Es una frase muy repetida que seguro has oído (y pronunciado) muchas veces y en diferentes circunstancias. Cuando el dolor se prolonga en el tiempo, los expertos hablan de la aparición del denominado dolor crónico. Quienes lo sufren no son quejicas y merecen ser comprendidos y tratados adecuadamente por los especialistas sanitarios y por quienes viven a su lado, que suelen acabar aburridos de sus lamentos y dejan de atender sus necesidades.

La incidencia de este problema de salud es elevada. Se cree que casi un 20% de los europeos lo padecen y cerca de un 12% de españoles conviven diariamente con él. Para poder entender de qué estamos hablando, lo primero es intentar explicar lo que es el dolor, aunque nos parezca algo perfectamente claro.

El dolor es una experiencia individual compleja que engloba aspectos sensoriales, sociales y emocionales. Cada uno lo padece de manera diferente, pues se ha comprobado que, ante un mismo estímulo, unos reaccionan con un padecimiento intenso y otros ni se enteran de que algo les está haciendo daño.

Las causas son múltiples. Suele presentarse como síntoma de algún problema concreto de salud al que se asocia directamente (por ejemplo, una rotura de ligamentos). Una vez superado el tema, el dolor puede persistir a pesar del tratamiento aplicado, pasando a lo que se denomina dolor crónico.

Un caso claro es el de las mujeres a las que les duele la cabeza unos días antes del inicio de la menstruación; les pasa con cada ciclo y saben que va a empezar porque el dolor las avisa. También entran en este grupo quienes padecen frecuentes dolores de cabeza por la tensión asociada al estrés o por problemas cervicales. Podemos incluir aquí a los que sufren una enfermedad que cursa con dolor como la fibromialgia o la artritis, que viven su día a día con los síntomas de su patología y el dolor crónico asociado.

Es fundamental acudir al médico para que valore en qué situación nos encontramos. La primera vez que aparece puede pasar desapercibido porque pensamos que es algo banal ("hoy me duele la cabeza porque he dormido mal"); cuando el proceso se repite o es un dolor intenso y desacostumbrado, debemos acudir al médico de familia para que evalúe la situación. Es el único capacitado para decidir lo que está ocurriendo y derivarnos, en su caso, a un especialista. La consulta suele incluir una historia completa y alguna prueba sencilla si el médico la considera necesaria.

El tratamiento debe ser pautado por él. No debemos automedicarnos pensando que podemos tomar lo que ha recomendado cualquier persona de nuestro círculo. La única opción segura es consultar al médico, acudir a la farmacia y preguntar al farmacéutico o, si ya hemos padecido la misma problemática y nos ha sido recetado un fármaco, tomarlo si así nos lo indica.

Cuando tomes un analgésico, sea cual sea, se recomienda seguir unos sencillos consejos que incluyen, de manera general:

-Leer el prospecto. No te dejes nada; debes comprender exactamente lo que pone o consultar cualquier duda que te surja.

-Tomar la dosis prescrita por el médico o indicada en el prospecto informativo. Nunca debes superar la dosis recomendada (aunque te duela mucho) porque los efectos pueden ser muy graves y el dolor no va a mejorar por ello.

-Seguir todas las instrucciones indicadas por el médico, el farmacéutico o lo que ponga en el prospecto editado por el fabricante si te surgen dudas que no puedes consultarles. No creas que no sirven para nada; son el resultado de muchos años de pruebas y análisis para lograr la mayor eficacia en el fármaco y reducir los efectos adversos que se podrían presentar.

-Consultar si es compatible con cualquier otro tratamiento que se esté tomando. Aquí se incluyen también los productos "naturales" o los que se adquieren sin receta. Debemos evitar la interacción de los distintos principios activos que forman parte de estos compuestos. No ocultes la información porque el único perjudicado vas a ser tú.

-Comprobar si es incompatible con algún alimento que consumas. También debes evitar el alcohol (o las drogas) durante el tratamiento, pues restan efectividad a los fármacos.

-Comer algo sólido antes de tomar el analgésico porque suelen ser agresivos para el tracto digestivo. Lo mejor es tomarlos con agua abundante evitando las bebidas con gas, colas, cafeína, etc.

-Conservar el envase en una zona seca, a temperatura adecuada, sin fuentes de luz, etc. Por favor, no dudes y consulta cualquier duda a tu farmacéutico. Son profesionales muy capacitados que sabrán responder a tus preguntas.