Panamá, sahariana y pantalón caqui. Es el uniforme de Miguel de la Quadra-Salcedo (Madrid, 1932), director del programa de aventura ´Ruta Quetzal-BBVA´, que pasó por A Coruña. La entrevista, parte de la cual se desarrolló entre un barullo de ruteros y gente que quería retratarse con él, tuvo varias interrupciones y, cuando no telefoneaba su mujer, era una emisora de radio o lo requerían para un acto oficial.
-Se ayuda de un bastón, ¿una herida de guerra?
-Un rappel [descender suspendido de una cuerda] desde un helicóptero. Al llegar abajo, le dije al piloto ´déjame´ y él, que era chileno, me entendió lo contrario y me subió quince metros.
-¿Y se cayó?
-Sí, hace casi dos años, y hace unos meses me operaron de la cadera: ya tiré las muletas y ya tiraré el bastón. Este bastón es una makila, que es la que llevan los alcaldes vascos. ¡Es bonita! ¿eh? [desenrosca la empuñadura y la abre].
-¡Tiene estilete!
-¡Claro!, es vasco, ¿el alcalde, cómo se va a defender de lo malo?
-Da un poco de miedo.
-Este año hice la matanza del cerdo con esto. ¡Venga!
-¿Está para estos trotes?
-¡Hombre, si no...! Ya tenemos programada la Ruta Quetzal del año que viene.
-Lleva ya 25 años haciéndola.
-Y con la misma ilusión.
-¿El Rey le pidió que la organizase?
-Me dijo en 1979 qué podíamos hacer para que los jóvenes de Iberoamérica tuvieran un conocimiento de la historia común. Gracias a él se hace este programa que es casi más importante en América que en España.
-¿De dónde le viene a usted ese espíritu aventurero?
-Yo hacía atletismo y en 1956 la Universidad de Mayagüez, en Puerto Rico, me dio una beca y con su nombre en la camiseta tiraba el disco en todos los estadios de Estados Unidos. Ahí conocí lo que es América y vi la inutilidad de mis amigos de España, que no sabían nada. Ellos creían que esto es España, y no somos España ni somos Europa, somos, además, América, fruto de 500 años de mestizaje.
-¿Qué trato recibe ahora la inmigración americana?
-La inmigración es el gran regalo de América. Los inmigrantes son los únicos que conservan los valores espirituales, la familia... Que vengan y que se vea al padre, al abuelo y al hijo y eso que antiguamente se decía en España, ´abuelito, dame la bendición´... Como no hay familia, hay crisis. Esa es la manera de salir de la crisis: volvamos a saber quiénes son nuestros amigos de hace 500 años y no cometamos el gran error de creer que en Europa somos europeos: sin Iberoamérica, en Europa no existimos. Sin América no podemos sobrevivir. Somos los creadores de ese mestizaje con Hernán Cortés.
-Usted pasó varios años allí.
-Después de estar becado en Puerto Rico, estuve de ballenero en Iquique [Chile], pesqué 44 cachalotes... Es que yo, de pequeño, leía a Melville, Moby Dick, y quería ser ballenero.
-¿Como el capitán Acab?
-Eso buscaba. Cacé ballenas desde 1960, en que llegué a Chile; después me fui andando a La Paz, luego estuve cuatro años en el Amazonas, y el año que viene volveré [con la Ruta Quetzal], porque para mí América es siempre volver.
-¿Su mujer le acompañaba?
-Me acompaña, es vasca, como yo, es la familia. Si no viajamos en familia... Mi abuela me decía: ´Miguelico, tenéis empacho de bienestar: familia, familia...´ No se puede ir por ahí como si fuese marino y la mujer quedarse en tierra.
-Se casó en Tokio, ¿por qué?
-Para que no fuese nadie a la boda. Fui allí en el Transiberiano y mi mujer voló desde Madrid. Nos casaron los Jesuitas con el embajador de testigo, en 1965. Japón fue uno de mis primeros destinos en TVE, y de allí fuimos a Vietnam.
-¿Llevaba a su mujer cuando iba de reportero de guerra?
-¡Hombre! Y en Saigón volaron la pensión y tuve que mandarla a la embajada de España en Tailandia; después fuimos a Indonesia, en 1965, cuando la revolución; luego, a Jerusalén, a Nepal...
-Su vida de reportero está ligada a los primeros tiempos de la televisión en España.
-Televisión en blanco y negro. Mi primer reportaje fue a la guerra del Congo Belga, iba yo solo y hacía de cámara y de periodista.
-¿De todas las personalidades que entrevistó quiénes le impresionaron más?
-Haile Selassie, Chu en Lai... Selassie ya estaba condenado a muerte y fue su última entrevista. Mengistu lo mató y lo escondió en su despacho.
-Su primo, Tomás de la Quadra, fue ministro, ¿a usted nunca le tentó la política?
-No, no, hay que estar por encima de la política. La política cambia a las personas.
-¿Desprecia el poder?
-En televisión entrevisté a líderes de movimientos de liberación y vi cómo al llegar al poder se corrompieron. Las revoluciones hay que hacerlas con el estómago vacío, en cuanto el estómago se llena...
-Se considera "nómada y curioso", ¿concibe una vida sedentaria?
-Soy giróvago, como los frailes dominicos que iban de convento en convento... Ser nómada porque no tienes apego a lo material, cosa que hoy en día...
-¿Es austero?
-No, pero hay que necesitar menos; si bajamos el techo de necesidades, podemos ser más felices.
-¿Es capaz de vivir en un piso, en una ciudad?
-No, ¡Dios me libre!, nunca viví en un piso. Eso de uno encima del otro es un hormiguero. Árboles, perros, ladridos, olores... Yo puedo vivir, casi, debajo de un puente.
-¿Qué trae de sus viajes?
-Libros, mi exceso de equipaje son siempre los libros, tengo una maleta preparada para la lluvia. Yo quiero leer, no ver ese malévolo internet. A mí me gustan los libros, y leer en la selva y taparme con una hoja enorme si llueve.
-¿Viaja ligero de equipaje?
-Poca cosa. Cuando llueve, lo mejor es llevar una bolsa de plástico: te desnudas y metes la ropa en la bolsa y, cuando deja de llover, te la pones seca. Y, en cincuenta años, no me puse calcetines nunca, ni en verano ni en invierno a 20 grados bajo cero.
-¿No se destroza así los pies?
-No, no; nada: mire.