Una de cada cuatro personas desarrollará alguna enfermedad mental a lo largo de su vida, es la primera causa de discapacidad entre los jóvenes de 18 a 30 años y se calcula que estas dolencias representan el 12,5% del total, por encima de otras como el cáncer o los trastornos cardiovasculares. Las enfermedades mentales son patologías frecuentes y con distintos grados de gravedad -desde depresión y ansiedad hasta esquizofrenia o trastorno bipolar-, pero que todavía están estigmatizadas, lo que provoca que quienes las padecen se encuentren numerosas trabas para encontrar un trabajo o acceder a una vivienda, aspectos que según los expertos son claves para lograr una "plena integración". Por ello, las entidades que conforman la Federación de Asociacións de Familiares e Persoas con Enfermidade Mental (Feafes Galicia) cuentan con diferentes proyectos para mejorar la inserción laboral y evitar la exclusión social de este colectivo. "El objetivo es que puedan iniciar una vida autónoma, que se sientan útiles, planifiquen su futuro y sean felices", señala el presidente de Feafes Galicia, Xosé Ramón Girón, quien explica que precisamente estos tres temas -empleo, vivienda y exclusión- centrarán el XIX Congreso estatal de Feafes que se celebra esta semana en A Coruña y que reunirá a 400 expertos y familiares de todo el país bajo el lema Embarcados cara a unha vida plena.

Los falsos mitos que rodean a estos pacientes -pensar que son agresivos, confundir su enfermedad con una discapacidad intelectual o creer que no están capacitados para trabajar- son los que impiden su plena integración social y que todavía haya quienes decidan no hacer público su problema. Los datos de la Consellería de Benestar revelan que un total de 41.533 gallegos cuentan con un certificado de discapacidad por enfermedad mental, los casos más graves, pero desde Feafes creen que hay muchos más. "Es cierto que con la llegada de la crisis y para recibir una ayuda aumentaron los inscritos en el censo, pero todavía cuesta hacerlo oficial", señala Girón. "El mayor problema contra el estigma es que los propios pacientes no reconozcan su enfermedad, tienen que afrontar lo que tienen, entenderlo y saber que eso no les hace ni mejor ni peores que el resto", añade el presidente de la asociación Alume de Lugo, Manuel Fernández.

El primer paso para derribar el estigma, según los expertos, pasa por la integración laboral de estos pacientes ya que es una forma de que se conviertan en elementos activos de la sociedad -lo que tiene para ellos una función terapéutica ya que pasan del rol del enfermo al rol del trabajador- y la clave para que tanto empresarios como compañeros destierren los prejuicios que tenían sobre esta enfermedad. A ello se suman proyectos en los que se dan las claves para que tengan una vida autónoma o en los que se ayuda a colectivos más vulnerables como los presos o las personas sin hogar.

EEmpleo. Conseguir un puesto de trabajo se convierte en una carrera llena de obstáculos para cualquier persona con discapacidad, pero el problema se acentúa cuando la discapacidad se produce por una enfermedad mental."Este colectivo registra una mayor discriminación y unos niveles más bajos de inserción laboral", explican en Feafes Galicia, donde sostienen que de los más de 41.000 gallegos censados como personas con discapacidad por enfermedad mental, sólo un 5% tiene un empleo estable y la mitad ha sufrido algún tipo de discriminación laboral.

En esta elevada tasa de desempleo influyen diferentes factores. Por una parte, se trata de un colectivo que normalmente no cuenta con una formación muy cualificada. "Hay que tener en cuenta que la enfermedad suele aparecer entre los 16 y los 30 años y esto hace que dejen de estudiar hasta que se estabilicen", señala la coordinadora de servicios y programas de Feafes Galicia, Carina Fernández, quien alude a los prejuicios de muchos empresarios como otra de las principales trabas para encontrar un empleo. "Hay una idea muy equivocada de lo que es la enfermedad mental, la gente cree que son violentos, que van a coger más bajas o que no están capacitados y no es así", indica pasa resaltar que, al contrario, "estos trabajadores rinden más porque se esfuerzan mucho más precisamente para derribar esos prejuicios".

Para mejorar la inserción laboral, Feafes Galicia cuenta con un programa específico en donde los pacientes que lo demandan pueden buscar trabajo o recibir la orientación laboral necesaria. "En la actualidad tenemos 2.383 personas inscritas que demandan un empleo, pero la realidad es que de éstos, sólo un tercio están en condiciones de trabajar ya", reconoce Carina, quien indica que antes de ponerse a buscar un empleo, los técnicos de Feafes analizan la situación del paciente desde el punto de vista formativo, social, familiar y clínico. "Vemos que tenga una vivienda en la que residir, que clínicamente esté compensado y siga el tratamiento, su formación... Porque si no se cumplen una serie de condiciones la inserción será un fracaso, dejará el trabajo", sostiene Carina, quien explica que el pasado año, el programa logró que 155 personas encontrasen un trabajo. El resultado, un éxito. "Los empresarios suelen quedar encantados", dice.

EVivienda. Enseñarles las claves para llevar una vida independiente (desde cómo hacer la compra o llevar una dieta saludable a la organización de tareas del hogar) o habilitar centros para personas con enfermedades mentales en los que se busca la integración e inserción social son algunos de los proyectos de las entidades de Feafes Galicia para mejorar el acceso del colectivo a una vivienda. "Hay que analizar las necesidades de cada paciente: algunos non tienen familia o esta no puede hacerse cargo, otros simplemente llegado un momento quieren independizarse", señala la directora de la Asociación Pro Enfermos Mentales (APEM) de A Coruña, Esther Monterroso.

Una opción son los pisos tutelados, viviendas en las que residen cuatro o cinco personas y que son supervisadas periódicamente por técnicos de Feafes. "Se les asesora en la programación de tareas, para hacer la compra, se vigila que tomen la medicación y en función de la autonomía de los pacientes se les visita una vez al día o cada dos días", indica Esther, quien explica que en la actualidad hay ocho pisos de estas características sólo el área sanitaria de A Coruña. En el conjunto de Galicia, 184 usuarios se benefician de este tutelaje que les permite estar largas temporadas en estos pisos. Cuando la estancia es más temporal se recurre a viviendas de transición, con las mismas características y si el enfermo no tiene una gran capacidad de autonomía existen las bautizadas como minirresidencias en A Coruña, Burela, Ourense y Vilargacía con 75 plazas. "No tiene nada que ver con los antiguos psiquiátricos. La calidad de vida de los afectados es mucho mayor y no se trata de un centro segregador sino una vía para integrarles. Ha cambiado el concepto y ahora se opta por romper barreras, estas personas viven mejor en la comunidad, en su entorno", sostiene.

EExclusión social. Feafes calcula que la mitad de las personas que viven en la calle en Galicia padecen algún trastorno mental y que cuatro de cada diez necesitan tratamiento psiquiátrico. Además se estima la incidencia de las enfermedades mentales en los centros penitenciarios triplica a la observada en el resto de la población. Por ello, las asociaciones apuestan por dar apoyo a estos colectivos que unen a su problema de salud su exclusión social. Galicia es pionera en un proyecto para abordar la enfermedad mental en la cárcel, gracias al programa Paiem. "Los presos con trastorno mental son más vulnerables, más manipulables. Por ello, expertos les visitan en la cárcel para ayudarles a manejarse en la prisión y una vez que estén en libertad para evitar recaídas en la delincuencia", explica Manuel Fernández, quien indica que los psicólogos y trabajadores sociales también trabajan con las familias e incluso con otros presos que se convierten en "protectores" del paciente en la cárcel.

Algo similar ocurre con el programa Espertar, donde miembros de Feafes recorren las calles para detectar qué sin techo pueden presentar problemas mentales e intentar ganarse su confianza para hacerles un seguimiento, vigilar que tomen el tratamiento e incluso acompañarles a centros de salud. Muchas veces es complicado que estos pacientes quieran abandonar la calle, pero se teje una red de voluntarios que velan por su seguridad. "Tenemos la propietaria de un tienda que si hace dos días que no ve a uno de nuestros usuarios nos avisa o el dueño de un hostal que le paga las medicinas a otro", resalta.