La jubilación es para algunos una oportunidad para disfrutar de su tiempo libre mientras que para otros es el tránsito a una vida que los deja descolocados. El mayor riesgo de la vejez es el aislamiento. El 18% de los mayores de 65 años viven solos y aunque la mayoría mantienen contactos con familiares y amigos hay un seis por ciento, unos 40.000, que señalan que no conocen a nadie con quién poder hablar de temas personales, y un 2,3% (más de 15.000 mayores) aseguran que no tienen a nadie a quién pedirle ayuda en caso de que lo necesiten.

Mantenerse activos después de la jubilación es fundamental, no solo desde el punto de vista de salud sino para sentirse útiles. El objetivo de la Xunta es promover talleres de envejecimiento activo, entre los que se incluye la universidad para mayores "que está teniendo muy buena acogida", sobre todo entre personas jubiladas con un nivel sociocultural y adquisitivo alto.

En todo caso, de momento el porcentaje de personas de entre 55 y 79 años que acuden a estas actividades de envejecimiento activo no llega al ocho por ciento. Y, entre las razones, para no participar, además de la falta de interés, está "la falta de tiempo por atender cargas familiares". En el rural se añade el problema de que la falta de transporte condiciona la asistencia a estos talleres, según reconoce la Xunta en su estudio que sirve de base a la Estratexia para el Envellecemento Activo.

Los talleres que tienen más éxito son los de nuevas tecnologías, en los que aprenden a manejar el ordenador, el smartphone, las redes sociales... En segundo lugar, está la práctica de algún deporte: yoga y pilates sobre todo. Y en tercer lugar las manualidades.