El consumo de tranquilizantes en los jóvenes de entre 15 y 24 años se ha multiplicado en la última década. Según datos del Ministerio de Sanidad, en 2005 un 5,1% de ellos había ingerido ansiolíticos, dato que aumentó en 2013 hasta alcanzar el 12,3%. Y cada vez empiezan más jóvenes. La última encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España señala que el 16% de los estudiantes de 14 a 18 años ha tomado hipnosedantes (incluye tranquilizantes y somníferos, con o sin receta) alguna vez en la vida. En 1994 tan solo eran 6,9% los que lo hicieron. El consumo adquiere mayor dimensión en las chicas: dos de cada diez reconoce haber ingerido este tipo de sustancias alguna vez. Y ese consumo aumenta a medida que lo hace la edad, por lo que la prevalencia más elevada se registra en el grupo de 18 años, donde un tercio de las chicas tomaron hipnosedantes alguna vez.

Los psicólogos gallegos consultados corroboran este aumento no solo en los jóvenes sino "en la población general", indica María Ferreiro, directora del Instituto de Tratamiento de la Conducta. La psicóloga asegura que la normalización en el uso de estas medicaciones "influye decisivamente en los más pequeños de la casa que al ver como los mayores toman estas pastillas como algo habitual entienden de forma indirecta que es algo lógico e incluso carente de peligrosidad".

Entre los factores que contribuyen a este aumento en el consumo de tranquilizantes, los expertos destacan la cultura de la inmediatez que prevalece en nuestra sociedad y la crisis económica. "Estamos permanentemente rodeados de estímulos que nos reportan una aparente satisfacción casi de forma inmediata, la cultura del esfuerzo y la dedicación ha sido relegada por el aquí y el ahora, ¿para qué voy a esforzarme en controlar mi ansiedad buscando y entrenando estrategias propias si puedo tomarme un pastilla que me relaja al momento?", plantea Ferreiro. "No se nos está entrenando para aceptar y saber sobreponernos a los pequeños traumas diarios; cada vez somos menos resilientes", añade esta especialista gallega.

Por su parte, Carlos Álvarez, psicólogo clínico y tesorero del Colexio Oficial de Psicólogos de Galicia, destaca que la medicación "está cada vez más instalada en nuestras vidas y muchas personas entienden su consumo como algo muy normal". El psicólogo destaca como otra de las causas del aumento del consumo en los jóvenes la sobreprotección de los padres: "Muchos no soportan ver que sus hijos sufran a causa de problemas que son normales como fracasar en los estudios, en sus relaciones sociales, rupturas de pareja, etc... y nos los traen demandando ellos mismos una medicación".

El psicólogo lamenta que esa demanda de los propios pacientes, "unido al escaso tiempo que tienen los médicos de familia para atenderles y la espera de más de dos meses para obtener una cita en las unidades de salud, provoca que receten con mucha facilidad ese tipo de fármacos". Álvarez indica, no obstante, que "esos fármacos tan solo mejoran algunos síntomas del problema como la ansiedad pero, para conseguir una verdadera mejora, los afectados deberían de acudir a terapias en las que aprendan técnicas para afrontar los problemas de la vida, ya que volverán a aparecer y no podemos estar siempre tomando pastillas ya que crean dependencia en nuestro organismo", afirma.

Ferreiro aclara que, "obviamente, no decimos que no debamos de medicarnos, los fármacos están para hacer uso de ellos, aunque un uso adecuado y siempre bajo supervisión médica, la automedicación nunca es una solución acertada, puede conllevar serios problemas de salud". Coincide con ella Álvarez, que advierte que este tipo de fármacos pueden crear problemas cuando se perpetúa su consumo "ya que se crea una dependencia a nivel físico y psicológico; si no puedo tomar la pastilla no podré dormir, no podré aguantar la angustia ... cuando lo adecuado sería asistir a una terapia psicológica durante un tiempo para aprender a afrontar esos problemas sin fármacos".