Espinete. Son tiempos, háganse cargo, de nostalgias, reencuentros y recuerdos. De hemeroteca y videos caseros. De déjà vu y vintage. De telepasiones, galas enlatadas, inocentadas. De remember y tiempos felices. Días de la marmota. Mismos anuncios loteros, idénticas vueltas a casa. De leer reconciliaciones familiares y hartarse de ver posados ante el árbol picudo. Transparencias, lentejuelas y pajaritas. Entiéndanlo. Era inevitable. Tenía que regresar ella. Tan clásica como las campanadas. O Espinete. Ana Obregón vuelve a los platós, vuelve a romperse el vestido en su aparición estelar, vuelve a contar sus cosas. Ya saben (¿cómo no van a saber?): Yo le cociné una paella a Spielberg en LA, que es Los Ángeles, sin tener ni idea. Da igual que la paella fuera un desastre, ustedes quédense con lo sustancial: Spielberg, Los Ángeles. Como soy tan despistada a Mónaco me llevé en la maleta dos zapatos de pares diferentes, uno con y otro sin tacón. Y, claro, encima tuve que abrir el baile, cómo iba a decirle que no a Alberto... Olviden la maleta y vayan registrando mentalmente: Mónaco, principado, baile, Cenicienta... ¿Que Espinete no existe, dicen? Anda ya.

Fauna. Alba Carrillo ha vuelto de milagro de Laponia, dicho por ella misma, porque casi la confunden con un reno. Por los cuernos. No yerra Alba: el Rangifer tarandus es un caso singular entre los cérvidos ya que las hembras de esta especie tienen cornamenta como los machos (desde 39 hasta 53 pulgadas, eso varía). Sin dejar el reino animal y la guerra de sexos, ya se sabe la mala prensa que arrastra -con base, a qué negarlo- la mantis religiosa. La hembra a veces termina la cópula devorando al macho, habitualmente previa decapitación. Toño Sanchís, de entre toda la fauna, identifica a Belén Esteban con una mantis. Nadie sabe qué datos de observación científica maneja o si se trata de una figura retórica. A las mantis también se las llama popularmente santateresa, o teresa a secas. Como a las Campos.

Martes y 13. Desde la caída del Imperio Romano -la literal, no la metáfora popularizada en su día por Chiquito de la Calzada- en Constantinopla, un martes 13 de mayo de 1453, todo pareció cobrar mala suerte. Trece se sentaron a la mesa la última cena, trece eran los espíritus malignos y en Apocalipsis 13, y no en otro capítulo cualquiera, llega a la Tierra el anticristo. Y así resulta que fue un martes y 13, precisamente, el día en que Aramís Fuster fue desmontada, pillada in fraganti mientras se confesaba al chófer que la llevaba a televisión en su papel de diosa de la adivinación (y la dominación) venida a menos. Precisamente Aramís, que de eso entiende. Y que tiene la nevera, y lo demás, lleno de pociones y demás artes. Oscuras.

Wikitoño. A Toño Sanchís habrá que agradecerle para los restos la información que, involutariamente, ha destapado. Gracias a sus exigencias a la hora de sentarse con Ana Rosa sabemos que en Telecinco existe un ala oeste, un área reservada, un búnker como el del Pentágono. Toño no quiere arreglarse donde todo el mundo, no quiere mezclarse con según quién, así que pide que le maquillen en la sala más vip y protegida de miradas ajenas, el reservado de los políticos. Un lugar comparable a los archivos del Vaticano, el club Bieldeberg o las carpetas de Iker Jiménez. Suma así a los secretos que ya conoce de Belén Esteban los de Mariano. Toño Sanchís es el Julian Assange de Mediaset.

Lavado de imagen. Nos lo quieren cambiar. AKiko, con lo que él ha sido. Ya nos lo vistieron de chaqué y nos lo casaron previo tuneo. No daba el perfil, dicen. No el de marido y abnegado padre de familia. El perfil adecuado para compartir álbum con la aristocracia del cuché (y el papel timbrado): los Thyssen, Lequio y demás. Costó lo suyo. Hubo que someterlo a un lavado (de imagen) real y virtual. De igual modo que el derecho a portada más o menos, como se ve, se hereda, puede legarse de padres a hijos el negocio, la profesión, las aficiones, la vocación, el talento (o cuanto menos la mayor o menor predisposición genética)... o la discográfica. Dicen que la cantante Isabel Pantoja ha pedido a la suya, metida en harina de reaparición con episodio carcelario cosido a la bata de cola, que velen también por el vástago. Y para ello se requiere otro lavado de imagen. El vástago es heredero principal si no de la genética de su padre y hermanos, por un lado, ni la que se aloja en la garganta de la madre por otro, sí de bienes y afectos. Lo que debería bastar a la discográfica. Pero, además, le avala una larga carrera de éxitos con los platos. Y los platós.