Altos, rubios y fuertes, así es la imagen de los vikingos, aunque en Catoira (Pontevedra) se recreó ayer un desembarco, y una batalla campal entre lugareños y bárbaros, en la que hubo seres morenos y pelirrojos portando los cascos con cuernos y el vino ha sustituido a la sangre.

Cada primer domingo de agosto se escenifican en este municipio las invasiones sufridas hace mil años y son centenares de personas las que presencian esta divertida fiesta popular. Desde 1960, los habitantes de Catoira, disfrazados de guerreros vikingos, representan el ataque pirata vivido en la acogedora villa.

El lugar de la celebración, las Torres del Oeste, es un conjunto fortificado del siglo IX que durante siglos resistió el ataque de los ejércitos y que conserva restos de dos torres y una ermita.