Se está registrando una tormenta formidable por la que podríamos denominar solución Kasper para los divorciados vueltos a casar. El cardenal alemán Walter Kasper, que acaba de cumplir 81 años, la expuso en el consistorio de purpurados del pasado febrero y desde entonces no hay día en el que otros cardenales o altos eclesiásticos manifiesten que su propuesta es imposible absolutamente. En cambio, a su favor se están declarando los obispos alemanes y en algún momento habrá que analizar la causa "material" de ese empeño germano, que también se extiende a otros países centroeuropeos.

Pues bien, pese a las andanadas nada discretas que recibe la solución Kasper -que suena además coincidente con las ideas del papa Bergoglio-, este temporal sobre uno de los fundamentos de la Iglesia, es decir, la indisolubilidad del matrimonio, apenas está trascendiendo a los medios de comunicación. No obstante, tal vacío informativo sería otra prueba de cómo la popularidad del Papa absorbe todo el contenido informativo sobre la Iglesia, y de tal modo que el Pontífice y su buena imagen actúan como escudo disipador de noticias sobre la marcha real del catolicismo. Esto también merecería otro análisis detallado.

En todo caso, la solución Kasper a que un divorciado vuelto a casar pueda recibir el perdón sacramental y la comunión eucarística -del que hoy les excluye la Iglesia- consiste en lo siguiente, según su propia intervención ante 150 cardenales: "A un divorciado vuelto a casar: 1) si se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio; 2) si ha aclarado las obligaciones del primer matrimonio y si ha excluido de manera definitiva volver atrás: 3) si no puede abandonar sin otras culpas los compromisos asumidos con el nuevo matrimonio civil; 4) si se esfuerza en vivir al máximo de sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y educar a sus hijos en la fe; 5) si desea los sacramentos como fuente de fuerza en su situación, ¿debemos o podemos negarle, después de un tiempo de nueva orientación el sacramento de la penitencia y después el de la comunión?". Esta vía la basa Kasper en que "no puede haber alguna duda sobre el hecho de que en la Iglesia de los orígenes, en muchas Iglesias locales, y por derecho consuetudinario había después de un tiempo de arrepentimiento la práctica de la tolerancia pastoral, de la clemencia y de la indulgencia". Es decir, un argumento de autoridad tomado de la historia o de una tradición que tuvo cierta vigencia durante un tiempo.

En la misma intervención, Kasper también se preguntó sobre el divorciado vuelto a casar y penalizado sin sacramentos. "¿No es tal vez una instrumentalización de la persona que sufre y pide ayuda si hacemos de ella un signo y una advertencia para los otros? ¿La dejamos morir sacramentalmente de hambre para que otros vivan?". Son dos preguntas como bombas y cuyo sustrato es tremendamente complejo y muy antiguo: la tensión entre el individuo y las normas del grupo al que pertenece, así como la ejemplaridad de las penas frente al perdón y la misericordia cristiana.

Frente a la propuesta de Kasper se han manifestado con gran contundencia los cardenales Müller. Caffarra, O'Malley o Burke, auténticos portaaviones de la flota católica; y a su favor lo ha hecho el cardenal Reinhard Marx, recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. Pasarán más días y temporales y en algún momento Francisco resolverá. ¿O no?