Una mamografía rutinaria de control con resultados normales y una inquietud que no cesaba, unida a ciertos síntomas "sospechosos", fueron el punto de partida hacia un diagnóstico, cáncer de mama, que "reseteó" el mundo de la doctora Berta Candia. "Todo empezó en mayo de 2012, cuando me llamaron para hacer mi primera mamografía rutinaria de control, al cumplir los 50 años. Los resultados fueron normales y en mi familia no había antecedentes de la enfermedad, pero me quedé preocupada. Dejé pasar unos meses, y en enero de 2013, ante cierta sintomatología, insistí en repetir las pruebas, una ecografía, que es complementaria en estos casos. En ese momento, ya me dijeron que no tenía buena pinta", recuerda Candia, responsable de la Unidad de Calidad del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac). "Al principio, cuando me confirmaron el diagnóstico, lo asumí con mucha tranquilidad. Pensé: 'Esto es solo un paréntesis, algo normal'. De hecho, justo después de realizarme las pruebas en las que se sospechaba que podría ser un cáncer, tenía una sesión de seguridad del paciente en radiodiagnóstico a la que acudí con absoluta normalidad. Tanto mi familia como mis amigos y mis compañeros de trabajo estaban alucinados por mi tranquilidad. Fue al cabo de una semana, más o menos, cuando empecé a ser consciente de la magnitud de lo que me pasaba, de que no tenía una gripe... tenía cáncer, y ahí empezaron los miedos", recuerda.

"A partir de ahí entré en una dinámica de necesitar recopilar toda la información posible. Fue como si mi cabeza se resetease. Yo, que siempre había recomendado a los pacientes que tuviesen mucho cuidado con la información que circula por internet -y de hecho lo sigo haciendo-, me pasaba madrugadas enteras buscando nuevos datos sobre el tipo de cáncer que sufría, sobre pronósticos, testimonios de otros enfermos... quería encontrar respuestas a lo que me estaba pasando, a por qué mi mundo se había caído", rememora esta facultativa del Chuac quien, tras el diagnóstico, fue intervenida quirúrgicamente y se sometió a tratamientos de quimioterapia y radioterapia. "Algo que me ayudó mucho fue que participé de todas las decisiones sobre mi tratamiento", apunta la doctora Candia, y especifica: "Desde el primer momento tenía clarísimo qué tipo de tratamiento quería recibir; creo que todos los pacientes deberían conocer las distintas alternativas que pueden tener, con sus pros y sus contras, para poder elegir", indica.

La responsable de la Unidad de Calidad del Chuac reconoce que, para ella, los dos momentos más duros de la enfermedad fueron "la quimioterapia y la vuelta al trabajo" tras un año y medio de baja. "La quimioterapia fue, con diferencia, la peor etapa del tratamiento. Lo pasé realmente mal. La radioterapia la llevé mucho mejor. Lo que más me preocupaba, en este último caso, era evitar las posibles quemaduras pero, en general, fue muchísimo más llevadero", recuerda la doctora Candia, y subraya la importancia de "sentirse acompañado" durante todo el proceso. Además, insiste en que "nunca se debe ir solo a la consulta del oncólogo". "Yo siempre iba con alguien, porque a veces, aunque el médico se parase muchísimo a explicarme las cosas, mi cabeza iba a otro ritmo y era incapaz de asimilar toda la información", señala.

Sobre la vuelta al trabajo, la doctora Candia admite que, al principio, "no me encontraba al 100%". "Decidí reincorporarme dos meses antes de lo que me habían recomendado porque pensaba que estaba bien, pero pronto me di cuenta de que el mundo había seguido sin mí. Mi trabajo se centra en la gestión, en el desarrollo de protocolos, todo muy enfocado en la línea de la seguridad de los pacientes, y se habían producido muchos cambios. Al principio me sentí sobrepasada, hasta que un día opté por asumir que mi vida ha cambiado, que ahora también soy una paciente, y que siempre lo voy a ser, pero eso no me va a limitar. Y decidí que lo mejor que puedo hacer por mi vida, día a día, es vivir, conseguir ser cada día más feliz que el anterior", subraya.