El otro día me puse a curiosear los perfiles de Facebook de mis amigos. Me llamó la atención que uno tenía más de 2.500 amigos. Otro pasaba de los 1.800. Otro, de los 1.500, y varios superaban los 700.

Recordé entonces el libro de Risto Meijide (Urbrans) -muy bueno por cierto y no voy a comisión- en el que el publicista, entre otras historias, explica la teoría del número de Dunbar. En 1992, el antropólogo británico Robin Dunbar proclamó que 150 (en verdad es 147,8, pero se ha redondeado la cifra) es el número máximo de individuos que formaba un grupo de primates en el Neolítico. Casi nunca se superaba esa cifra.

Una cantidad que también la ha trasladado a los humanos y que si la superamos, asegura, dejaríamos ya de tener una relación cercana con esa persona porque no seríamos capaces de atender a tanta gente. Platón lo ilustró de otra manera, pero al final llegó al mismo lugar: es esa cantidad de personas a las que te puedes dirigir sin alzar la voz.

Risto Meijide también recuerda que el filósofo argentino especializado en nuevos medios Alejandro Piscitelli llegó a la conclusión de que 150 es también el número que más se acerca a la media de amigos que un usuario normal suele tener en Facebook.

Entonces, ¿qué hacen algunos de mis amigos con más de 2.000 amigos? Una de sus primeras quejas suele ser que con tanta información se pierden muchas actualizaciones. "¿Viste qué video más bueno puso Alfonso el otro día?", le pregunté a uno de ellos. "No, con tantos amigos me pierdo muchas cosas", me respondió. ¿Tiene más de dos millares de amigos y se pierde lo importante? En fin.

Vivimos en una sociedad en la que el que más tiene más vale. Y las redes sociales explotan muy bien ese aspecto de nuestra vanidad. Cuantos más amigos tengamos en Facebook o más seguidores en Twitter o en Instagram más populares seremos. Pero no siempre funciona así. Hay muchos que suman amigos virtuales como coleccionan coches. Para ganar autoestima. Pero tampoco funciona así.

Facebook quiere que estemos el mayor tiempo posible en su red social. Pero desde hace unos años ha pasado de ser un lugar en el que veías lo que hacían tus amigos a ser un sitio inhóspito y, a veces, desconocido en el que la mayoría de las informaciones que lees es de gente a la que no sigues y que te ofrece contenidos que no buscas.

Ahora todo está lleno de "a tu amiga le ha gustado esto", "tu amiga ha comentado aquí", "tu amigo y tu amiga reaccionaron a esto"? Antes tardabas un rato en leer todo lo que habían publicado tus amigos. Ahora es casi imposible seguir el ritmo con tantas actualizaciones. Y la mayoría no interesan.

Es tal la cantidad de artículos que Facebook nos coloca en nuestro muro sin que los haya publicado directamente uno de nuestros amigos que ya se ha inventado una extensión para el navegador Chrome que permite eliminar todo ese contenido superfluo y solo deja el que publica nuestros amigos.

Lo puede instalar mi amigo de los 2.000 amigos y, así, la próxima vez que le pregunte si ha visto el último video de Alfonso me podrá responder de forma afirmativa. Aunque con 2.000 amigos creo que lo va a tener complicado. Ya lo cantaba Roberto Carlos: "Yo quiero tener un millón de amigos y así mas fuerte poder cantar".

Aunque cada uno puede hacer con su Facebook lo que quiera. Faltaría más.