El viernes nos desayunamos con la noticia de que la cuenta en Twitter del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, había tenido un espontáneo y sospechoso crecimiento en solo dos días de 60.000 seguidores falsos (la mayoría árabes). Hasta comienzos de septiembre el número diario de nuevos followers no había pasado de los 200, nada comparable con los 60.000 en 48 horas.

Seguro que más de uno estará pensando: "pues vaya noticia más tonta". Cierto. Pero por muy tonta que parezca obligó a la Moncloa; al Gobierno, por boca de su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, y al propio presidente del Ejecutivo, a través de su cuenta en Twitter, a tener que dar una respuesta oficial. Ninguna sirvió para arrojar algo de luz sobre el asunto.

Nada más conocerse la noticia todas las miradas apuntaron a una compra de seguidores. Sí, se pueden comprar followers en Twitter (hay webs que venden un millar por entre 10 y 25 euros) o fans en Facebook (1.000 por entre 20 y 40 euros).

Coincidencias de la vida, el subidón de followers falsos de Rajoy se produjo justo cuando el líder de Podemos, Pablo Iglesias, estaba a punto de superarlo en número de seguidores y se iba a convertir en el político español con más influencia en Twitter.

¿Pero quién ha comprado estos 60.000 seguidores? El equipo de comunicación del presidente juró que no había sido él y aseguró que la repentina avalancha de seguidores nuevos se debía a un "cibertaque". Que el community manager de Mariano Rajoy haya caído en la tentación de comprar al peso unos cuantos miles de followers no parece muy plausible y sería de muy torpes. En internet las mentiras tienen las patas muy cortas y ya se vio que en pocas horas el pastel se había descubierto. Además, ese mismo día Twitter se encargó de eliminar los nuevos seguidores zombies.

Cualquiera de nosotros puede comprar followers para cualquier cuenta. Por eso hay dos teorías más previsibles. La primera es que haya sido un simpatizante del presidente que buscaba que Rajoy se saltase de golpe unas cuantas casillas y que, de paso, Pablo Iglesias no le superase. La segunda, igual de probable que las dos anteriores (que haya sido el equipo del presidente o un simpatizante) es que forme parte de una campaña de desprestigio. Todo es posible. Todo.

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