"Cuando alguien a quien quieres se encuentra en la fase final de su vida, los familiares más cercanos nos sentimos muy solos. En los hospitales, el personal sanitario está desbordado, de ahí que se centren en manejar la parte física del proceso, dejando a un lado la parte emocional, que es igual de importante", explica María Jesús Neira, usuaria del Programa de atención integral a personas con enfermedades avanzadas de Cruz Roja en A Coruña. "En el caso de mi marido, yo era su cuidadora principal, y eso me generó una gran ansiedad. Quería animarlo y no sabía cómo hacerlo, y al mismo tiempo me sentía en la obligación de protegerlo y también al resto de la familia, por eso evitaba hablar de la situación. Mi hija es joven, y tenía miedo de que no supiera manejar un estrés tan grande; y mis padres son mayores y no quería hacerles pasar por ese trago", señala.

En pleno tsunami emocional, María Jesús supo de la existencia del programa de apoyo de Cruz Roja a través del personal sanitario que atendía a su marido. "Las sesiones con Sabela [una de las tres psicólogas que integran el equipo del programa] me ayudaron a sentirme acompañada durante el proceso, además de darme pautas para gestionar mis emociones y para relacionarme con él y con mi entorno. Cada familia es un mundo, y aunque marido siempre quiso saber cuál era su situación y hablaba abiertamente del tema, en el momento en que se dio cuenta de que se iba, empezó a guardarse sus emociones", apunta María Jesús, quien ya en proceso de duelo, continúa recibiendo el apoyo de Cruz Roja. "Solo tengo palabras de agradecimiento. A mí me están ayudando muchísimo. Todos vamos a pasar por situaciones de este tipo, la muerte forma parte de la vida, y el soporte emocional, en esa última etapa, es fundamental, por eso es muy importante que haya psicólogos y trabajadores sociales en las unidades de cuidados paliativos", remarca.