Son muchos los millones de personas que viajan anualmente en aviones comerciales, pues se considera uno de los medios más seguros de transporte a pesar de que supone ciertos riesgos para la salud. No debemos dejarnos llevar por el pánico, pero sí es recomendable conocer ciertos aspectos relacionados especialmente con los vuelos de largas distancias o con quienes los realizan con mucha frecuencia. Consulta a tu médico antes de subir al avión y sigue sus indicaciones.

Los expertos reconocen que los más expuestos a padecer estos problemas son los pacientes con enfermedades crónicas. También señalan que la edad media de los pasajeros que pueden sufrir algún problema durante el vuelo es de 44 años para los hombres y 49 para las mujeres.

Destacable es el incremento del número de personas que sienten pánico a la hora de subirse a un avión y prefieren renunciar a hacer el viaje que sufrir los problemas que les supone introducirse en él. Recurren a mecanismos extraños que no están indicados. Consumen pastillas sin control, beben alcohol, etc... para poder soportarlo, pero son soluciones inadecuadas que no deben ser utilizadas. Si sufres algún problema de aerofobia acude a tu médico y plantéate realizar una terapia específica encaminada a superarlo.

Es importante señalar que no hay médico en el avión y que los que casualmente viajen en él no siempre podrán abordar el problema sin contar con los medios necesarios para ello. Realmente, los equipos médicos presentes en la aeronave tampoco son los deseables ni siempre iguales, sino que varían en función de las compañías. Se han decretado leyes específicas que controlan los servicios sanitarios mínimos, pero los expertos coinciden en que no son suficientes para controlar todas las posibles situaciones que se pueden plantear durante el vuelo.

Los problemas sanitarios que se pueden presentar durante el viaje son muy diversos y no podemos culpar únicamente a la compañía con la que volamos. Destacaría entre los más frecuentes:

-Los asociados a la presión del aire. Puede generar hipoxia o falta de oxigenación de la sangre a quienes padecen patologías respiratorias o cardiovasculares. Los problemas aumentan a medida que se prolongan las horas de vuelo y comienzan a producirse entre 3 y 9 horas después del despegue. Otro problema que puede presentarse es la expansión de los gases corporales (que puede llegar a ser de hasta un 30%) y provocar un molesto pitido en los oídos, especialmente en las personas operadas en esa zona. Un truco para reducir la incómoda sensación sería masticar chicle o chupar lentamente un caramelo

-El jet lag. Se llama también descompensación horaria y se refiere a una alteración del ritmo interno del organismo. Los síntomas principales son el cansancio diurno, los problemas para conciliar el sueño y la falta de apetito. La gravedad se relaciona con la dirección del vuelo y el número de husos horarios que se haya de atravesar para llegar al destino. Los que van hacia el oeste alargan el día y retrasan el reloj interno del organismo; los que van al este provocan el efecto contrario y son los que más interfieren con el sueño. Lo más efectivo es administrar suplementos de melatonina que actúa como inductora del sueño, pero debe ser pautada por el médico

-Problemas infecciosos. Viajar con alguien que padece una enfermedad infecciosa o consumir alimentos en mal estado pueden provocar una verdadera epidemia dentro del avión. Para evitarlo se utilizan filtros de aire específicos que eliminan las partículas infecciosas y se pone mucho cuidado en la conservación e higiene de las comidas y bebidas servidas a bordo

-La radiación cósmica. Se genera por las tormentas electromagnéticas que suceden en el sol y no suele afectar a los viajeros porque a la altura a la que vuelan no tiene una intensidad suficiente para causar daños. A medida que aumenta la altitud y la cercanía a latitudes polares, el riesgo es mayor porque aumenta su potencia. Especial precaución deben tener los viajeros habituales y la tripulación de las aerolíneas, porque se ven sometidos a ella durante un tiempo más prolongado y podrían ir acumulando los efectos

-El síndrome de clase turista. Se refiere al mayor riesgo de tromboembolismo venoso observado en pasajeros de vuelos largos. La recomendación pasa por moverse durante el vuelo, usar medias de compresión y mantener una hidratación adecuada

Son simplemente posibilidades, lo que no significa que vayan a producirse cuando nos desplacemos en un avión. No podemos dejarnos llevar por el miedo y renunciar a volar. Pensemos que es el medio estadísticamente más seguro e intentemos relajarnos durante el viaje.