Un estudio realizado por genetistas del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS) ha logrado identificar una región del cromosoma 2 asociada con la predisposición a desarrollar toxicidad en pacientes de cáncer de próstata tratados con radioterapia.

La investigación, que acaba de ser publicada en la prestigiosa revista Nature Genetics, es muy importante ya que es el primer paso para ofrecer tratamientos personalizados para cada paciente según la predisposición que se detecte -a través de un sencillo test- que esa persona tiene para desarrollar o no toxicidad tras las sesiones de radioterapia. "Conocer este dato nos permitirá aplicar una radioterapia personalizada para cada enfermo; a aquellos que tengan un alto riesgo de desarrollar toxicidad se les propondrá una radioterapia más localizada o tratamientos que no incluyan la radiación, como la cirugía o la quimioterapia; sin embargo, con aquellos que muestren un bajo riesgo de toxicidad se podrían establecer terapias con mayores dosis de radiación para mejorar las tasas de curación", explica Ana Veiga, investigadora de la Fundación Galega de Medicina Xenómica, que lidera la investigación.

Este estudio internacional está encabezado por el equipo gallego en colaboración con el Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Clínico de Santiago y financiado por el Instituto de Salud Carlos III y con fondos Feder. Cuenta además con investigadores de Reino Unido y de Estados Unidos.

El equipo gallego realizó un estudio genético con 741 pacientes del Clínico de Santiago afectados de cáncer de próstata y tratados con radioterapia. "Comenzamos a ver a los pacientes en 2007 y los últimos son de 2011; analizamos su genoma y vimos cómo hay unas variantes distintas en el ADN de los que desarrollan toxicidad y en los que no", explica la doctora, que recuerda que desde hace muchos años se sabe que "existen factores genéticos implicados en la variación de la respuesta que experimentan los pacientes sometidos a dosis similares de radiación".

A continuación, contaron con la colaboración de investigadores de Reino Unido, que les ofrecieron sus resultados de 633 pacientes, y con los de Estados Unidos, que analizaron a otros 368 pacientes.

De este modo, los genetistas identificaron una región del cromosoma 2 asociada con la toxicidad que experimentan los pacientes. Esta región incluye el gen TANC1, que no estaba hasta ahora vinculado al desarrollo de esta toxicidad. Así, un paciente portador de la variante de ADN que han identificado tiene aproximadamente seis veces más riesgo de desarrollar toxicidad que un paciente que no porta esta variante.

"El siguiente paso, en el que ya estamos trabajando, consiste en ver si ese mismo gen estaría asociado también a pacientes de otros tipos de cáncer", apunta Veiga, que asegura que aunque aún falta realizar el ensayo clínico, "en cinco o diez años estos modelos predictivos, que son sencillos y de bajo coste, podrían ya aplicarse", concluye.