Los claustros de las facultades gallegas se sitúan entre los más envejecidos Casi uno de cada cinco profesores e investigadores de las universidades de Galicia supera los 60 años (el 17,5%), lo que sitúa a la comunidad como la quinta con la plantilla más añosa, solo superada por Madrid -donde el 19% del profesorado rebasa esa edad-, Cantabria (18,7%), Asturias (18%) y Canarias (17,9%), según los datos que acaba de publicar el Ministerio de Educación, correspondientes al curso 2015-2016. Una tasa que se traduce en casi un millar de docentes universitarios gallegos que superan los 60 años y en un total de 309 que sigue en activo pese a rebasar ya la edad de jubilación.

Los datos de Educación revelan, eso sí, grandes diferencias por universidades. Mientras en Santiago casi una cuarta parte de la plantilla docente tiene ya más de 60 años (498 profesores), en A Coruña no se rebasa la media gallega -son 233, es decir, un 15,5% del total de los 1.501 docentes con los que cuenta la entidad- y Vigo cuenta con el profesorado más joven ya que sólo el 11,5% (181 docentes e investigadores) supera esa edad. Lo mismo ocurre al analizar el número de profesores que imparten clase pese a rebasar la edad de jubilación. Hay 78 docentes con más de 65 años en la Universidade da Coruña (UDC), por solo 63 en Vigo y 168 en Santiago.

La edad media de la plantilla de profesores e investigadores en España se sitúa en los 54 años, la misma que en las tres universidades gallegas y similar a la del resto de comunidades, donde se supera en todas la barrera de los 50. Por ello, el grueso del profesorado -seis de cada diez que ejercen en una facultad gallega- tiene más de 45 años. De hecho, quienes imparten clase o investigan con menos de 35 son una excepción: 201 de 5.182, es decir, sólo el 3,8%. Es A Coruña la que cuenta con más jóvenes en su plantilla: 98 menores de 35 años, frente a los 52 de Vigo y los 46 de Santiago, según los últimos datos de Educación.

El tiempo de formación y los méritos profesionales con los que hay que contar hacen que convertirse en profesor y sobre todo en catedrático sea algo que se demore en el tiempo. Tras acabar la carrera se precisa un doctorado para poder ejercer en una universidad. Si la carrera se saca año por curso, un alumno se graduará con 22 años y tras cinco de doctorado podría optar a una plaza de profesor. Una vez con su puesto de docente hay que sumar méritos académicos (publicaciones, conferencias, etc.) para poder acceder a una cátedra.

El problema es que las estadística revelan que muchas veces la vida universitaria se alarga más de lo que marcan los plazos teóricos. Uno de cada cinco matriculados en una carrera en la comunidad gallega supera los 25 años, un 12% no saca la titulación hasta rebasar la carrera y un tercio de quienes terminan su tesis doctoral, lo hacen ya al rebasar los 40 años. Algo que influye en la edad final de la plantilla de docentes de las universidades de la comunidad.

A nivel estatal, Madrid lidera la clasificación como la autonomía con más profesores o investigadores que rebasan los 60 años (el 19%), una tasa que rozan en Cantabria y Asturias. En el otro lado del ranking, como las comunidades autónomas con menor porcentaje de docentes que superan esa edad se sitúa Navarra (sólo un 8%) y Castilla-La Mancha (9,9%), según los últimos datos del Ministerio de Educación.