Luis Martín vio el cielo abierto cuando descubrió la altísima calidad tecnológica de Finlandia donde las startups más innovadoras crecen como setas en Oulu, la ciudad con la población más joven de Europa. Nokia está implantando aquí el 5G, la quinta generación de tecnologías para la telefonía móvil. "En España hay mucho talento pero no se protege ni al empresario ni al emprendedor", lamenta desde su despacho de este rincón del Ártico que comparte con un socio nórdico, un centro creador de modelos para adaptar los negocios españoles a esta tercera revolución humana en marcha, la digital, que sucede a la agrícola y a la industrial. El Grupo Barrabés, pionero desde 1995 en el comercio online de material de montañismo, puso en 2000 en venta sus conocimientos a través de internet. Las recetas para alcanzar el éxito en este nuevo escenario hiperconectado fueron expuestas por Martín en el Polar Bear Pitching de Oulu, donde los emprendedores digitales más osados del planeta tuvieron que mojarse en el helado Báltico para presentar y vender sus proyectos, metidos en un agujero cavado en el mar congelado. Él único español inscrito en la peculiar competición, aguantó cuatro minutos y medio en el agua mientras explicaba con vehemencia la bondad de su producto.

-Señor Martín. ¿Estamos metidos ya en la cuarta revolución industrial?

-Estamos en la tercera revolución humana que se desarrolla en un mundo que nos brinda la oportunidad de hacer prácticamente cualquier cosa y a hiperescala. Hemos pasado de la revolución agrícola a la industrial y ahora estamos en la digital. Esta revolución cambia todo: el modelo de economía, de familia, de educación, de relación?

-¿Cómo es ese mundo hiperconectado?

-Hoy los negocios están muy orientados hacia el consumidor. Así llevamos 20 años, pero a partir de ahora se abren nuevas puertas: la primera es la economía sin permisos, la economía colaborativa, basada en el coste cero de hacer relaciones y negocios.

-Hábleme de esas puertas.

-La economía circular para paliar el derroche de recursos y apostar por el reciclaje será más efectiva gracias al internet de las cosas. Aparecen oportunidades pero también riesgos y habrá desigualdades.

-¿Más desigualdades todavía?

-Muchos modelos de trabajo van a tener que cambiar igual que cambiaron cuando se produjo la revolución industrial. Por eso es importante favorecer la adaptación de las personas. No se puede modernizar un negocio si los empleados siguen trabajando a la vieja usanza.

-¿Qué importancia tienen las marcas en este nuevo contexto?

-Cada día más. Cuando una marca tiene un significado propio que le otorga una personalidad diferenciada la gente acude a ella.

-¿A qué significado se refiere?

-Al que tú quieras dar a tu producto para no ser uno más. La única forma de ser dueño de tu futuro es ofrecer un valor añadido muy personal que atraiga a tus nuevos aliados, a los que antes llamábamos clientes.

-Los cambios tecnológicos son ahora tan rápidos que es casi imposible mantener el paso. ¿Qué tienen que hacer los empresarios para no quedarse atrás?

-Hoy es imposible anticiparse. Por eso son tan importantes los valores que transmite una empresa. Tus propios valores son los que te hacen diferente. En la revolución industrial, las primeras tecnologías tardaron en llegar 30 años al 20% de la población. Hoy tardan meses o semanas. Es imposible predecir qué va a pasar. Las empresas tienen que tener herramientas para combatir su fragilidad y poder reaccionar ante lo desconocido.

-¿Cómo se consigue eso?

-Con equipos humanos que comprendan la magnitud del cambio y con modelos de negocios más abiertos, cooperativos y flexibles para adaptarse sin caer en el desánimo.

-¿Lo entienden los empresarios?

-Muy bien. Las startups son una palanca para hacer imbatible este proceso de cambio. Nosotros combinamos pequeñas y medianas empresas españolas con 1.200 startups finlandesas para dar soluciones rápidas en nuevos modelos y formatos.

-¿Por qué no acabamos de salir de la crisis en España?

-Estamos mirando en la dirección equivocada. Esperamos que la construcción y las fábricas recuperen los niveles de empleo y eso no va a ocurrir. El nuevo empleo tiene que sustituir al viejo para que se produzca la recuperación.

-¿Es que ya no sirven los empresarios que triunfaban hace diez años ni los empleados de entonces para responder a las nuevas demandas de esta revolución industrial?

-Sirven siempre y cuando se adapten al mundo digital. Se puede transitar de entornos industriales a otros digitales. Nadie querría hoy vivir como antes de la revolución industrial. Las posibilidades que tenemos ante nosotros son tremendas.

-¿Cómo nos van a influir la nanotecnología, la robótica, la genética, la impresión 3D, el Big Data, el 5G y el blockchain ?

-Avanzamos hacia procesos que dejan de tener a los humanos como intermediarios tanto en la operación como en la decisión. Por eso es importantísimo que construyamos ese nuevo mundo con valores éticos y morales. Vamos a delegar casi todo en el software y en las máquinas. Las capacidades de combinar a los humanos con software son infinitas. La tecnología te puede llevar a las estrellas o dejarte fuera del mercado.

-El negocio de los datos nos convertirá en producto involuntario para beneficio de las grandes multinacionales tecnológicas que comercializarán nuestra privacidad. ¿Vamos a perder el control de nuestra intimidad?

-Seguro que surgirán iniciativas para ayudarnos a proteger nuestra intimidad. Los conceptos de seguridad, privacidad e intimidad son otra cosa de millennials para abajo. Seguridad y privacidad ya son dos conceptos en cierta medida antagónicos porque para garantizar nuestra seguridad muchas veces tenemos que dar datos privados. Hay gente que sube fotos en bañador en la playa y luego no te da el código postal en el supermercado. Todos estos conceptos hay que redefinirlos.

-¿Por qué confía usted más en la política industrial norteamericana que en la europea liderada por Alemania?

-Hay dos modelos: el smart industry norteamericano que lo basa todo en los fondos de inversión y en las startups y el de Alemania que propone una política orquestada con la participación estatal. En Europa creemos que el mix correcto sería un 60% para el modelo alemán y un 40% para el americano. Necesitamos las dos cosas.

-Pero el presidente Donald Trump parece decidido a apoyar a los sectores más tradicionales como el petrolero y las obras públicas?

-Trump es un personaje controvertido, que tiene un modo muy personal y sorprendente de ejercer la presidencia. Es curioso que Trump haya usado la elasticidad del mundo digital, al acceder a millones de estadounidenses que ni leen prensa ni contrastan noticias, con contenido que ni siquiera es información, y en cambio ofrezca soluciones del mundo industrial como recuperar los trabajos dentro de las fábricas. Eso no va a ocurrir. Él se apoya en un método de la revolución digital a través de las redes sociales pero ofrece una receta de la revolución industrial.

-¿No está funcionando el modelo europeo de apoyo público en I+D?

-Europa está perdiendo la oportunidad de crear gigantes digitales. En Estados Unidos y en China se pone el dinero que haga falta para ello y aquí siempre hay una ley que impide que se ayude a las empresas.

-¿Qué ventajas ve en las sociedades venture capital o de capital riesgo para impulsar las startups ?

-Son vitales para el desarrollo de todas esas iniciativas de alto riesgo que no cuentan con crédito en los modelos tradicionales de financiación. Sin el venture capital, crowdfundig o peer to peer este mundo no sería posible.

-¿Qué cabe hacer en España para sacar el rendimiento potencial que tiene nuestro talento ocioso?

-Trabajar en la formación para desarrollar todo ese talento, favorecer la creación de nuevos modelos digitales y construir una economía de base más productiva. España tiene una gran oportunidad de servir de enlace entre nuestras dos comunidades naturales, Europa y Latinoamérica.

-¿Es su pequeño tamaño uno de los grandes problemas de la empresa española de hoy?

-En España hay demasiadas corporaciones y pymes pero pocas empresas medianas que son las que pueden innovar. Deberíamos tener 14.000 empresas medianas y tenemos 4.000 y ese es el factor que desequilibra nuestra economía. Eso disparó el número de parados durante la crisis. Hace falta una revolución para crear empresas medianas.