Treinta y siete semanas es la edad gestacional en la que un bebé se considera prematuro, gran prematuro por debajo de treinta y dos, una situación que afecta al menos a diez de cada cien niños que nacen en el mundo en países desarrollados y que ya representa un "problema de salud pública". "Lo que los padres echan en falta cuando se van para casa son ayudas que se pueden necesitar si surgen problemas de aprendizaje o de discapacidad, y eso es lo que todavía seguramente necesita mejorar", asegura el jefe de la Unidad de Neonatología del Hospital Materno Infantil Teresa Herrera de A Coruña, José Luis Fernández Trisac, quien insiste en que la prematuridad "es un problema de relevancia mundial en el que no hemos conseguido mejorar las cifras durante muchos años".

El doctor Fernández Trisac fue uno de los participantes, ayer, en la sede de la Fundación María José Jove, en el primer encuentro que reunió en Galicia a profesionales médicos y familiares de niños prematuros para celebrar el Día Mundial del Niño Prematuro, cuya efeméride se conmemora el martes. En el acto también intervinieron el médico de la Unidad de Neonatología del Chuac Alejandro Ávila Álvarez, y la supervisora, Dolores Eiriz; o la presidenta de la Fundación María José Jove, Felipa Jove. Todo ellos intercambiaron opiniones sobre los temas más comunes (el método canguro, la implicación de las familias en los cuidados o los problemas en el seguimiento...) a los que se tienen que enfrentar las familias y los profesionales sanitarios durante todo el proceso de cuidados y atenciones que requiere un niño nacido antes de término.

Al encuentro acudieron unas 180 personas, incluidos setenta niños prematuros, de entre cero y tres años, acompañandos de sus padres. Padres como Santiago Franco y Ana Fernández, cuya pequeña, Martina, vino al mundo a las 25 semanas de gestación. "El embarazo había sido totalmente normal pero fuimos al médico por unas pérdidas y nos dijeron que la niña estaba ya para salir. El parto fue por cesárea y salió todo bien, pero Martina tuvo que pasar tres meses en el hospital", recuerda Santiago. "La incertidumbre, durante los primeros diez días, fue total. Los especialistas del Materno, que son una maravilla, nos dijeron que todo dependía de la fuerza de nuestra pequeña. Afortunadamente, está hecha una campeona", subraya. Y es que Martina, que ahora tiene diez meses, es una niña "sana y feliz", aunque su desarrollo sea como el de una pequeña de seis. "Los médicos nos han dicho que en un par de años ya se habrá equiparado con el resto de niños de su edad", apunta Santiago.

Los niños que participaron en el encuentro de ayer plasmaron la huella de sus pies en dos lienzos,. Además, al finalizar la jornada, se realizó una suelta de globos de color lila con el nombre y peso de los pequeños al nacer.