Protoestrellas. Ustedes ahí, tan tranquilos, pendientes de cualquier tontería, mientras ha nacido otra estrella. Procedente de otra. Dicen los astrónomos que hará cosa de unos 100.000 años, varias protoestrellas comenzaron a acercarse peligrosamente. Dos de estos astros se rozaron o directamente chocaron y venga soltar protoestrellas por ahí. Son cosas que pasan así, en el universo, cada mucho. Pues acaba de volver a ocurrir. Uno de esos fenómenos cósmicos. Lo dice Anabel Pantoja, que no es experta en el más allá pero casi, porque mora mucho en Cantora. Cuenta que su sobri, la niña de su primo Kiko, tiene un arte que no se puede aguantar. Porque esta sobri ha heredado el arte de su abuela. A la niña, que cuenta dos añitos de edad y te la sacan en las redes con un pirri y la carita pixelada, tú le pones música y da palmas, y vueltas, igualita igualita que su abuela. Lo ratifica la madre, que la niña de sus pechos aumentados ha nacido para lo que ha nacido, porque el arte es una cosa que se lleva dentro y porque el roce, además del cariño, en el caso de las protoestrellas es lo que tiene, que produce explosiones cósmicas y ya de ahí nuevas estrellas. Aunque se salten, de tanto en tanto, alguna generación.

Efemérides. A lo largo de la historia, fue un 5 de mayo cuando Boabdil entraba en La Alhambra, Cristóbal Colón llegaba a Jamaica, Napoleón Bonaparte moría en Santa Helena, se libraba en México la batalla de Puebla, estallaba una bomba sobre las Bikini, Toto Cutugno ganaba Eurovisión y José María Aznar juraba como presidente del Gobierno. Si nada lo remedia -dicen que sí, que la tonadillera quiere retirar la demanda, paralizar el proceso, detener el tiempo- una efeméride superará con creces todas las anteriores el próximo 5 de mayo: Isabel Pantoja y Julián Muñoz podrían tener que volver a verse las caras. Y juntos, en el mismo bando. Por una denuncia conjunta que interpusieron en sus días de vino y rosas. Y lo demás. Un 5 de mayo nacían Eugenia de Montijo, Karl Marx o Raphael. Era lo señalado. Hasta hoy. Si hay encuentro, se reescribirá la historia. Y la Wikipedia.

Una cita. Por favor, que alguien le de una cita al pequeño de Carmina. El muchacho lo intenta, le pone empeño. Andaba en las redes sociales de búsqueda -como Enrique Iglesias, dicen: en todas partes cuecen habas- y nada. Fue a la boda del hermano -de una boda sale otra- y nada. Pero también es que fue con el padre detrás y acabaron marchándose ofendidos y con revuelo para tener algo que contar. Fue a que le cambiaran el look en la tele y le dejaron igual pero aprovechó para tirarle los tejos a la estilista. Y nada. Fue al bistró de Sobera, también en la tele, donde triunfaron hasta Yurena o Pocholo, y nada. Y eso que muestra sus torneados músculos. Y es poeta. Lástima que no tenga granja, igual Carlos Lozano le encontraba algo.

El alta. Doctor, doctor, déme el alta. ¿Se encuentra usted ya bien de lo suyo? No, pero tengo una cita con la Justicia. ¿De lo suyo? No, no, de lo mío nada, lo mío ya está zanjado. Es para empapelar a la Patiño. ¿Porque se le hincha la vena? Eso es cosa nuestra, no del juez. No, no, porque atenta contra mi honor. Y el de mi suegra, de paso. ¿La exsuegra de Belén Esteban? No, no, de la Esteban nada, mi suegra. Pero si dice la Patiño que no se llevan. Mire que le demando a usted también por injuriar. Usted verá pero el que lleva lo de sus cervicales soy yo. Bueno, pues zapatero a tus zapatos, voy al juzgado y vuelvo. Ah, y ni sueñe que voy a llevar collarín. Que habrá prensa. Fijo.

El bañador. A ver quién es el guapo que niega que lo de la isla es un programa familiar. Alba la modelo se va con su señora madre, esa de la que dicen es imagen y semejanza. Eso sí, lo más bonito que le llama es lastre, o bruja. Gloria Camila se despacha a gusto con su prima, la hija de la más grande. Y luego hay una labor de auténtico reagrupamiento. Rosa Benito regresa a la televisión al rebufo de su sobrina; a los niños Matamoros y su padre les une la telerealidad; Terelu se ablandará viendo sufrir a Bigote. La única tacha, la única excepción, el único aspecto que el defensor de la audiencia podría censurar, el único detalle que no pasaría el corte del horario infantil, es el bañador de Luis Miguel, el peluquero. Y miren lo que les digo. Superamos, pese a los calores, el topless de Karmele, la omnipresencia de una parte de Nacho Vidal, el revolcón arenero de Rosa Benito y Amador Mohedano, el calvo de Tony Genil, los biquinis con perlas de Carmen Lomana y a Chabelita rebozada en barro. Pero lo de Luis Miguel, no. Lo de Luis Miguel, imposible. Desde que Sandro Rey se encaramase a un trampolín no se veía algo así. Malditos estilistas. Dejen en paz a las familias.