Unos 700 millones de personas en el mundo padecen algún tipo de trastorno mental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una etiqueta que no se limita a las dolencias más graves y crónicas, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, sino que también incluye otras más comunes como la ansiedad o la depresión, que uno de cada cuatro ciudadanos padecerá en algún momento de su vida. Las enfermedades mentales son, además, una de las principales causas de suicidio, por no mencionar la discapacidad que generan y los costes económicos directos e indirectos. En España, de hecho, suponen la segunda causa de baja laboral.

El cine se ha sentido fascinado, desde sus inicios, por la psicopatología y la realidad de este tipo de trastornos. Pocos años después de que los hermanos Lumière presentaran su cinematógrafo, ya se estrenaban películas como Dr. Dippys´Sanitarium (1906) o El Gabinete del Doctor Caligari/ Das Kabinett des Doktor Caligari (1919), de Robert Wiene, basadas en personajes con trastornos mentales. Desde entonces, la lista de filmes que centran sus tramas y argumentos en las manifestaciones de este tipo de dolencias es infinitamente larga y aumenta cada año. Sin embargo, ¿qué imagen transmiten el séptimo arte, y más recientemente la televisión, al público en general acerca de la enfermedad mental?

Para el director de la Federación de Asociaciones de Familiares de Personas con Enfermedad Mental (Feafes) de Galicia, Antonio Hernández, tiene que quedar muy claro que "tanto el cine como las series de televisión son ficción que intenta representar o que se inspira en distintos aspectos de la sociedad". Aún así, Hernández subraya que, en la mayoría de los casos, constituyen "el único contacto que tienen muchas personas con la enfermedad mental", de ahí "la importancia de la construcción de estos personajes en la ficción, ya que puede determinar la concepción que los espectadores tienen de esta problemática".

Partiendo de esta base, el director de Feafes-Galicia reconoce que en el cine y en la televisión "se construyen personajes con trastornos mentales que perpetúan ciertos estereotipos sociales", y considera que "el más arraigado y estigmatizante" es "el que asocia violencia y enfermedad mental, sobre todo, en relación a los trastornos psicóticos". "El presentar ambigüedades y equiparar asesino o criminal con persona con enfermedad mental, aparte de ser sumamente injusto, ha perpetuado el estigma social hacia estos enfermos", lamenta Antonio Hernández, quien considera que filmes tan exitosos como Psicosis (1960), Taxi Driver (1976) o El resplandor (1980), contribuyen a enquistar en la sociedad esa imagen equívoca e injusta sobre los afectados por trastornos mentales.

El director de Feafes-Galicia advierte, además, de que en el cine de terror y suspense se tiende a "identificar la enfermedad mental con lo maligno, lo demoníaco". "En este tipo de cintas, los psiquiátricos aparecen como lugares donde habita y se contagia la maldad, siendo uno de los escenarios preferidos", avisa Hernández, quien encuadra, en este caso, filmes como La matanza de Texas (1974), Shutter Island (2010) y "un buen número de películas de serie B". El tercer gran mito perpetuado especialmente por el séptimo arte es "el que asocia genialidad con locura", mostrando a las personas con enfermedad mental, en ocasiones, "como seres superiores". "Películas como El loco del pelo rojo (1956), Shine (1996) o Una mente maravillosa (2001) han edulcorado algunos trastornos, llegándolos a presentar, incluso, como una cualidad que convierte a quien los padece en un ser superior que el resto", apunta. Por el contrario, entre las cintas en las que la enfermedad mental se trata "de forma bastante adecuada, con una construcción de personajes realista y un abordaje serio", el director de Feafes-Galicia cita Alguién voló sobre el nido del cuco (1975), Mejor imposible (1997), Elling (2001), La mejor juventud/los años soñados (2003) o El lado bueno de las cosas (2012).

Las enfermedades mentales son, en cualquier caso, "un verdadero filón cinematográfico", admite Antonio Hernández, quien reconoce, no obstante, que, en los últimos años, también se ha empezado a ver una explosión en series de televisión, sobre todo anglosajonas. Echando un vistazo a las producciones televisivas más exitosas, no cabe duda de que los personajes con un trastorno mental están de moda. La lista es interminable: Hannah Horvath, protagonista de Girls, tiene un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), al igual que el 3% de la población; Hank Moody, de Californication, sufre un trastorno mixto de la personalidad con rasgos narcisistas e histriónicos, agravado por un evidente consumo perjudicial de tóxicos; Carrie Mathison, de Homeland, padece trastorno bipolar; Walter White, de Breaking Bad, tiene rasgos antisociales y narcisistas de la personalidad... "Es verdad que se observa una evolución de este tipo de personajes del cine clásico a las series actuales -apunta el director de Feafes Galicia-. Una evolución desde la simplicidad y la exageración de los rasgos más morbosos de los primeros personajes, frente a la sofistificación de los actuales, incluso en el tipo de trastornos que padecen. Desde los psicóticos del cine clásico, hacia los trastornos de personalidad, del estado de ánimo, de ansiedad, obsesivo-compulsivo... Cada vez más complejos y humanos", explica Hernández, quien reconoce, sin embargo, que esta evolución "aún no se observa en las producciones españolas", una realidad que, desde su punto de vista, estaría claramente vinculada con el hecho de que las producciones españolas cuenten con "menos recursos para desarrollar personajes y tramas más elaboradas" pero, sobre todo, con "el tabú que todavía existe en nuestro país" en torno a esta problemática.

"Sería muy recomendable que alguna serie de Televisión Española (TVE) o de la Televisión de Galicia (TVG) incluyese algún personaje con enfermedad mental, tratada de forma realista y humana, ya que constituiría un arma de sensibilización social muy poderosa, ayudando a derribar prejuicios y a favorecer la aceptación de este tipo de trastornos", concluye el director de Feafes-Galicia.