Son accidentes frecuentes que se producen a cualquier edad. Constituyen un problema de salud no sólo por el riesgo de muerte, sino por las consecuencias orgánicas, psíquicas y sociales que generan. Actuar adecuadamente y atender al quemado causa angustia tanto a los familiares como al personal sanitario. El enfermo se queja y dificulta la exploración física inicial imprescindible para un rápido tratamiento.

Una quemadura es una lesión provocada por un agente físico o químico (fuego, vapor caliente, líquidos calientes, radiaciones, electricidad, productos químicos, etc.) que produce o conduce el calor destruyendo la piel parcial o totalmente. El daño tisular comienza cuando la temperatura llega a 44º C y progresa con su incremento. La etiología de las quemaduras es múltiple: sol, fuego, sustancias químicas, electricidad, sólidos incandescentes, maltrato infantil, descuido o vigilancia inadecuada de niños, etc.

Las quemaduras térmicas se caracterizan por el daño microvascular, la presencia de tejido muerto adherido sobre la quemadura y un área dérmica destruida que puede infectarse. Cuando la quemadura es grave, además de la piel se ven afectados otros sistemas: pulmonar (por inhalación), nervioso (hipoxia), inmunológico (asociado con la extensión de la quemadura).

Su gravedad depende de varios factores, clasificándose la quemadura en:

-Superficial: se limita al epitelio, se caracteriza por eritema, edema moderado, dolor y ampollas. Se produce por exposición al sol y su tratamiento se centra en el alivio del dolor.

-De espesor parcial superficial: en la epidermis y parte de la dermis. La lesión es roja, suave, con edema importante y dolor severo; las ampollas se vuelven pálidas a medida que se escaran.

-De espesor parcial profundo: con necrosis de casi toda la dermis, curan en 6 semanas y pueden acompañarse de retracción. Si se produce desnutrición o infección pueden convertirse en quemaduras de espesor total

-De espesor total: el área necrótica se extiende a través de todas las capas de la piel hasta la grasa subcutánea y curan con retracción.

El tratamiento de las quemaduras superficiales incluye: separar al quemado del foco térmico, enfriar la zona con agua fría, retirar el agente causante, cubrirla con un vendaje flojo, aplicar una pomada cicatrizante al inicio en las ampollas (en las rotas se pone un antiséptico, se recorta la piel, se desinfecta y se tapa), evitar la exposición al sol, etc.

No debemos: tratar con pomadas quemaduras de más de 6 cm., enfriar todo el cuerpo del quemado, despegar telas adheridas a la piel, romper las ampollas o demorar el traslado al centro médico.

Las que se producen a mayor profundidad deben ser tratadas en el hospital. En la sala de urgencias es prioritario evitar la confusión y realizar una historia clínica completa: circunstancias del accidente (para conocer el agente causal), salud previa, vacunas, alergias (para evitar aplicar medicamentos que compliquen el proceso), enfermedades asociadas, etc.

Es imprescindible restablecer la vía aérea, detener el proceso de quemadura e iniciar la restauración hídrica. Toda la ropa debe ser retirada y, si ha sido por un agente químico, debe lavarse la zona con agua para eliminarlo completamente.

Se debe evaluar al paciente integralmente y tratar las lesiones asociadas que hagan peligrar su vida (fracturas, heridas, etc.). Observar su estado de lucidez y oxigenación y cubrirlo con sábanas estériles. Comprobar su adecuada ventilación y oxigenación, entubarlo si es necesario, o realizar una traqueotomía.

Algunas implican hospitalización: cuando alcanzan más del 10% del cuerpo, se producen en áreas críticas (cara, manos, pies, genitales, sitios de flexión), pacientes menores de 2 años, etc.

Los quemados graves hospitalizados pueden presentar dificultades respiratorias por el edema, lesiones por inhalación de humo, síndrome de distress respiratorio, reducción de la movilidad torácica, alteraciones de la perfusión, cirugías de todo tipo, sepsis y tratamiento antibiótico, crecimiento de hongos y virus, problemas nutricionales, dolor, alteraciones psicológicas del paciente y su entorno, rehabilitación funcional y estética, etc.

La causa más frecuente de muerte es la infección bacteriana. Se aplican fármacos tópicos que se rotarán en función de los gérmenes, su efectividad, la evolución del paciente y los resultados de los cultivos rutinarios. Además, puede ser útil el desbridamiento de la herida y la inyección de antibióticos bajo la cicatriz. La escisión precoz de las zonas necrotizadas y los injertos de piel, se consideran la mejor forma de evitar la sepsis. Está indicada la sedación con diazepam y la analgesia con morfina.

Un paciente quemado constituye una experiencia estresante para él mismo, para su familia y para el personal sanitario. El miedo, el dolor y el temor a quedar desfigurado contribuyen a los problemas emocionales posteriores a la quemadura, siendo precisa ayuda psicológica.