Quizás en el futuro los libros de Historia, en el formato que estén, cuenten que en el año 2016 un catalán llamado Guillem Anglada-Escudé (Ullastrell, Barcelona, 1979) descubrió una nueva Tierra habitable situada a 4,2 años luz de la Tierra original. Esta semana, en la revista Nature, Anglada-Escudé y su equipo de 30 astrónomos, entre los que están siete españoles más, anunció la localización del primer planeta fuera de nuestro sistema solar que podría acoger vida. Ha sido bautizado como Próxima b y de los más de 3.000 planetas extrasolares que se conocen éste es el que tiene el "índice de habitabilidad más alto". Ha sido uno de los descubrimientos científicos más relevantes de los últimos años y fue la culminación de un trabajo que duró 16 años. Próxima b es un 30% mayor que la Tierra y tarda solo once días en dar una vuelta a su estrella, Próxima Centauri, una enana roja de la que se encuentra a solo 7.000 millones de kilómetros, un 5% de distancia que hay entre la Tierra y el Sol. Pese a esta proximidad, puesto que Próxima Centauri es siete veces más pequeña que el Sol y su temperatura es de solo 3.000 K, el planeta recién descubierto se considera que está en la "zona de habitabilidad" de esa estrella: su temperatura permitiría la existencia de agua líquida en su superficie y, por tanto, vida. O quizá no. Quizá no exista esa prometida Tierra tan cerca de nosotros. La nueva historia del Nuevo Mundo no ha hecho más que empezar. Esto es lo que sabemos y, sobre todo, lo que no sabemos sobre Próxima b.

E¿Cómo se encuentra un exoplaneta? Hay tres métodos principales para localizar un planeta fuera de nuestro sistema solar (exoplaneta). Lo explica Carlos Briones, astrobiólogo que trabaja en el centro del CSIC asociado al Instituto de Astrobiología de la NASA. Briones, uno de los grandes divulgadores científicos de este país, es autor del libro Orígenes: el universo, la vida, los humanos, escrito con José María Bermúdez de Castro y el físico Alberto Fernández Soto. "El primero de los métodos para buscar exoplanetas está basado en el hecho de que un planeta orbitando en torno a una estrella hace que ésta también gire en torno al centro de masa del sistema estrella-planeta, lo que puede producir cambios en las líneas espectrales de la luz que nos llega desde ella, que se hace más azulada al acercarse a nosotros y más rojiza al alejarse. Ése es el conocido Efecto Doppler, que precisamente ha sido lo que ha permitido detectar al planeta Próxima b. Otro método, también indirecto porque no permite ver realmente el planeta, consiste en determinar los mínimos movimientos laterales (vistos desde nuestra posición) que realiza la estrella al girar en torno a ese centro de masa estrella-planeta. Y el tercero es un método directo, que consiste en detectar el planeta por el pequeño eclipse parcial que produce sobre su estrella al pasar entre ésta y nuestra posición: este método de tránsito permite detectar sutiles disminuciones en la luminosidad de la estrella, debidas al paso del planeta, como ocurre cuando Mercurio cruza entre el Sol y la Tierra".

E¿Realmente Próxima b está ahí? Sí, pero no ha sido fácil dar con él. Esta observación indirecta de Próxima b ha costado tanto porque, según explica Briones, "el Efecto Doppler que produce sobre la luz que nos llega desde la estrella es muy débil, y había que confirmar durante muchas sesiones de observación que los cambios detectados realmente estaban producidos por un planeta y no por otras causas relacionadas con la luminosidad de la propia estrella". Los movimientos detectados de Próxima Centauri por la influencia del planeta son mínimos: la estrella se aleja y acerca de nosotros a una velocidad de cinco kilómetros por hora, similar a la velocidad a la que caminamos, con un patrón regular que se repite cada 11,2 días (por el paso del planeta: es el tiempo que tarda en completar su órbita). Aun así, pese a este pequeño margen, Anglada-Escudé está seguro: "Dedicamos dos años a diseñar esta campaña, que ha observado Próxima Centauri desde enero hasta marzo de este año con telescopios de cuatro observatorios. Aunque la señal era prometedora desde el principio, revisamos su consistencia cada noche: es emocionante saber que hay un planeta parecido a la Tierra en torno a la estrella más cercana a nosotros", declaró el descubridor, investigador en la Universidad Queen Mary de Londres, a la agencia Sinc.

E¿Pero cuándo lo veremos directamente? Nadie lo sabe. Pero ése es ahora el próximo gran objetivo y en el que los astrónomos ya están trabajando: ver el eclipse que produciría Próxima b al pasar delante de su estrella. Eso nos daría información capital: su tamaño, su densidad... En realidad, aún no sabemos con certeza si Próxima b es un planeta rocoso. Cristina Rodríguez López, coautora del trabajo, explicó las ventajas de esa observación directa: "Si esto es así, analizamos con un espectrógrafo la luz de la estrella mientras el planeta la eclipsa y la composición de su atmósfera. Ése sería el momento de buscar qué biomoléculas están presentes, como agua, dióxido de carbono, metano, ozono... u otros compuestos que, aunque no sean indicativos de vida basada en el carbono y el agua como la nuestra, pueden informar de proceso biológico de otro tipo".

Queda mucho por saber sobre esa Tierra "B". Lo detalla el astrobiólogo Carlos Briones: "En astrobiología consideramos que el agua líquida es uno de los tres requisitos básicos para la vida tal como la conocemos. Los otros dos son la presencia de una fuente de energía (que en el caso de Próxima b parece garantizada debido a la proximidad de su estrella) y la disponibilidad de moléculas basadas en carbono (de lo que aún no se tiene constancia alguna en ese planeta). Por tanto, tal vez Próxima b pueda ser un planeta habitable en la actualidad... o en el futuro. Pero este planeta está sometido a una radiación muy intensa que le llega desde su estrella, tanto ultravioleta como en rayos X, y lo mismo ocurre con el flujo magnético que recibe, que es cientos de veces mayor que el que nos llega desde el Sol. Por tanto, si Próxima b carece de campo magnético y atmósfera protectores (lo que hasta ahora se desconoce) la habitabilidad potencial de este planeta sería prácticamente imposible".

E¿Y una visita a Próxima b? Con la tecnología actual, una sonda tardaría 70.000 años en llegar. Pero ya hay proyectos que se lo están planteando, como el que está financiando el millonario ruso Yuri Milner que ha apadrinado Stephen Hawking. El proyecto Starshot, que consiste en enviar microsondas robóticas que viajarían a grandes velocidades, podrían llega a Próxima Centauri en unas décadas, según estiman sus promotores. De hecho, éste es el único exoplaneta que se podría visitar en el plazo de una generación humana.

E¿Será el último exoplaneta que encontremos en zonas habitables? No, desde luego. Ni el primero ni el último. Desde 1992, cuando los astrónomos encontraron los primeros exoplanetas, en órbita alrededor de un tipo de estrella de neutrones conocida como pulsar, se han ido sucediendo los descubrimientos de este tipo, incluyendo cuerpos celestes que están en zonas habitables con respecto a su estrella. El papel del observatorio espacial Kepler ha sido determinante. Solo hemos visto la punta del iceberg. Sobre los resultados obtenido por Kepler, los astrónomos estiman que podría haber hasta 40.000 millones de planetas habitables de tamaño de la Tierra en nuestra galaxia y orbitando alrededor de enanas rojas o de estrellas similares a nuestro Sol. Eso sí, ninguno tan próximo como Próxima b.