En las profundidades del espacio, a unos 1,5 millones de kilómetros de la Tierra y camuflado entre un sinfín de cuerpos celestes, se ha hecho un hueco Gaia, una de las joyas de la Agencia Espacial Europea (ESA), que tiene como objetivo censar mil millones de estrellas y un número impensable de asteroides, enanas marrones, agujeros negros, exoplanetas, quásares y otros objetos del firmamento de la Vía Láctea, para crear un atlas tridimensional de la galaxia con un nivel de detalle sin precedentes.

El satélite, lanzado el pasado mes de diciembre, está siendo sometido por los expertos de la ESA a todas las pruebas previas a su entrada en operación científica. Los aparatos de a bordo, incluido el reloj atómico, la antena para enviar datos a la Tierra y los propulsores funcionan ya correctamente, pero se ha detectado un problema porque en algunas imágenes se aprecia un exceso de iluminación que entra en los detectores. La comunidad científica gallega, y especialmente la Universidade da Coruña (UDC), están muy pendientes de todo lo que ocurre, no obstante, el Laboratorio Interdisciplinar de Inteligencia Artificial que dirige el catedrático Bernardino Arcay en la UDC, así como la astrofísica Minia Manteiga y su homóloga viguesa Ana Ulla, han participado activamente, desde sus inicios, en el proyecto, desarrollando los algoritmos que permitirán a Gaia clasificar los cuerpos celestes.

"El lanzamiento fue estupendamente, salió todo muy bien, y Gaia llegó a su órbita justo cuando estaba previsto", recuerda el ingeniero informático e investigador del Laboratorio Interdisciplinar de Inteligencia Artificial de la UDC Diego Fustes, quien explica que está previsto que, durante aproximadamente seis meses, los expertos de la ESA sigan probando todos los componentes del satélite -el sistema de propulsión, la cámara digital de 1.000 millones de píxeles, etc...- para cerciorarse de que funcionan correctamente. "Hasta ahora han detectado algunos problemas preocupantes, aunque sin llegar a ser trágicos", apunta Diego. "En un primer momento, por ejemplo, vieron que los propulsores que permiten al satélite hacer el movimiento de rotación sobre sí mismo gastaban más combustible del que deberían, una cuestión que solucionaron con bastante facilidad, cambiando su software de ajuste", añade. Y es que Gaia está diseñado para que todos sus parámetros puedan ser modificados desde la Tierra. "Es una auténtica pasada", subraya el ingeniero informático e investigador del Laboratorio Interdisciplinar de Inteligencia Artificial de la UDC.

Otro inconveniente detectado es que el satélite de la ESA "no se ve bien desde la Tierra, brilla menos de lo que se esperaba, y esto dificulta el cálculo de su órbita", indica Diego Fustes. El principal problema ahora es, sin embargo, el gran parasol de 10 metros de diámetro que protege sus sensibles componentes de la luz solar, fabricado en España. "Al parecer refleja los rayos del sol. No es un problema continuo, pero los expertos de la ESA lo están intentando solucionar, variando ligeramente su ángulo de inclinación para evitar que entre la luz", explica Fustes.

El ingeniero informático e investigador del Laboratorio Interdisciplinar de Inteligencia Artificial de la universidad coruñesa confía en que ese escollo, y otros que puedan surgir en los próximos meses, se solucionen satisfactoriamente, e insiste en que, por el momento, la misión de la ESA mantiene el calendario previsto. "A finales de este año, más o menos, esperamos empezar a analizar los datos del satélite. Entretanto, estamos validando la primera versión del catálogo con datos simulados, haciendo lo que se denomina chequeos de correlación", señala. "El objetivo que tiene Gaia es el de hacer un mapa bastante completo de la Vía Láctea. Con los datos que se obtengan, intentaremos analizar cuál ha sido su evolución y cómo hemos llegado a tener esta galaxia que tenemos ahora", añade Diego Fustes.

Gaia, con un coste cercano ya a los 800 millones de euros, fue lanzado al espacio el pasado 19 de diciembre desde la base europea en Kourou (Guayana francesa). Se trata de una ambiciosa misión de astronomía diseñada para cartografiar mil millones de estrellas en la Vía Láctea y hacer un mapa tridimensional de la galaxia con datos de alta precisión de las propiedades de cada astro observado, su posición y desplazamiento. El observatorio está situado en órbita de Lagrange 2, un punto virtual en el espacio de equilibrio gravitatorio de la Tierra y el Sol. El satélite barrerá el cielo durante cinco años de forma continua, y así observará cada cuerpo celeste una media de setenta veces. La colosal marea de datos que los científicos esperan recibir dará lugar a un catálogo final que se publicará hacia 2022 y que ocupará un millón de gigabytes, lo que equivaldría a 200.000 DVD. Antes, en 2016, se publicarán ya los primeros resultados.