"¿Que si me encuentro bien? Pues claro que sí, lo que pasa es que me aburro, lo cual me cabrea, porque yo soy una persona muy inquieta, y esto de ser un jubilado forzoso...". El del coruñés Miguel Parrondo, piloto aficionado de rallis y experto en informática, es uno de esos casos en los cabe sin exagerar la calificación de extraordinario...

En la madrugada de un día de 1987 ingresaba en el hospital Juan Canalejo -hoy Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac)- después de que su coche, que circulaba a casi 200 kilómetros por hora, se hubiese estrellado contra un muro. La consciencia de Parrondo se detuvo unos instantes antes del impacto y volvió a activarse 15 años después, cuando despertó del coma profundo ante la perplejidad de médicos y familiares. Estos últimos fueron los únicos que a lo largo de todos esos años se negaron a "desconectarlo": "Sí, todos, y sobre todo mi madre y mi hija, siempre tuvieron fe, mucha fe en que me iba a despertar. Mamá no faltó ni un solo día ante mi cama del hospital". "Del accidente la verdad es que no me acuerdo de nada -reconoce-. Me dijeron que viajaba con dos chicas, y que una de ellas había fallecido, lo cual me dio mucha pena". Parrondo cuenta que se despertó creyendo que se había dormido hacía unas horas... ¡y en cambio habían transcurrido la friolera de quince años! Y encima, con un cambio de milenio y un cambio de siglo de por medio. Intuyendo nuestra pregunta, Parrondo se nos adelanta: "Bueno, ahora me preguntarás si tengo algún recuerdo de esos quince años de oscuridad... Pues te seré sincero: ninguno, absolutamente ninguno, es un período de mi primera vida que está absolutamente en blanco".

Lo que nunca ha perdido Miguel es, desde luego, su magnífico sentido del humor: "Yo siempre digo que me dormí con las pesetas y desperté con los euros. Cuando vi la moneda nueva me asombré: ¡Pero qué diantres es esto!". De sus primeros pasos tras el alta médica cuenta anécdotas con ironía: "¿Qué hacía tanta gente hablando sola (por los móviles) por la calle?". Y lo más espectacular : volver a estar con personas que me daban por muerto. "Los que me reconocían creían que estaban ante un fantasma, y eso que ya había envejecido. De hecho, me fui con 32 años y volví con 47".