representaba al hombre que grita.

Según la publicación, la empresa estadounidense que fabrica estos muñecos desde 1991 ha vendido en once años más de 450.000 ejemplares en veinte países del mundo, con EE.UU. y Japón a la cabeza, a pesar de que, como mínimo, la mitad de los que lo compran no saben ni siquiera que existe un cuadro titulado "El Grito". "Reconocen, simplemente, en esa imagen la descripción de su misma angustia".

El histórico "El beso", pintado entre 1907 y 1908 por Gustav Klimt, ha sido reproducido en infinidad de ocasiones bajo distintas motivaciones: en colecciones de moda, en viñetas o en composiciones, aunque una de las más llamativas sea quizá la superposición del cuadro a la fachada de un edificio destrozado por los proyectiles en Damasco.

Con esta obra, el artista Tammam Azzam realizaba en 2013 una amarga reflexión sobre el conflicto en Siria.

El óleo "La persistencia de la memoria" (1931), uno de los famosos cuadros de Dalí de relojes derretidos, ha sido utilizado recientemente por la marca KitchenAid para comparar el poder de transformación de un robot de cocina con la capacidad que tenían los surrealistas de convertir los sueños en arte.

Pero estos son solo algunos ejemplos de los muchos que existen en torno al uso y abuso del arte como reclamo publicitario. "Actualizaciones, errores, malinterpretaciones, traiciones, actualizaciones, cancelaciones: todas y cada una de estas etapas resultan indispensables para que se construya un icono. De hecho, también en el culto laico del arte, cada imagen sacralizada se convierte en una fuerza creadora", concluye Francesca Bonazzoli.