El análisis genético más inclusivo de la especie jirafa hasta la fecha ha revelado que no se trata de una sola clase, sino de cuatro, con diferencias parecidas a las de osos polares y los osos pardos.

Estos hallazgos inesperados, presentados en la revista 'Current Biology' el 8 de septiembre, ponen de relieve la urgente necesidad de un mayor estudio de especies aisladas genéticamente y de esfuerzos de conservación para los mamíferos más altos del mundo, dicen los investigadores.

"Nos quedamos muy sorprendidos, porque las diferencias morfológicas entre las jirafas son limitados" ha afirmado Axel Janke, genetista de la biodiversidad en el Centro de Investigación del Clima Seckenberg de la Universidad Goethe en Alemania. "Se suponía que las jirafas tenían patrones genéticos similares en toda su gama", agregó, "pero nadie lo sabía realmente, porque esta megafauna ha sido pasada por alto por la ciencia".

En el nuevo estudio, Janke y su grupo de investigación examinaron las pruebas de ADN tomadas de biopsias de piel de 190 jirafas, gestionadas por la Fundación Fennessy en toda África, incluidas zonas de conflicto. El amplio muestreo incluye a ejemplares de todas las nueve subespecies de jirafas anteriormente reconocidas dentro de una misma especie.

El análisis genético muestra que hay cuatro grupos separados de gran jirafa, que, al parecer, no se aparean entre sí en la naturaleza. Como resultado, dicen, deberían ser reconocidas como especies separadas.

Esas especies incluyen la jirafa sur (jirafa Giraffa), la jirafa Masai (G. tippelskirchi), la jirafa reticulada (G. reticulata), y la jirafa del norte (G. camelopardalis) que incluye la jirafa de Nubia (G. c. camelopardalis) como una subespecie distinta.

La elusiva jirafa de Nubia, que vive en Etiopía y la zona sur de Sudán fue la primera descrita hace unos 300 años y ahora se demuestra que es parte de la jirafa del norte.