Poco se sabe de Feliciano Miguel Rosendo da Silva antes de que montase su herboristería en la calle Cruz Blanca de O Calvario y su consulta de curandero en San Xoán do Monte, en el Vigo de principios de la década de los noventa. Se ha publicado que procede de una familia de curanderos y hechiceros. Hay fuentes que apuntan a la zona de Barreiro, en el barrio vigués de Cabral, como su primera ubicación como emigrante retornado de Francia. Pero su vida en el país vecino sigue envuelta en el más absoluto misterio.

Los relatos del pequeño Nicolás pasarían por veraces en comparación con los delirios que Miguel Rosendo les contaba a sus adeptos: que recuerda cosas percibidas cuando aún se encontraba en el útero materno, que a los dos años murió y salió del ataúd por intervención divina, que amasó una gran fortuna como restaurador de castillos en Francia, donde montó una supuesta asociación benéfica con cientos de colaboradores; que una princesa le pidió matrimonio... Su capacidad para fabular era tal que cuando uno de sus adeptos le dijo que había jugado en los juveniles del Celta, él le replicó que también había sido futbolista, pero de mucha mayor categoría: ¡Nada menos que portero del primer equipo del Paris Saint Germain!

El caso es que por la casa de San Xoán do Monte iban pasando cada vez más personas en busca de remedios. Gente de todo tipo, desde trabajadores humildes a algún presidente del Celta. Nada fuera de lo normal en una época y en una ciudad en la que resultaba bastante frecuente acudir a un curandero, y no a un médico, para curar un esguince. Los rituales que empleaba Miguel Rosendo tenían que ver con la santería, el esoterismo y el ocultismo. Incluso, con la psicomagia del escritor chileno Alejandro Jodorowsky. El brujo Rosendo se situaba detrás de los pacientes y les imponía las manos, formaba corros en los que algunos de los más convencidos vomitaban y se desmayaban, ordenaba conjuros con hierbas, simulaba hablar en arameo...

De los consejos sobre vida sana en la trastienda de la herboristería de O Calvario y de las charlas sobre astrología, espiritismo y ovnis en San Xoán do Monte, el brujo Miguel pasó, como por arte de magia, a las conversaciones sobre vida cristiana, el amor familiar, los sacramentos y la importancia de ir a misa.

Fue entonces, hacia 1995, cuando les propuso a sus seguidores formar un coro para ir a cantar a diversas parroquias. Lo llamaría el Coro de San Miguel Arcángel, germen de lo que, con el tiempo, se convertiría en el Grupo de San Miguel Arcángel, y más tarde en la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, reconocida en 2009 como asociación pública de fieles por la Diócesis de Tui-Vigo.

Su fama como consejero espiritual iba en aumento. El hermano de una de las mujeres que entró en la orden pudo salir de la adicción a las drogas gracias a la ayuda de Miguel Rosendo.

Casado con Mari -ayer, curiosamente, ausente durante la detención de su marido- y padre de Christian y de una chica con discapacidad, Miguel Rosendo logró aglutinar un grupo de hasta 400 adeptos, atraídos por la buena disposición y las obras de caridad de la Orden y Mandato: ayudaban a mantener la formación en las procesiones del Cristo de la Victoria, echaban una mano en la catedral de Santiago (en el Xacobeo de 2010), cooperaban en las recogidas de alimentos, cuidaban enfermos...

Procuraba siempre rodearse de sacerdotes para legitimar como católica su asociación, aunque su decisión de vestir como monjas a quienes no lo eran ya era vista con recelo dentro de la Iglesia. Engañó a los obispos José Diéguez Reboredo y Luis Quinteiro, pero había detalles más que sospechosos. Cuando el ya fallecido obispo emérito José Cerviño, retirado desde 1996, -no tuvo relación con Rosendo- quiso donar a otra institución una importante cantidad de libros, algunos de ellos de considerable valor, los miguelianos se ofrecieron para transportar el lote en una de sus furgonetas. No se supo más de aquella generosa donación, seguramente bendecida por Miguel, al igual que los sobres con dinero y otras providencias que le llegaban.

Intramuros de las "murallas de Jerusalén", en la "casa madre" de Oia, lo que había sido fraternidad y alegría cristiana se tornó en angustia cuando Miguel Rosendo se destapó como un auténtico líder sectario, humillando a sus adeptos para someterlos psicológicamente. Nadie podía discutirle, hasta el punto de que sus fieles tenían que ser del mismo equipo de fútbol que él. Ponía a los hijos contra sus padres y a las madres contra los padres. Llegó a sugerir a una mujer que su marido podría estar abusando sexualmente de su hija. La clásica táctica del "divide y vencerás".

El principio del fin de Miguel fue cuando la adepta Sandra Lima Santana, y Esteban, brazo derecho del líder, escaparon de la Orden y Mandato en julio de 2012. No quieren saber nada del pasado y hace unos meses se casaron como Dios manda, no como mandaba Miguel, quien tras su detención debe de estar jurando -ahora sí- en arameo. El miércoles le cayeron tres goles al portero del Paris Saint Germain; y al falso portero, una goleada.