El papa Francisco sorprendió ayer con la publicación de una nueva instrucción sobre cómo conservar las cenizas de los difuntos tras su muerte, en la que prohíbe que se esparzan en la naturaleza o se guarden en casa, como mucha gente hace. Según el Pontífice, los restos incinerados deben "mantenerse en un lugar sagrado", en concreto, "en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente".

Eso es lo que dice la instrucción Ad resurgendum cum Christo (para resurgir con Cristo), redactada por la Congregación de la Doctrina de la Fe -el antiguo Santo Oficio- y aprobada por el Papa en marzo de este año. El Vaticano justifica esta nueva normativa de la siguiente manera: "Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia", afirma el texto de la instrucción papal, y añade: "No puede permitir, por lo tanto, actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la prisión del cuerpo".

La Santa Sede acepta, sin embargo, la incineración tras la muerte. En concreto, no ve "razones doctrinales" para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver "no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo y, por lo tanto, no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo", justifica. Establece, no obstante, una serie de condiciones sobre qué hacer después con las cenizas

El texto publicado ayer, que sustituye a otro de 1963, advierte de que "no se permite la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos". Y va más allá: "En el caso de que el difunto hubiera sido sometido a la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le ha de negar el funeral", señala. La Congregación para la Doctrina de la Fe justifica la elaboración de un documento así de drástico como reacción a las nuevas prácticas en la sepultura y en la cremación "contrarias a la fe de la Iglesia".

La conservación de las cenizas en el hogar solo se contemplará "en casos de graves y excepcionales circunstancias", o cuando una persona lo pida "por piedad o cercanía", explicó el consultor de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el español Ángel Rodríguez Luño, en la presentación del documento. Para la Iglesia católica, "la conservación de las cenizas en un lugar sagrado ayuda a reducir el riesgo de apartar a los difuntos de la oración". Además, "se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas".

El vicario de la diócesis de Santiago en A Coruña, José Luis Veira, está de acuerdo en que el nuevo documento del Papa "insista en que las cenizas deben de ser depositadas en un lugar sagrado, ya que el cristiano entiende la muerte como resurrección y no tiene ningún sentido esparcir las cenizas en ningún lugar, una costumbre que cada vez se extiende más y no está de acuerdo con el sentido cristiano", apunta.

En similares términos se manifiesta el párroco de San Francisco Javier-Nª Señora del Pilar, Severino Suárez, a quien no le sorprende el documento papal. "Va en la línea del respeto por la dignidad de la persona y el cuerpo humano que siempre ha defendido la Santa Sede. Lo que el Papa pide es que los restos de los difuntos se tengan en un lugar sagrado, ya sea en una cementerio o en una iglesia, para evitar que caigan en el olvido o que se lleven a cabo prácticas irrespetuosas", indica Severino Suárez, quien reconoce que el volumen de fieles que optan por la incineración ha aumentado "muchísimo" en los últimos años.

También destaca esta realidad el párroco de la Divina Pastora (Padres Capuchinos), Rosendo Pérez, en cuya parroquia incluso se plantean la posibilidad de crear un "columbario" o "cementerio de cenizas". "Estamos en trámites de hacerlo", indica Rosendo Pérez, firme defensor de "la libertad de las personas y de las familias" para decidir sobre el destino de los restos de los difuntos. "Personalmente, no soy partidario de que las cenizas se esparzan en la naturaleza por el daño ecológico que esta práctica puede suponer, pero creo que se debe permitir conservarlas en casa, tanto por razones afectivas como, incluso, económicas", señala. Este párroco coruñés va un paso más allá al admitir que él mismo optará por la incineración, y remarca: "Creo que sería más útil publicar más documentos sobre cómo vivir, y dejar que los muertos entierren a los muertos", subraya.

Por su parte, el teólogo gallego Andrés Torres Queiruga aplaude el documento publicado ayer "en cuanto a la necesidad de hacer una llamada de atención a que la muerte es muy importante en la fe cristiana y hay que tratarla con mucho respeto". Sin embargo, no ve adecuado que "se convierta en un mandato legal, en un objeto de legislación, ya que en la comunidad cristiana tiene que haber unas normas de convivencia pero no prohibiciones", explica. Lo más negativo del texto papal, apunta, "es la teología tan arcaica que transmite en cuanto a la división del alma y el cuerpo, que está muy desfasada". "Creo que son los últimos coletazos del Santo Oficio", concluye.