Ser seguidor de Bob Dylan te ayuda a entender por qué los nuevos episodios de True Detective siguen siendo episodios de True Detective. Ha cambiado el argumento y la zona de los EEUU en donde se desarrolla la acción. No se repite ninguno de los protagonistas de la primera temporada. El (los) caso(s) policíaco(s) que se muestra(n) no tiene(n) nada que ver con la espantosa historia de Carcosa y el Rey Amarillo que desentrañaron a la intemperie emocional Matthew McConaughey y Woody Harrelson. Y, sin embargo, no cabe duda de que True Detective sigue siendo True Detective. Tan cierto como que el Tangled up in blue que interpretó Bob Dylan en sus recientes conciertos españoles sigue siendo el Tangled up in blue que grabó en 1974.

A pesar de que ha cambiado su música y su letra. Su música, como parte del proceso de javierkraheización al que el mejor escritor de canciones de la historia se viene sometiendo desde hace veinte años. Su letra, cuya historia tan norteamericana de personajes deshilachados, tan hermana de los retratos que nos muestra True Detective, ya comenzó a cambiar en los conciertos de mediados de los años 80 hasta dirigirse en la actualidad a territorios muy diferentes de los originales. Pero Dylan ya nos enseñó desde sus primeros directos que una canción no es su música ni su letra, sino su alma, ese aire turbio que convoca y remueve de forma precisa y que se puede mantener aunque sean otras las palabras que se nombran con otras melodías.

Y ese alma, ese aire turbio, ese contarlo todo de forma oblicua, ese bordear el cliché hasta reventarlo desde dentro, esa noche, esa cabecera, ese estar atrapado en la tristeza, esa enfermedad solitaria, es la que continúa en la segunda temporada de True Detective con una fidelidad tal respecto de su año anterior que basta con contemplar cualquier secuencia de los capítulos actuales para saber que estamos ante la continuación de la T1. Hay música en los cafés por la noche y revolución en el aire.