Como presidenta de la Federación de Asociacións de Mulleres Rurais de Galicia (Fademur), Rosa Arcos tuvo esta semana la oportunidad de defender ante el Parlamento gallego la necesidad de aportar más luz sobre las especiales características de los casos de violencia machista que se dan en el ámbito rural. Arcos fue una de las ponentes de la sesión extraordinaria de la Comisión no permanente de estudio para la igualdad y los derechos de las mujeres, convocada por la presidencia del Parlamento, para el debate sobre la aplicación de las leyes de 2004 y 2007 sobre prevención y medidas de protección integral contra la violencia de género en Galicia.

-Durante su intervención en la Comisión incidió especialmente en la necesidad de desagregar los datos sobre los casos de violencia de género entre el ámbito rural y el urbano. ¿Por qué es tan importante separarlos?

-Todos los estudios que se están haciendo sobre por qué y cómo se ejerce la violencia, cuáles son los mecanismos para prevenirla, mentalizarse? no distinguen las zonas poblacionales en las que viven las mujeres que la sufren. Por lo tanto, si a mí como representante de una federación de mujeres rurales me llaman para que les diga cómo han incidido la aplicación de las leyes en el medio rural, yo no se lo puedo decir, porque no tengo estudios de base para realizar ese análisis. Solo podemos desagregar los datos en los casos más graves, cuando se producen muertes, porque se menciona en la prensa dónde sucedió. En el debate, las diputadas de los distintos grupos coincidimos en que no tenemos base para hacer ese análisis estadístico, y difícilmente podremos hacer diseños de campañas específicas y como llegar a esos núcleos de población viéndolas desde un punto tan lejano.

-¿Qué propuestas defienden para visibilizar los casos de violencia en el rural?

-Una de las propuestas que puse sobre la mesa es que, siendo el 83% del territorio gallego rural, el Observatorio de la violencia de género de Galicia comience a hacer ese análisis estadístico, analizando el tipo de violencia, cómo se accede a los mecanismo de denuncia, si existen mecanismos de acompañamiento, tal y como establecen las leyes, etc.

-¿Qué características se pueden señalar sobre los casos de violencia machista en el rural gallego?

-Se da una falta de empatía por parte de muchas de las personas que reciben en primera instancia las quejas de las mujeres que pueden estar en situación de violencia. Los servicios públicos, que tienen la obligación de aplicar la ley y proteger a las mujeres, a veces interiorizan roles machistas, claramente discriminatorios, más consentidores con la violencia, por lo que en vez de considerarlas víctimas desde el minuto uno, en ocasiones tratan de disuadirlas. Esta presión social, en un entorno que es pequeño y donde todo el mundo se conoce, es mucho mayor en poblaciones pequeñas.

-En la situación actual, con los medios de que disponen, ¿qué consejo daría a las mujeres que estén siendo víctimas de violencia machista en el rural?

-Yo soy partidaria siempre de buscar ayuda para salir de la situación de maltrato, porque la experiencia nos dice que solas no se sale. A veces en el entorno rural no es fácil y esta es una de las sugerencias que hicimos ante la Comisión. En el entorno rural estamos muchos actores de la sociedad civil, como asociaciones de mujeres o cooperativas, que deberíamos formar parte de una red más amplia que fuera capaz de dar acogida a todas aquellas situaciones de violencia que se producen en su entorno y no disponen de otro servicio social que pueda ayudarlas.

-¿Cree que las dos muertes por violencia machista que se han producido este año en Verín y Arbo son una muestra de esta falta de sensibilización en el rural?

-No creo que haya más violencia de género en el rural, pero lo que sí que creo es que es una violencia distinta y no estamos sabiendo verla y, por tanto, combatirla. No sé si con unas campañas pensadas específicamente para que las mujeres del medio rural se sientas identificadas hubiéramos podido evitar las muertes, es mucho decir; pero sí podríamos haber ayudado a que esas mujeres o la gente de su entorno fuesen más conscientes de su situación.