Una decena de refugiados africanos se sentó junto al papa Francisco durante la celebración de la audiencia general de ayer en la plaza de San Pedro. Los refugiados se sentaron en el suelo, cinco a un lado y otros cinco al otro, junto al lugar donde lo hace el Papa durante las audiencias y sosteniendo en sus manos pequeñas banderas con los colores blanco y amarillo del Estado vaticano. "Hoy me acompañan estos chicos. Muchos piensan que era mejor si se quedaban en su tierra, pero allí sufrían tanto", dijo el Pontífice, y agregó: "Son nuestros refugiados, pero muchos les consideran excluidos. Por favor, son nuestros hermanos. El cristiano no excluye a nadie, deja sitio a todos, dejémosles venir a todos".

Francisco dedicó ayer su catequesis al encuentro de Jesús con el leproso y que sirvió para exponer la necesidad de rechazar "todos los prejuicios humanos", así como la invitación a "no tener miedo de acercarnos y tocar al pobre y al excluido, porque en ellos está el mismo Cristo".

El Papa se ha mostrado siempre muy sensible ante la crisis de refugiados en Europa y llegó a calificarla como la "peor catástrofe humana desde la II Guerra Mundial". Además de sus visitas a dos lugares símbolos del drama de la inmigración a Europa como las islas de Lampedusa, en Italia, y de Lesbos, en Grecia, Francisco también realizó gestos más concretos como alojar a familias sirias en el Vaticano.