Visitar a los enfermos hospitalizados, acompañar a pacientes en su propio domicilio para que sus familiares puedan tener un respiro o dar apoyo a quienes reciben tratamiento en el Centro Oncológico de Galicia son solo algunas de las labores que realizan los cerca de 700 coruñeses que colaboran como voluntarios con la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). "Nuestros voluntarios realizan una labor callada, anónima y altruista, cuyo único fin es ofrecer apoyo y consuelo a pacientes oncológicos y a su entorno más cercano", subraya la coordinadora de voluntariado de la asociación en A Coruña, Belén Lerma, quien asegura que los únicos requisitos para ser voluntario de la AECC son "ser mayor de edad y tener ganas de ayudar". "Para colaborar en los programas que se desarrollan en el hospital, o en el voluntariado a domicilio, hay que pasar una entrevista con la psicóloga de la asociación, para evaluar si esa persona está preparada para afrontar la situación y ver dónde puede encajar mejor. Además, nuestros voluntarios reciben todos los años cursos de formación", señala.

Ganas de ayudar es, precisamente, lo que le sobra a Celso Charlón, un coruñés de 44 años al que el gusanillo por el voluntariado le picó siendo muy joven, con apenas 16. Celso colabora "desde hace un montón de tiempo" con Cruz Roja y, desde el pasado año, también con la AECC, acompañando a los enfermos que reciben tratamiento en el Centro Oncológico de Galicia. "El voluntariado no solo sirve para ayudar a los demás, te ayuda a ti. Es una labor muy satisfactoria que te aporta muchísima cosas positivas, y aunque haya días en los que salgas tocado del hospital, al final ese tipo de experiencias también te refuerzan y eso no hay dinero que lo pague", subraya.

Una opinión que comparte Toño Patiño, compañero de Celso en la AECC, quien decidió hacerse voluntario una vez superada la enfermedad. "Sentía que estaba en deuda con la asociación. Estuve un año pensándomelo, porque no quería empezar, verme superado por la situación y tener que dejarlo. Creo que es una de las mejores decisiones que he tomado", subraya. Coincide con el Puri Pérez, que también se hizo voluntaria tras vencer a la enfermedad y que en la actualidad visita a pacientes hospitalizadas en la Unidad de Mama del Abente y Lago. "El voluntariado ha sido el gran descubrimiento de mi vida. Nunca pensé que pudiese aportar tantas cosas, y todas tan positivas", proclama, entusiasmada.

Magdalena Raposo es otra de voluntarias de la AECC que antes fueron pacientes. Luchó con todas sus fuerzas, venció a la enfermedad y, desde hace cuatro semanas, colabora, al igual que Celso y Toño, en el carrito Don Amable, un servicio que la asociación presta a los pacientes que reciben tratamiento en el Oncológico. "Cuando estás enfermo te das cuenta de lo importante que es sentirte respaldado", señala.