Perderse en una paradisiaca isla del Caribe, disfrutar de un exótico safari por la sabana africana o contemplar una espectacular puesta de sol en las Antípodas serían, para el común de los mortales, el prototipo de unas vacaciones de ensueño. Sin embargo, subirse en un avión, vacunarse para viajar al extranjero o lidiar con mosquitos y todo tipo de insectos son situaciones que, para muchas personas, pueden convertir el mejor viaje del mundo en la peor de las pesadillas. Cientos de gallegos padecen alguna fobia o temor desproporcionado que condiciona sus vacaciones, como el miedo a volar, a las tormentas e, incluso, a las multitudes. Ante cualquier circunstancia de ese tipo sufren taquicardia, sudoración, temblores e, incluso, mareos y vómitos. Para superar su problema, los especialistas recomiendan combinar la psicoterapia con fármacos para la ansiedad.

►Acuafobia. Es el miedo persistente e irracional hacia el agua. La acuafobia es una fobia específica. Esto supone un nivel de miedo que va más allá del control del paciente y que puede interferir en su vida diaria. Las personas pueden sufrir de acuafobia de muchas formas, incluso sabiendo que el agua del mar, de un río o de una bañera no supone una amenaza inminente. Quienes padecen esta fobia suelen evitar actividades como montar en bote o nadar, incluso habiendo adquirido las nociones básicas para hacerlo.

►Aerofobia. Es el temor a volar en aviones. Puede ser una fobia por sí misma, o puede ser una manifestación de una o más fobias, como la claustrofobia (el miedo a los espacios cerrados) o la acrofobia (el miedo irracional e irreprimible a las alturas). Es un síntoma en vez de una enfermedad, y son muchas las causas que pueden dar lugar a este problema. Sus manifestaciones más extremas pueden incluir ataques de pánico o vómitos sólo con ver o mencionar un avión o un viaje en ese medio.

►Aicmofobia. Consiste en un miedo patológico causado por el contacto, la vista, etc., de agujas u otros objetos que puedan cortar o pinchar, y de otros tipos. Tiende a confundirse con la tripanofobia, que es el miedo a las inyecciones, muy común, sobre todo, en los niños.

►Apifobia o melisofobia. Casi todo el mundo ha sido picado por una abeja, o bien tiene familiares, amigos o conocidos que han sufrido una de esas picaduras. Los niños pueden ser picados al molestar a una abeja mientras juegan. La picadura es bastante dolorosa y la irritación que produce puede durar varios días, así que el miedo moderado a las abejas es bastante natural. Pero un miedo excesivo en los adultos suele estar considerado como una fobia.

►Brontofobia. También conocida como astrafobia, se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a los rayos y a los truenos de las tormentas. Los pacientes que padecen este tipo de fobia sufren, aún cuando son conscientes de que los truenos no constituyen una amenaza para su integridad física. Si se encuentran al aire libre durante una tormenta eléctrica, padecerán los síntomas de la ansiedad, mientras que si están dentro de la casa, es posible que tiendan a esconderse bajo la cama, detrás del sofá, en los armarios, etc. Durante los meses de verano, cuando son más frecuentes estos fenómenos, los afectados por la brontofobia se obsesionan con mirar el pronóstico meteorológico, y optan por no salir a la calle cuando hay tormentas anunciadas e, incluso, cuando empiezan a formarse nubes negras en el cielo.

►Demofobia. Es un miedo irracional a las multitudes (lugares con mucha gente), sobre todo al acercarse o aproximarse a ellas. Se relaciona con la agorafobia (miedo a los lugares abiertos). El que padece este problema tiende a evitar los lugares donde hay mucha gente, tales como los recitales, los espectáculos, el cine, el teatro e, incluso, las reuniones. Es similar a la oclofobia y la enoclofobia.

►Entomofobia. Es el miedo (o fobia) a los insectos. Está entre las fobias más comunes y es, probablemente, la fobia a animales más extendida. Las reacciones de los entomofóbicos frecuentemente parecen irracionales incluso a los propios afectados. Éstos evitan cualquier sitio donde crean que habitan insectos. Si ven un insecto de lejos, quizá no puedan entrar en la zona, aunque sea un lugar abierto, o se sientan obligados a intentar controlar el pánico que se desencadena. La reacción ante el contacto o, simplemente ante la proximidad de estos animales, se caracteriza por sudoración, respiración rápida, taquicardia y náusea.

►Ictiofobia. El temor desproporcionado a los peces se considera una fobia específica inusual. Los mismos afectados son capaces de reconocer que su temor y sus reacciones son excesivos. Los síntomas son similares a los de cualquier otra fobia (respiración entrecortada, sudoración, etc) y la terapia más frecuente es la exposición gradual.

►Selacofobia. Esta fobia a los tiburones -que se incluye dentro de la zoofobia (el miedo a los animales)- constituye un problema para muchos nadadores, quienes se sienten totalmente incapaces de nadar en el mar y practicar buceo o pesca submarina. En casos extremos, incluso la fotografía de un tiburón puede llegar a provocarles un ataque de pánico. Existen también algunos casos registrados de pacientes tan aterrorizados que se niegan a nadar en piscinas que están ubicadas a cientos de kilómetros del océano, o incluso a darse un baño, por miedo al ataque de un tiburón. La aparición de esta fobia afloró al poco tiempo del estreno de Tiburón, la exitosa película de Steven Spielberg. De hecho, muchas personas que sufren de selacofobia, e inclusive algunos psicólogos, atribuyen el miedo a los tiburones, específicamente, a esa película.

Otras fobias cuyos síntomas se pueden agudizar en los meses de verano son, por ejemplo, la bromidrosifobia o bromidrofobia, que es el miedo desproporcionado a desprender mal olor corporal, o la cnidofobia, el temor a las picaduras de los insectos.