Tengo un amigo que hace tres años, cuando esto de la compra de seguidores en Facebook y Twitter estaba en boga (bueno, aún lo sigue estando), realizó un experimento y se compró por internet 5.000 fans para una página de Facebook que administraba. Pagó 30 euros.

A los pocos días tenía a los 5.000 juntitos en fila de a uno. Lo cierto es que fueron algunos más. La empresa a la que se los compró le regaló unos 700. Es lo que tiene adquirir fans al peso cuando no hay una báscula por el medio. Nunca sabes qué cantidad te vas llevar a casa.

El contador de fans aumentó, pero fue lo único que creció. No tuvo ni más me gustas, ni más comentarios ni nada de nada. No hubo por ningún lado ni amor, ni relación ni emoción.

Tres años después de aquello, el negocio ha evolucionado. Ya puedes comprar de todo: seguidores en Twitter, Facebook o Instagram; comentarios en estas tres redes sociales; me gustas en imágenes o videos de Facebook; retuits o menciones en Twitter; visualizaciones en YouTube? De todo. Y por un precio muy módico. El kilo (1.000) de fans sale entre 20 y 40 euros; el de followers de Twitter, entre 23 y 50; y el de seguidores en Instagram, entre 23 y 40.

Pero ¿para qué sirve comprar un puñado de seguidores? Para nada. Solo para engordar una cifra, que siempre va ligada al tamaño de nuestro ego. Además, intentar simular popularidad en las redes sociales tiene peligro. Al candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Mitt Roomney, le pillaron en 2012 comprando 100.000 seguidores en Twitter. Más cerca, en el tiempo y en el lugar, el pasado mes de septiembre acusaron al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de comprar followers en Twitter para que no le sobrepase en número el líder de Podemos, Pablo Iglesias.

Lo bueno que tiene internet es que las mentiras tienen las patas muy cortas y se coge muy rápido a los que intentan hacer trampas y saltarse dos casillas en la misma jugada. En las redes sociales no hay atajos, ni aunque abras la cartera para comprar un kilo de followers. Las empresas que comercian con fans y seguidores reconocen que sus clientes son políticos; periodistas (vaya); músicos; actores y deportistas.

Facebook ya ha avisado de que esta práctica es fraudulenta: "Algunos sitios web prometen proporcionar una cantidad elevada de me gusta para tu página a cambio de tu registro y un pago. Estos sitios web emplean métodos engañosos y, por lo común, se trata de fraudes. Los me gusta que consigas por este medio tendrán menos valor para tu página porque no procederán de personas con un interés real en tu página. Si detectamos que tu página está relacionada con este tipo de actividad, le impondremos límites", aseguran desde la red social.

YouTube también se ha dado cuenta de estas trampas y penaliza aquellos videos que considera que reciben demasiadas visitas de forma artificial. Pero en España le hemos dado la vuelta al asunto. Hay una firma andaluza que se dedica a vender visualizaciones de videos de YouTube, pero como esta práctica está penalizada lo que venden son visualizaciones para que YouTube penalice, sin saberlo, videos de la competencia. Es decir, una empresa A compra un paquete de visualizaciones para un video de una empresa B, que es la competencia de la A. Entonces, YouTube se da cuenta del engaño y penaliza ese video de la empresa B. Son algunas de las asincronías que tiene el mundo online. A ver cuánto dura.