Ana Badía tiene 74 años y, desde 2004, es voluntaria del servicio de teleasistencia de Cruz Roja. "Toda mi vida trabajé como enfermera y, al año de jubilarme, decidí que tenía que invertir parte de mi tiempo en ayudar a otras personas; estando bien, creo que es algo que todos los mayores deberíamos hacer", explica Ana, quien reconoce que su aterrizaje en la teleasistencia se produjo "por casualidad", aunque insiste en que ahora está "feliz" y "no lo cambiaría por nada".

"Mi intención era colaborar en algún proyecto vinculado a la atención sanitaria, de ahí que en un primer momento me pusiese en contacto con la asociación Tierra de Hombres, que centra su acción en niños de África afectados por patologías graves y que requieren ser operados aquí, pero como todavía estaba iniciando su labor en la ciudad, opté por dirigirme a Cruz Roja, porque es una organización que ya conocía y que ha sido siempre una garantía de actividad, transparencia e integridad", destaca. "Pensaba participar en algún proyecto de estimulación precoz con personas con alzhéimer o párkinson, debido a mi formación como enfermera, o dando clases a inmigrantes, ya que hablo francés, pero los técnicos de voluntariado vieron oportuno incluirme en el servicio de teleasistencia y, después de diez años, estoy encantada. De hecho, pasado un tiempo me dieron la opción de cambiarme a otro programa, y dije que no", subraya.

Como voluntaria de teleasistencia, Ana visita a los usuarios del servicio una vez al mes, para comprobar el funcionamiento del dispositivo de alarma, resolver sus dudas y hacerles compañía. "Las visitas tienen una parte rutinaria, consistente en comprobar el funcionamiento del medallón o la pulsera en diferentes puntos de la casa, y otra más social, de pasar un tiempo con otras personas, conversando, compartiendo experiencias... que es la que a mí más me gusta", señala. "Como saben que trabajé como enfermera, a veces también me piden que les revise la medicación y me preguntan dudas sobre algún tratamiento", añade.

"A un par de usuarias -continúa Ana- llevo visitándolas casi diez años y ya se ha establecido un vínculo de cariño y amistad. El voluntariado es una labor muy gratificante, se la recomiendo a todo el mundo. Siempre recibes más de lo que das", remarca.