El pop independiente español no disimuló su asombro cuando el grupo santiagués Novedades Carminha lanzó el videoclip de su tema Ritmo en la Sangre. En él, la actriz Amarna Miller protagonizaba una escena que provocó sorpresa y admiración por su supuesto descaro. La propia Miller volvió a dar la campanada más recientemente con un, en apariencia, iconoclasta anuncio para el festival de Salón Erótico de Barcelona. Reconocida simpatizante de Podemos y habitual en medios y redes, esta artista se mira en el espejo de Sasha Grey y otras pornstars que han dado el salto del entretenimiento para adultos a otros campos. Aunque solo una de estas intérpretes provocó con su tránsito un seísmo de tales dimensiones que a punto estuvo de acabar con la industria que le dio la fama.

El 18 de julio de 1986, Estados Unidos amaneció con la noticia de que Traci Lords, su actriz porno más popular, acababa de cumplir 18 años. Llevaba varios años de carrera, centenares de portadas de revista y millones de cintas de video vendidas. Era una estrella mundial, el sueño húmedo de hordas de rijosos a lo largo del globo. Y, de repente, todas sus películas salvo una -TraciI LoveYou, filmada con la musa ya dentro de la edad legal- se habían convertido, a efectos penales, en pornografía infantil. Destruir todo ese material tuvo un coste incalculable para la industria.

Así empezó el salto a la fama masivo de la que hoy en día es una de las figuras más consolidadas del underground americano. Pero no fue un paso sencillo. Sus excompañeros de industria jamás le perdonarían lo que consideraron una traición, una maquiavélica maniobra de autodenuncia orquestada por Lords y su representante, Stewart Dell, para dar el salto al mainstream. Y, de paso, eliminar toda la competencia a su última y única cinta legal, la primera producida por ellos mismos. Traci se presentó ante los medios como una víctima, una inocente jovencita manipulada por unas fuerzas oscuras superiores a ella. Todos y cada uno de los que trabajaron con ella lo niegan. En ningún momento "pareció" obligada a nada, aseguran aún en la actualidad.

El FBI llevaba años detrás de la estructura comercial del porno por sus conexiones con el crimen organizado, por lo que aprovechó el caso Lords para lanzar todo el peso de la ley sobre intérpretes y productores. Algunos que se negaron a colaborar, como la actriz Ginger Lynn, dieron con sus huesos en la cárcel. Traci, que no sufrió ninguna consecuencia legal, siempre negó la teoría de la conspiración de la que la acusan sus antiguos colegas. Quienes la rodeaban y la trataron más adelante tampoco dieron crédito a la versión de la adolescente manipuladora armada con documentación falsa, y aseguran que su sufrimiento durante el consiguiente proceso judicial fue muy real.

Todavía de tribunal en tribunal y tras pasar por el Actor´s Studio de Nueva York, su primera parada en el cine convencional fue Not Of ThisEarth, un remake verde del clásico de ciencia ficción de Roger Corman. Aunque su epifanía tuvo lugar en 1990, cuando John Waters eligió a Traci para interpretar a la malota fifties Wanda Woodward en Cry Baby. El Lágrima. Lords compartió elenco con una panda de ilustres renegados que, al igual que ella, buscaban reubicar sus carreras: Johnny Depp, Iggy Pop, Patricia Hearst, Ricky Lake y Joe Dallesandro.

Iggy recordaría años después que uno de los entretenimientos del reparto era contarse sus detenciones policiales entre grandes risotadas, una cuchipanda que en principio asombró a una Traci avergonzadísima por su pasado, pero a la que se acabó sumando. Según la Iguana, la jornada de confesiones más memorable fue aquella en la queLords le preguntó a la refinada Patty Hearst si ella también había sido arrestada alguna vez. La inocente estrella no entendió las carcajadas de sus colegas. No tenía ni idea de que Hearst, nieta del magnate periodístico William Randolph Hearst, había protagonizado el caso de Síndrome de Estocolmo más notorio de los sesenta, uniéndose al bizarro Ejército de Liberación Simbiótico que la había secuestrado. Incluso participó en acciones armadas, kalashnikov en mano.

El rodaje y la promoción de Cry Baby supusieron una autentica catarsis para la actriz. Bajo el ala de John Waters, con quien estableció una férrea amistad que aún se mantiene, Traci entró en un nuevo mundo y estableció las líneas de lo que sería su futuro. Logró romper definitivamente con un pasado que la atormentaba y que pasó de ser una rémora a una herencia cool, la de la antigua estrella porno que dio el salto a la serie B.

Su siguiente paso tendría implicaciones políticas y musicales. Los galeses Manic Street Preachers invitaron a Lords a cantar en Little Baby Nothing, sencillo del incendiario debut del cuarteto, Generation Terrorists."Necesitábamos un símbolo, una persona que realmente pudiera representar la letra y, en cierto modo, justificarla -explicó el vocalista del grupo, James DeanBradfield-. Traci fue más que feliz haciéndolo. Sintió una afinidad inmediata con el tema y le resultó muy sencillo incorporar su personalidad". La estadounidense se encargó de interpretar con dulzura estribillos de inspiración DooWop tan duros como "Mi mente está muerta, todo el mundo me ama y quiere un pedazo de mí. Irremediablemente pasiva y complaciente". Traci asumió los versos como propios, dándoles un cariz autobiográfico: "Realmente me identifiqué con la letra, con esa chica joven, explotada y abusada por hombres a lo largo de toda su vida". Los Manics quedaron encantados con su aportación, y el propio Bradfield fue profético al apreciar que, en su opinión, cantó como "una Joey Ramone femenina".

Porque el siguente paso de la renovada diva fue colaborar con los legendarios punks neoyorquinos, en su disco de versiones Acid Eaters.Traci se encargó de las segundas voces del clásico hippy de Jefferson Airplane Somebody to Love, logrando una simbiosis total entre su voz y la del llorado Joey. En estas sesiones entró en contacto con el universo Ramones, que ya no abandonaría. Fraguó una estrecha relación con Johnny Ramone y su mujer Linda, y es habitual verla en los funerales anuales del guitarrista, como parte de una pandilla de canallas hollywoodienses que también incluye a, entre otros, Johnny Depp, Vincent Gallo, Rob Zombie, Dita Von Teese y el sex pistol Steve Jones.

Lords incluso se atrevió a grabar un disco propio en 1995, decantándose por el tecno. Las críticas fueron benévolas e incluso logró algún éxito menor en las pistas de baile, aunque su carrera siguió centrada en el cine y la televisión. A lo largo de los años ha trabajado a las órdenes de Francis Ford Coppola, participado en taquillazos como Blade, retomado el papel de estrella para adultos en la comedia de Kevin Smith ¿Hacemos una porno?, compartido metraje con su adorado John Waters en el filme de terror de culto Excisión y aparecido en series como Melrose Place y Hércules. Precisamente en esta última, bajo la batuta de Sam Raimi, compartió episodio con Bruce Campbell, ídolo del terror cómico de serie B, con quien mostró una química salvaje que, por desgracia, no tuvo continuidad. Por lo menos en las pantallas.

Desde hace años, Traci Lords conduce su carrera con inteligencia y mano de hierro, pese a que el libro de Legs McNeil y Jennifer Osborne El otro Hollywood. Una historia oral y sin censura del cine porno (2006) reverdeció la polémica sobre el famoso escándalo de 1986. Sus excompañeros mantuvieron su versión de los hechos, opinión que no comparten los amigos de la artista, como John Waters. "No creo que toda la pornografía sea degradante para las mujeres, ni mucho menos -reflexiona el cineasta en sus páginas- . Pero si tuviera que apostar, si alguien hiciera una encuesta, calculo que el 90% de las estrellas porno sufrieron abusos".