"Hay que recuperar las ganas de tener hijos", proclama Alejandro Macarrón (Avilés, 1960), impulsor de la Fundación Renacimiento Demográfico que alerta del "peligroso" envejecimiento que ha sufrido España en los últimos 30 años. Casado y padre de tres hijos, Macarrón dibuja en El suicidio demográfico de España el panorama desolador de una sociedad que se asoma al precipicio de una decrepitud no sólo económica. "Vamos a perder el bienestar afectivo que suponía tener parientes", avisa con crudeza este consultor de estrategia empresarial dispuesto a convencer a los españoles de que los niños no son sólo "maravillosos", sino que además "compensa tenerlos".

-¿Tan grave es la recesión demográfica en España?

-Es agudísima y no sólo por el déficit tremendo que cada año deteriora las arcas de la Seguridad Social. También se nota en el gasto de Sanidad y se hará más patente en el dedicado a la Dependencia. Estamos asistiendo sin reaccionar a la muerte a cámara lenta de un pueblo.

-¿Quién tendría que reaccionar?

-No veo este debate en la agenda política porque es un problema a largo plazo que no interesa a mentes cortoplacistas. En España, los políticos tienen miedo a decir que nos faltan niños.

-Es que no es muy fácil hoy en día ser padre y mucho menos madre.

-No tenemos niños porque los políticos no inculcan valores para tenerlos ni redactan leyes que faciliten la maternidad. Este es un problema social, no individual, y hay gente que se incomoda cuando se le dice que hay que ser padres. Las ideas de maternidad, hijos y hogar se han convertido en valores denostados en favor del ansia de éxito y poder. Hay un déficit catastrófico de natalidad que nos ha hecho entrar en una espiral de la muerte.

-Le noto un tanto catastrofista.

-En absoluto. Cada vez hay en España menos mujeres en edad de procrear. Por cada dos niños que nacen haría falta uno más para recuperar nuestra demografía. Hemos perdido un tercio de los jóvenes que teníamos hace 15 años.

-Así que sólo hay más nacimientos que muertes gracias a los bebés de los inmigrantes.

-Exactamente. Los españoles autóctonos decrecen desde hace varios años.

-¿No sucedió exactamente lo mismo hace una década?

-Sí. Hace 10 años se vivió esta misma tendencia que se frenó gracias al baby-boom de la inmigración. Lo que sucede ahora es que los inmigrantes se nos van y no sólo los inmigrantes, también los españoles jóvenes y más cualificados. El grado de envejecimiento de los españoles es muy alto, de 43 años. En los tiempos de Cuéntame era de 33 años, así que hemos envejecido 10 años desde la Transición.

-¿No es bueno este estancamiento para aliviar las filas de las oficinas del paro?

-Sí, pero de forma temporal. Tenemos una alta tasa de desempleo por el brutal boom de la inmigración que se produjo en los últimos años. Pero si ahora se nos van los inmigrantes y tampoco tenemos hijos, nos enfrentamos a un panorama en el que no habrá paro, ni delincuencia, ni nada. Yo no quiero vivir en un cementerio.

-Pues dígame, por favor, qué se puede hacer para frenar este envejecimiento de España.

-Lo primero que hay que hacer es contar a la gente que tenemos un problema tremendo y después tomar medidas que favorezcan la natalidad. Tenemos que recuperar las ganas de tener niños. ¡Son maravillosos! Es además una pena que cada vez tengamos hijos más tarde.

-¿A qué edad fue usted padre por primera vez?

-A los 43.

-¡Pues tampoco era usted un chiquillo!

-Yo soy hijo de mi generación y es cierto que los tuve casi in extremis. Siempre me han gustado los niños, pero además es que no me casé hasta los 41. Tengo la suerte de que mi mujer es 12 años más joven que yo.

-Pudo haberlos adoptado.

-Hasta ese punto no llego. No me hubiese gustado criar a un hijo solo, por eso creo que también es importante recuperar el valor de la familia para favorecer la natalidad.

-¿Qué tipo de medidas cree usted que favorecerían esa natalidad?

-Las medidas tendrían que ser del Gobierno vía impuestos, desgravaciones fiscales, y deducciones en las cuotas de la Seguridad Social. Las pensiones no pueden ser iguales para el que tiene hijos que para el que no los tiene porque esos hijos también van a ser aportadores de riqueza a las arcas estatales. Además, la sociedad tiene que cambiar y ser más tolerante con los padres.

-¿Qué quiere decir?

-Hay que generar una conciencia favorable a la familia con un ambiente de solidaridad hacia el que tenga hijos. Existe, por ejemplo, un entorno hostil en los trabajos con los padres que tienen que llevar a sus hijos al médico.

-Es que se carga de trabajo al que legítimamente ha decidido no ser padre.

-Esos hijos serán cotizadores a la Seguridad Social. Hoy en día no hace falta tener tantos chiquillos como antes. Con dos bastaría para evitar el suicidio demográfico. Fíjese si hay hostilidad hacia la natalidad que si una mujer quiere tener muchos hijos se la llama coneja y si quiere quedarse en casa, maruja.

-¿Es el declive demográfico igual en todas las regiones de España?

-No. Galicia, Asturias, Castilla y León y el País Vasco son las zonas de España que más han envejecido. Únicamente ganaron algo de población residente Andalucía, Madrid, la Comunidad Valenciana, Murcia, Canarias y Baleares.

-¿Cómo es posible que en el rico País Vasco se haya producido el mayor deterioro demográfico de España?

-Las escuálidas tasas de fecundidad no responden únicamente a cuestiones económicas. Andalucía, por ejemplo, mantiene los niveles de fecundidad a pesar de ser una de las comunidades autónomas más pobres de España. Canarias era de las más fecundas y ahora es de las menos fecundas. Para frenar esta caída demográfica es fundamental que te apetezca tener hijos y que se produzca un contagio de valores.

-¿De qué valores habla?

-El valor de la familia. Nos estamos jugando nuestro futuro. La natalidad sólo repuntará si la sociedad se asusta del negro futuro previsible y reacciona para que quienes pueden tener hijos recuperen el sentimiento de que los niños son maravillosos y compensa tenerlos. ¡Los españoles tienen ahora menos hijos que a finales del siglo XVIII!

-Tampoco Alemania, el país más rico de Europa, se caracteriza por la juventud de su población.

-Alemania, Italia y España son los países más envejecidos de Europa. Lo que sucede en Alemania, es que su economía está muy volcada en el exterior y tiene una gran afluencia de inmigrantes. Este problema es también gravísimo en Rusia y en los países del Este de Europa que sufren una verdadera hemorragia demográfica por la inmigración a Occidente. Francia se salva porque siempre fue un país muy natalista. España se está convirtiendo en un país decrépito en el que no sólo peligran las pensiones, sino los demás fundamentos del bienestar y la prosperidad de la sociedad.

-¿Qué otros fundamentos están en peligro?

-Habrá dolorosísimas consecuencias económicas al bajar el consumo y la inversión. Se depreciará el valor de las propiedades inmobiliarias, aumentará el gasto farmacéutico, no habrá emprendedores y se acabará con el bienestar afectivo al desaparecer los hermanos, los primos, los nietos y los sobrinos. Además está en juego la calidad del sistema democrático.

-¿Cómo afecta la baja natalidad a la calidad del sistema democrático?

-La democracia se basa en pensar en el bien común, pero si lo que más hay son jubilados se creará un lobby. Vamos hacia una democracia dominada por el lobby pensionista. De hecho ya se ve que lo último que quieren tocar los políticos son las pensiones. Pero además de hacia un desastre demográfico nos encaminamos a un posible desastre geopolítico: nos pueden comer los vecinos.

-¿No corremos el riesgo también de que nos coman los vecinos si basamos nuestro crecimiento demográfico en aluviones masivos de inmigrantes?

-Efectivamente. La historia nos demuestra que la llegada masiva de inmigrantes provoca siempre roces. Lo que no hay que pensar es que los inmigrantes nos están invadiendo, pero pueden plantear retos de integración y fracturas sociales si vienen de golpe y de forma masiva personas de otras culturas y otras religiones. Además, buena parte del PIB que generan los inmigrantes es expatriada en remesas y si logran una pensión o un subsidio por desempleo, muchos lo gastarán en sus países de origen. De todas formas, lo peor que nos puede pasar es que no vengan inmigrantes. Eso es lo que pasa en países envejecidos y en crisis. Nadie se plantea emigrar a un lugar sin futuro.

-¡Menudo panorama, señor Macarrón!

-España está en vías de morir y con una muerte muy lenta. De seguir así, España desaparecería en 1.000 años, pero lo peor es ver esa decadencia llena de tristeza. Es triste vivir en una sociedad sin parientes y sin niños. Todos preferimos el ruido de un colegio que la apatía de un asilo.