Si te paras a leer la etiqueta que acompaña a los productos de uso habitual, te encuentras palabras cuyo significado resulta, como mínimo, confuso. Conservantes, colorantes, espesantes, emulgentes, etc... son diferentes aditivos que se añaden para mejorar su aspecto, aumentar el tiempo útil de vida, prolongar la fecha de consumo óptimo, etc... Y no te preocupes, pues están sometidos a los controles necesarios para que no se vea comprometida la salud de los consumidores.

Se pueden definir los aditivos como aquellas sustancias que, sin poseer valor nutritivo o constituir un alimento en sí mismas, se añaden a las bebidas y alimentos en cantidades mínimas para mejorarlos (modificando sus propiedades organolépticas, facilitando su conservación o elaboración) y están permitidas por la legislación. Al estar controlados legalmente, puedes comprender que no tienen un efecto directo tóxico sobre el organismo, por lo que su consumo moderado no va a generar problemas graves de salud.

Se usan en la industria alimentaria para conseguir que los alimentos duren más tiempo, mejorar su aspecto, eliminar microorganismos, etc... Es fácil de entender; si compras una mermelada de fresa, el color debe ser rojizo porque resulta más atractivo, la adición de colorante permite que sea así, porque sin él sería marrón debido a la oxidación de la fruta durante el proceso de elaboración.

Pocos son los alimentos que la ley garantiza que no llevan ningún aditivo. Señalaríamos la leche, el arroz normal, los huevos, los frutos secos, aceite de oliva virgen, legumbres, café en polvo o las hortalizas y las frutas frescas por indicar los de uso más frecuente. Y, en algunos casos, llevan "sustancias" añadidas que la ley obliga a declarar específicamente en la etiqueta, como el calcio o la vitamina D en la leche (que no se consideran aditivos).

En la mayoría de los alimentos que llegan a nuestras manos, se utilizan aditivos con diferentes propósitos, pero siempre encaminados a mejorar sus cualidades y favorecer su conservación. Se numeran consecutivamente y los más frecuentes son:

-Colorantes (E-100 a E-199), que dan color al alimento. Naturales (como clorofila, carotenos y caramelo) o artificiales. Hacen más apetecibles los productos elaborados (caramelos, mermeladas, yogures, etc...)

-Conservantes (E-200 a E-299), utilizados para retrasar el deterioro de los alimentos, aumentan su vida útil

-Antioxidantes (E-300 a E-399), que impiden las alteraciones químicas y evitan la oxidación de las grasas. Presentes en quesos, margarinas, bollería industrial, etc... resultan importantes para que no se enrancien y sepan mal

-Espesantes, emulgentes, estabilizantes (E-400 a E-499), que mantienen y estabilizan las propiedades físicas de los alimentos. Por ejemplo, podemos señalar la conservación y mejora de la textura de una salsa de tomate o de una mermelada

-Reguladores (E-500 a E-599) que controlan la acidez. Se encargan de que percibamos un sabor agradable y que el pH del alimento sea el adecuado

-Potenciadores del sabor (E-600 a E-699) que proporcionan el sabor que resulta más agradable al paladar del consumidor. Aquí se encuentra el glutamato, presente en numerosos productos elaborados

-Edulcorantes (E-900 a E-999), endulzan los alimentos. Podemos destacar la sacarina o el ciclamato.

Algunos se salen numéricamente de la tabla como la lisozima (E-1105) o el triacetín (E-1518) o no llevan la letra E (lactosa, albúmina), pero siguen siendo aditivos. No todos son iguales y se han descubierto ciertos problemas asociados a su consumo. Por ejemplo: los E 102 (tartrazina), E 103 (crisoína), E 104 (amarillo de quinoleína), E 105 (amarillo sólido), E 211 (benzoato de sodio), E 221 (sulfito de sodio), E 236 (ácido fórmico), E 310 (galato), etc... pero han sido retirados de los alimentos por lo que puedes estar tranquilo en ese sentido.

Los compuestos que más preocupan a la población general son los sulfitos (en cerveza y vino), nitratos y nitritos (en carnes procesadas), antibióticos (en animales como vacas y pollos), glutamato (en alimentos procesados), etc... Debemos señalar que se adicionan cantidades muy por debajo del nivel considerado seguro para el consumo humano de cualquiera de los aditivos permitidos por la legislación.

No podemos evitar ingerir aditivos cuando consumimos productos elaborados. Están presentes para mejorar su calidad y como tal debemos verlos. Aparecen en alimentos, bebidas, medicamentos, etc... y renunciar a la utilización de estos compuestos es prácticamente imposible. Lo que sí puedes hacer es evitar consumirlos de manera excesiva utilizando algunos "trucos" sencillos como:

-Elegir yogures naturales en vez de "con sabor a?" Son blancos y menos atractivos pero carecen de colorantes

-Preparar tus propias mermeladas a partir de fruta natural, sin usar espesantes ni colorantes.