Por casualidad se topó el escritor Javier Moro con la mayor "hazaña sanitaria de la Historia", protagonizada en 1803 por dos médicos, una enfermera y 22 niños españoles al llevar la recién descubierta vacuna de la viruela a Ultramar, una aventura que, dice el autor, "habría que enseñar en las escuelas".

"A flor de piel", editada por Seix Barral, es la novela que más trabajo le ha costado escribir a Javier Moro (Madrid, 1955), según explica en una entrevista con Efe, en la que reivindica la gesta realizada por la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, una "gran aventura para salvar el mundo" que se basó en el eslabón más débil de la sociedad de entonces: niños huérfanos o muy pobres.

El 30 de noviembre de 1803 la corbeta "María Pita" zarpó hacia América desde A Coruña con 22 niños a bordo, algunos de ellos de solo 3 años, con los que debía transportarse la vacuna de la viruela a las colonias manteniendo el virus vivo en una cadena con el método del "brazo a brazo".

Un método ideado por Francisco Xavier Balmis, un médico alicantino nombrado por la Corona director de esta expedición, que contó también con la participación del cirujano militar catalán Josep Salvany, y de Isabel Zendal, una gallega nacida en el seno de una familia "pobre de solemnidad" y que trabajó en un orfanato en A Coruña.

Investigar los orígenes en Galicia de Isabel Zendal, nombrada por la Organización Mundial de la Salud como "la primera enfermera de la Historia en misión internacional", llevó mucho trabajo a Javier Moro, que explica que aunque se han escrito estudios sobre esta expedición, el hecho de que estuvieran protagonizada por 22 niños y una mujer en esa época daba a la historia "un montón de emociones por explorar".

El éxito de la misión, que duró 33 meses, supuso la vacunación de medio millón de personas en varios países de Latinoamérica y Filipinas y la instauración en esos territorios de las Juntas de Vacunación, un "embrión de la sanidad pública", indica Moro.

Una misión que fue financiada por el rey Carlos IV, preocupado por la altísima tasa de mortalidad de la viruela, llamada la "flor negra" y entristecido tras haber sufrido los estragos de esta enfermedad en su propia familia.

Zendal, una mujer poco convencional para los cánones de la época, fue la responsable del grupo de niños de esta expedición cuyo éxito se debió a la profesionalidad de sus componentes, señala el autor.

Mientras Balmis era un portento científico pero "un patoso emocional", Salvany, el "héroe desconocido" de esta hazaña, murió en el anonimato en Cochabamba (Perú). En la novela, ambos se enamorarán de Isabel Zendal.

A medida que la expedición avanzaba, los 22 niños que salieron de los orfanatos de la Península para transportar la vacuna debían abandonar la aventura para ser reemplazados por otros que sirvieran de portadores, una contribución por la que la Corona prometió cuidar de sus destinos.

De ellos, Moro pone el foco en dos: Benito, hijo natural de Isabel Zendal, y Cándido, un huérfano cuyas travesuras durante la travesía traerán a toda la tripulación de cabeza.

El autor reconstruye la historia de algunos de aquellos huérfanos "que protagonizaron sin saberlo la mayor hazaña médica de la historia de su país", y que fueron adoptados en México, donde también acabó su vida la enfermera española.

Una aventura "muy española y quijotesca", señala Moro, que destaca que la misión tuvo éxito "a pesar de que los mayores escollos les vinieron desde dentro de la Administración española", como refleja en su novela a través de las corruptelas protagonizadas por el virrey José de Iturrigaray.