Primero demostraron una asociación epidemiológica entre obesidad y cáncer de mama. Esto es, demostraron entre una población de 150 mujeres gallegas sanas que las obesas tenían más propensión de sufrir cáncer de mama. Y, desde ahí, comenzaron a estudiar los mecanismos celulares que lo provocan.

Así explica la investigadora del departamento de Endocrinología molecular y celular del Hospital Clínico de Santiago, Ana Belén Crujeiras, un camino que arrancó en 2010 y en el que han participado unas 13 personas. Según indica la doctora "la regulación de los genes estudiados asociados al origen tumoral observados en los modelos animales se reproduce en los leucocitos de mujeres obesas y sólo los relacionados con la proliferación celular y oncogenes se manifiestan

en pacientes con cáncer de mama con sobrepeso,

en relación a los pacientes con la enfermedad y peso normal". Y de entre la grasa, la peor parte se la lleva aquel tejido adiposo que recubre las vísceras o, lo que es lo mismo, la grasa abdominal. Ese tejido tiene mayor gravedad que la grasa subcutánea en convertirse en un foco desestabilizador a nivel endocrino. A largo plazo, el descubrimiento tendría una aplicación clínica directa. "Antes de que se observe ninguna masa tumoral, podría detectarse en sangre". "Con tiempo, podríamos detectar evaluando en células sanguíneas circulantes, con una mera extracción y sin tener que acceder a la mama y realizar una biopsia", resume.