Son las cuatro de la tarde en Beverly Hills, y desde la piscina de su casa, Audrey Hepburn, cuenta a sus millones de seguidores en YouTube como será el próximo traje de Givenchy que lucirá en la ceremonia de Oscar. Les habla, mira a la cámara e incluso les relata pequeños secretos. La escena es ficticia, a la par que imposible. Audrey está muerta y tampoco sabemos si estaría dispuesta a compartir sus secretos de belleza con millones de personas, o a enseñar su majestuosa morada, diseñada por Gerard R. Colcord, en estilo colonial y valorada en siete millones de dólares.

Está claro. A sus admiradores les habría enloquecido ese trato cercano con uno de los mitos del cine y la moda. Los hechos hablan. YouTube, el canal audiovisual por excelencia, con cabida para todo tipo de temas e historias, gana la partida a los blogs más reputados y desbanca a las blogueras de moda más exclusivas y glamurosas. El poder de la imagen, y esa apariencia de contacto cercano y personal con la audiencia, son el talismán que lleva a los youtubers a convertirse en ídolos muy bien remunerados. El fenómeno es mundial y arraiga en España, donde los youtubers siguen los pasos de sus colegas estadounidenses, convertidos en profesionales de contar sus vivencias, aficiones y actividades cotidianas, a través de una cámara de vídeo. Los más populares pueden presumir de un nivel de seguimiento a otros influencers en Instagram, la red social para ver y ser visto, con un solo defecto: sólo admite fotos. Youtube es glamour, vida corriente y sobre todo cotilleo al más alto nivel.

Los internautas, enganchados a la red casi 24 horas, quieren más. Lo quieren todo. Es una mezcla explosiva entre la curiosidad morbosa y el interés real por imitar comportamientos, hábitos y formas de vida, aunque sólo sea para subirlo a internet. Porque las redes sociales bullen de vivencias personales, que van desde la decoración de las mesas navideñas, a escenas familiares de la mañana de Reyes. Para qué hablar de viajes, reuniones de amigos y experiencias varias.

La Red es la nueva televisión. Si hace unos años no existía lo que no salía en las noticias, hoy, para millones de seres humanos, no cuenta lo que no se muestra con pelos y señales. Así que Youtube triunfa como gran escaparate y forma de vida, hasta el punto de dar lugar a una nueva profesión para la que se requieren altas dosis de falta de pudor y un sentido peculiar de la privacidad. El caso es determinar hasta dónde llegará el fenómeno, o mejor, cuál será el siguiente paso en esta gran escalada de imágenes y vídeos.